La revolución en Bolivia, que es una inspiración para los trabajadores y jóvenes de todo el mundo, ha entrado en los últimos días a una etapa decisiva. Las masas se han levantado. Los trabajadores y los campesinos han ocupado las calles y las plazas centrales de La Paz y El Alto. Los mineros marchan con dinamita en sus puños. Miles de campesinos marchan hacia la capital. El ejército y la policía son ineficaces para controlar la situación. El odiado presidente Carlos Mesa se ha visto obligado a dimitir. El parlamento está suspendido en el aire. El poder ha pasado a las calles.
Enfrentada con el poderoso movimiento de las masas, la clase dominante boliviana está paralizada e impotente. Su desesperación e impotencia se pudieron ver en el hecho de que sectores de la oligarquía están intentando dividir el país, separar las ricas provincias orientales alrededor de Santa Cruz de las provincias occidentales más revolucionarias que rodean La Paz y El Alto. Con sólo este hecho, la degenerada oligarquía admite la derrota incluso antes de haber comenzado la batalla. Sabe muy bien que no puede infligir una derrota decisiva a las masas en un enfrentamiento directo.
El hecho de que sectores de la clase dominante quieran separarse de Bolivia demuestra su total bancarrota. En un intento desesperado de defender su poder y privilegios, estos parásitos reaccionarios estarían dispuestos a destruir Bolivia. Ese es el verdadero contenido de su supuesto “patriotismo”. Como cada una de las oligarquías de América Latina, son vampiros y agentes del imperialismo que han engordando chupando la sangre de su país.
La crisis de Bolivia es responsabilidad exclusivamente de la oligarquía y el imperialismo. Refleja el total callejón sin salida del capitalismo en Bolivia, su incapacidad para resolver las necesidades más elementales de la población. Los terratenientes y los capitalistas han arruinado Bolivia y reducido un país potencialmente próspero a la mendicidad. No es posible ningún progreso mientras la riqueza de la nación permanezca en manos de estos bandidos.
Esta crisis no es sólo una crisis política episódica. No se puede resolver con un cambio de gobierno, un nuevo presidente, un cambio de ministros, ni siquiera con nuevas elecciones y una asamblea constituyente. Es una crisis del sistema que sólo puede resolverse con un cambio fundamental en la sociedad. Por eso los trabajadores y los campesinos bolivianos han inscrito en su bandera las reivindicaciones del derrocamiento del parlamentarismo burgués corrupto y su sustitución por el poder popular y de los trabajadores.
La principal fuerza de la revolución boliviana es la clase obrera y sus aliados naturales, el campesinado y las masas empobrecidas de las ciudades. Durante un período de más de dos años de lucha (desde febrero de 2003) las masas bolivianas han demostrado un tremendo espíritu de lucha, coraje y conciencia de clase. ¡Aquí está la respuesta final a todos los poco entusiastas, cobardes escépticos y cínicos que cuestionaban la capacidad de la clase obrera para cambiar la sociedad! ¡Aquí está la respuesta final para aquellos que decían que la revolución socialista ya no estaba en el orden del día en el siglo XXI!
La huelga general plantea la cuestión del poder
La clase obrera se ha movido a través de sus organizaciones tradicionales de masas, los sindicatos, la COB, que han organizado una huelga general. La huelga general es el instrumento que ha puesto a las masas en pie, movilizado a millones, les ha dado un punto focal, concentrando sus fuerzas e infundiéndolas con la inspiración y el valor necesarios, mientras que al mismo tiempo, desorganiza a la clase dominante y paraliza los órganos de represión estatal.
El éxito de la huelga general, que se extiende cada día a nuevas zonas y capas de la clase, es el elemento más importante en la ecuación revolucionaria. Demuestra a los trabajadores el tremendo poder que tienen en sus manos. Demuestra que sin la clase obrera no se enciende ni una bombilla de luz, no se mueve ni una rueda ni suena un teléfono. Demuestra que la sociedad no puede funcionar sin la clase obrera, y que la sociedad puede funcionar perfectamente bien sin los parásitos que hasta ahora han la han gobernado y dirigido hacia un abismo sin fondo.
Sí, la huelga general es la palanca más poderosa para la movilización de la clase obrera, despertando a capas anteriormente inertes e inactivas a la actividad revolucionaria y la conciencia de clase. Pero en y por sí misma la huelga general puede no resolver nada. Plantea la cuestión del poder pero no puede responder a la gran pregunta, que se presenta de una forma simple: ¿QUIÉN GOBIERNA LA SOCIEDAD? ¿QUIÉN DOMINA LA SITUACIÓN? Estas preguntas deben ser respondidas sin ninguna vacilación o ambigüedad.
Ninguna sociedad puede existir indefinidamente en un estado de fermento e inestabilidad. Se pide orden. En un cierto sentido tienen razón. La sociedad se ha visto reducida a una situación de caos por el gobierno de una camarilla corrupta e irresponsable de banqueros, capitalistas y terratenientes y sus sirvientes políticos venales.
El movimiento revolucionario de las masas no es la causa del caos, sino un intento de eliminar el caos e instituir un nuevo orden en la sociedad. Es evidente que el nuevo orden social exigido por las masas sólo se puede conseguir a través de una ruptura radical y completa con el viejo régimen. Para llevar adelante esta ruptura es necesario traspasar los límites de la huelga general. Es necesario que la huelga general se transforme en una insurrección.
Para llevar adelante esta tarea, la clase obrera debe estar organizada. Debe implicar a cada capa de la clase, no sólo al proletariado industrial, los mineros y los trabajadores del petróleo, sino también a los trabajadores de cuello blanco, los profesores, los empleados de bancos, los funcionarios. No debe restringir su llamamiento a los sectores organizados tradicionales, debe sacar a la lucha a las capas hasta ahora no organizadas, los desocupados, los pobres urbanos, las amas de casa, los vendedores callejeros, los estudiantes, los pequeños comerciantes y los campesinos.
Para esta tarea titánica las estructuras tradicionales de la COB son insuficientes. Es necesario crear nuevas formas organizativas -comités de acción y cabildos revolucionarios- que sean lo suficientemente amplios y flexibles para atraer a las más amplias masas al movimiento revolucionario. Los trabajadores insurgentes han comenzado a organizarse en formas diferentes -asambleas revolucionarias, comités de huelga, cabildos abiertos, etc.,-. ¡Eso es lo que se debe hacer! El nuevo orden social sólo se puede construir desde abajo. Su primera tarea es luchar contra el poder existente, enfrentarse a él luchando, derrotarlo y desarmarlo. Ese es el objetivo central, la tarea actual.
Los comités y los cabildos deben organizarse y unirse a nivel local, regional, de distrito y nacional. Su función inicial será la de órganos de lucha de las masas. Sus tareas más apremiantes estarán determinadas por las reivindicaciones inmediatas del movimiento: organizar y centralizar la lucha de las masas, huelgas, manifestaciones, bloqueos de carreteras, boicots, etc. Deben organizar unidades de autodefensa para mantener el orden y proteger las manifestaciones y piquetes de trabajadores frente a las agresiones fascistas. Deben organizar la distribución de suministros a la población e impedir la especulación y el lucro. Deben controlar los precios y garantizar el funcionamiento de todos los servicios públicos.
En la medida que las organizaciones obreras consigan cumplir con estas tareas, asumirán de manera natural el papel de poder alternativo, un gobierno de los trabajadores. Desafiarán a las viejas autoridades y las irán sustituyendo. Los viejos funcionarios y burócratas corruptos serán echados a un lado cuando las masas empiecen a administrar la sociedad con sus manos.
Elementos de doble poder
En realidad, los elementos de doble poder ya existen en Bolivia, como se puede ver en los informes que hemos recibido de testigos presenciales. Las decisiones adoptadas por la primera reunión ampliada de la Asamblea Popular Nacional demuestran el infalible instinto revolucionario de las masas.
Por decisión de esta reunión, El Alto, el centro neurálgico de la revolución boliviana, ha sido declarada cuartel general de la revolución. Esto significa que los elementos proletarios más determinados han decidido ponerse a la cabeza de la nación, proporcionando la dirección necesaria a las masas populares. Estas últimas mirarán hacia el proletariado en busca de una dirección firme. La historia de El Alto durante el último período de feroz lucha de clases nos convence de que no defraudará.
En segundo lugar, han decidido crear una dirección unificada de la Asamblea Popular Nacional específicamente como un órgano (“instrumento”) de PODER, situándose al frente de la Federación de Juntas Vecinales, unido a la COB, el sindicato minero y otros sindicatos de trabajadores y campesinos de todo el país.
Es absolutamente necesario establecer una dirección revolucionaria centralizada. Sin esto, será imposible derrotar al poder centralizado del estado burgués. El nuevo poder además se ha puesto al frente de las tareas de abastecimiento, autodefensa, control de prensa (otra tarea esencial del movimiento revolucionario) y también de las cuestiones políticas.
El último punto es muy significativo. El movimiento ya ha ido más allá de los límites de una lucha sindical “normal”. Los objetivos iniciales limitados del movimiento son historia. Incluso la reivindicación de la nacionalización del petróleo y el gas -aunque sigue siendo correcta y necesaria- ya no es suficiente.
No es una cuestión de nacionalizar este o ese sector, sino de quién dirige la sociedad. La lucha por una única cuestión (el control de los recursos naturales de Bolivia) se ha transformado en una cuestión de poder. Quién no entienda esto, quién intente hacer retroceder al movimiento hacia canales más “seguros”, como la reforma constitucional, la asamblea constituyente, etc., en realidad, está jugando un papel contrarrevolucionario.
La Asamblea Popular Nacional inscribe en su bandera la nacionalización del gas y el petróleo. Eso sigue siendo correcto. Pero la primera cuestión es: ¿quién llevará adelante esto? Es posible que la burguesía, enfrentada con la posibilidad de perderlo todo, ofrezca alguna forma de “nacionalización” para calmar el movimiento. Ya están jugando con la oferta de nuevas elecciones y una asamblea constituyente (en algún momento futuro). Todo esto es un engaño, un intento de confundir a las masas y desmovilizarlas.
Pero los trabajadores están vigilantes y no permitirán que los engañen tan fácilmente. Ya han tenido la experiencia de 2003, cuando el movimiento revolucionario consiguió derrocar a Lozada, cuando los estafaron con una maniobra parlamentaria por arriba que simplemente sustituyó a Lozada por Mesa. En esencia no cambió nada. Las masas saben esto muy bien y no están dispuestas a que se las engañe dos veces de la misma forma.
La reunión realizada en El Alto “rechaza todas las maniobras de la clase dominante de llevar a cabo una sucesión constitucional o elecciones por estos mismos ‘politiqueros’ y en su lugar defiende la creación de asambleas populares a nivel departamental bajo el control de la COB y elección de delegados en asambleas y cabildos”.
La cuestión del partido
El papel de la COB en todo esto es absolutamente central. Es la organización de masas tradicional de los trabajadores bolivianos. Ha jugado un papel destacado en la organización y extensión de la huelga general. Pero debemos poner una nota de cautela. Los dirigentes de la COB no deben limitarse a discursos radicales. Deben pasar de los discursos a la acción.
Los dirigentes de la COB han dicho que la COB cometió un error en octubre de 2003 cuando no tomó el poder. ¡Y tienen razón! La COB pudo y debería haber tomado el poder en aquel momento. Esto era perfectamente posible. Pero los dirigentes de la COB vacilaron, perdieron tiempo y al final permitieron que Carlos Mesa llegara al poder. La “naturaleza aborrece el vacío” y eso también se aplica a la política. Por supuesto que cometer errores es humano. Pero sería criminal repetir dos veces el mismo error.
Los dirigentes de la COB también han dicho que la razón de que no tomaran el poder fue la ausencia de un partido revolucionario. ¡Es una confesión extraordinaria! Es verdad que la razón del triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia fue la existencia del Partido Bolchevique bajo la dirección de Lenin y Trotsky. Pero también es verdad que en febrero el Partido Bolchevique era una pequeña minoría en la clase obrera y los soviets. En Bolivia no hay un Partido Bolchevique, aunque existe una fuerte tradición bolchevique (trotskista) entre los trabajadores y miles de activistas que se han educado en esta tradición, expresada en las Tesis de Pulacayo aprobadas en 1946 por la federación de mineros y más tarde adoptadas por la COB.
Si existiera en Bolivia un partido bolchevique la tarea de tomar el poder sería inmensamente más fácil. Pero la tarea está planteada y no se puede posponer. La clase obrera no es una tapa que se cierra o se abre según los deseos y conveniencias del partido revolucionario, la COB o cualquier otra organización. Los trabajadores y los campesinos de Bolivia están exigiendo que el poder pase ahora a sus manos. Las condiciones objetivas son las más favorables para esto. En realidad, es imposible concebir unas circunstancias más favorables. Si se permite que esta oportunidad se escape de nuestras manos, podrían pasar años antes de tener otra oportunidad similar.
En esta situación negarse a tomar el poder porque “no tenemos un partido revolucionario” no es una excusa suficiente. Ha habido circunstancias en la historia en que los trabajadores han tomado el poder sin la ayuda de un partido revolucionario. Basta citar a este respecto el caso de la Comuna de París. Marx dijo que los trabajadores parisinos tomaron “el cielo por asalto”. Derrocaron el viejo estado burgués y crearon un nuevo tipo de poder estatal, o más correctamente, un semiestado, como lo llamó Engels, un poder organizado en líneas extremadamente democráticas, representando a la mayoría de la sociedad frente a la minoría de explotadores.
Lenin mencionó en muchas ocasiones las cuatro condiciones básicas de la Comuna de París que sirvieron como base para el poder soviético en Rusia:
1. Elecciones libres y democráticas con derecho a revocación de todos los funcionarios.
2. Ningún funcionario puede recibir un salario más elevado que el de un trabajador.
3. No al ejército permanente sino el pueblo en armas.
4. Gradualmente todas las tareas de dirección de la sociedad deberían ser realizadas por todos de manera rotatoria (“cuando todos son burócratas nadie es un burócrata”).
Este programa simple puede ser la base de un estado obrero en Bolivia. Aquí no hay un gran misterio, ni una dificultad particular. Cada trabajador y campesino boliviano puede entender fácilmente los principios del poder soviético, los principios de la Comuna de París. El trabajador y el campesino boliviano puede no comprender exactamente que quiere, pero sí comprende perfectamente que es lo que no quiere. No quiere a Mesa ni a ningún otro de los candidatos burgueses alternativos. No quiere el gobierno de los banqueros, terratenientes y capitalistas bolivianos. No quiere que su país esté subordinado a los imperialistas. No quiere un falso parlamento burgués o una falsa “asamblea constituyente”. Quiere tomar el poder.
En febrero de 1917 los trabajadores y soldados rusos se organizaron en los soviets, derrocaron los mil años de régimen zarista. Como en el caso de la Comuna de París, no había un partido que los dirigiera. Eso no los detuvo, pero si supuso que no pudieran llevar la revolución hasta el final. Llevó al aborto del “doble poder”. Al final Lenin y Trotsky consiguieron ganar el apoyo de la mayoría de los trabajadores en los soviets mediante una combinación de firmeza en los principios y flexibilidad táctica.
La consigna principal de los bolcheviques después de febrero era: “todo el poder a los soviets” (no ¨a la asamblea constituyente¨ como imaginan algunos llamados trotskistas en América Latina). Tampoco se debe olvidar que en ese momento los soviets rusos estaban bajo la dirección, no de los bolcheviques (que eran una pequeña minoría) sino de los reformistas de izquierdas y centristas (mencheviques y social-revolucionarios). Cuando Lenin planteó la consigna de “todo el poder a los soviets” él estaba diciendo a los dirigentes de los soviets: “Tomen el poder. Tienen el apoyo de la mayoría. Si toman el poder, los bolcheviques los apoyaremos y entonces la lucha por el poder se reducirá a un debate pacífico dentro de los soviets”.
Lenin hizo discursos en esta línea en innumerables ocasiones después de febrero. Pidió reiteradamente a los dirigentes de los soviets que tomaran el poder y aplicaran una política en interés de los trabajadores y campesinos. Los marxistas bolivianos deberían hacer lo mismo. Aquellos que están a la cabeza de la COB y las asambleas populares tienen el deber de llevar hacia delante el movimiento. Si dices “A” también debes decir “B”, “C” y “D”. Con sus acciones los dirigentes capitalistas han hundido a la sociedad burguesa en una crisis profunda. Han llevado el movimiento tan lejos que ahora es imposible dar marcha atrás. Es necesario tomar el toro por los astas y avanzar hacia la toma del poder.
En principio, sería posible que los trabajadores de Bolivia tomaran el poder a través de sus órganos democráticos -asambleas populares, comités de huelga, cabildos revolucionarios y juntas vecinales- y después proceder a la construcción del partido, o más correctamente partidos, ya que todas las tendencias pueden acomodarse excepto las de la contrarrevolución. La cuestión es tomar el poder mientras existen las condiciones y no esperar.
Reformismo y la cuestión del poder
Llegados a este punto los reformistas de todo tipo entrarán en estado de pánico. Presentarán todo tipo de dificultades, problemas y peligros. Intentarán atemorizar a los trabajadores con el espectro del poder. Los reformistas nunca escatiman argumentos contra la idea de que los trabajadores tomen el poder. El principal argumento siempre es el mismo: el riesgo de la guerra civil, de un terrible baño de sangre y violencia. Por supuesto que si este argumento fuera correcto nunca se habría producido ni una sola revolución en toda la historia de la humanidad, y la humanidad todavía languidecería bajo condiciones de esclavitud. Pero toda la historia demuestra que esto no es correcto.
En los papeles la clase dominante en Bolivia posee un poder armado considerable. Tiene un ejército y una fuerza policial. En teoría, esto es más que suficiente para mantener el “orden” (es decir, mantener para siempre a las masas en condiciones de servidumbre). Pero desgraciadamente para la clase dominante, el ejército y la policía están formados por hombres y mujeres, hombres y mujeres que se ven afectados por el ambiente general de la sociedad. La base del ejército y la policía en lo principal simpatizan naturalmente con los trabajadores y campesinos, aunque puedan habitualmente ser mantenidos bajo control por los hábitos de la disciplina y el temor a los oficiales. Pero en una crisis tan profunda como la de Bolivia aparecen fisuras incluso en las filas superiores del ejército. La disciplina se dilata hasta un punto de ruptura y la más mínima presión puede destruirlo todo.
Un sector significativo de los oficiales del ejército en Bolivia está descontento con la situación. Ven la podredumbre y la corrupción de la oligarquía. Su sentido de orgullo nacional está herido por el espectáculo de las grandes empresas extranjeras saqueando la riqueza natural del país. Y sobre todo, por los intentos de una parte de la oligarquía reaccionaria de separarse de Bolivia, un paso que, si se llevara adelante, significaría la destrucción de la nación, y que ha provocado indignación y furia en las filas de los cuerpos de oficiales.
Se han abierto divisiones tanto en el ejército como en la policía, revelando que estamos presenciando no una crisis normal sino una crisis del régimen. El parlamento pende de un hilo muy endeble. Todos los dirigentes y partidos políticos burgueses están desacreditados. Las instituciones de poder burgués carecen de autoridad real. El viejo poder estatal está resquebrajado como un bloque frágil de hormigón que ha recibido el golpe de un mazo pesado. Haría falta un buen golpe para que toda la estructura insana se resquebrajara.
Algunos dirigentes de la COB desgraciadamente han sacado conclusiones equivocadas de la existencia de tendencias radicales dentro del ejército. Parece que Solares tiene algunas ilusiones en el posible surgimiento de un oficial de izquierda en el ejército para que dirija el movimiento. Probablemente esté pensando en una analogía con Venezuela. Pero no existe tal analogía. En Venezuela el movimiento alrededor de Hugo Chávez surgió de la insurrección derrotada en febrero de 1989 (el caracazo). Sin duda fue un acontecimiento progresista. Permitió a las masas reagruparse después de un golpe terrible, avanzar primero en el plano electoral-parlamentario y posteriormente a través de la acción de masas directa que ha puesto firmemente en el orden del día de Venezuela la perspectiva de una revolución socialista.
La situación de Bolivia hoy, no sólo no es similar a la de Venezuela en 1989-90. Es exactamente la contraria. La clase obrera no ha sido derrotada. Todo lo contrario, está a la ofensiva y está arrastrando todo a su paso. Está creando órganos de poder y desafiando directamente al régimen burgués. Es mucho más avanzada que el tipo de insurrección espontánea de masas que vimos en el caracazo. La conciencia de los trabajadores bolivianos está también más avanzada. Refleja las tradiciones revolucionarias de 1952, cuando los trabajadores bolivianos se levantaron y destrozaron las fuerzas del estado burgués. También es el resultado de décadas de actividad y propaganda con un carácter bolchevique (trotskista) que ha dejado un profundo sello en el pensamiento de por lo menos la capa más avanzada.
Es una proposición elemental que la emancipación de la clase obrera es tarea de los propios trabajadores. Es totalmente indigno de revolucionarios entregar esta tarea a nadie más. No podemos confiar nuestro destino a los representantes de otras clases, no importa los sinceros y progresista que parezcan ser. Nuestro consejo a los trabajadores es el siguiente: confiemos sólo en nosotros mismos, en nuestras fuerzas, en nuestra organización y conciencia. No debemos buscar salvadores arriba, debemos movernos para tomar el funcionamiento de la sociedad en nuestras manos. En palabras de La Internacional.
“No hay un salvador encima nestro,
ni juez, ni emperador ni Dios.
Los trabajadores sabemos cómo nos tratan,
Sólo nosotros queremos nuestro bien”.
La consigna de la asamblea constituyente
En el momento actual existen todas las condiciones para una transferencia pacífica del poder a la clase obrera en Bolivia. Sólo falta la dirección. Tarde o temprano, sobre la base de su experiencia colectiva, las masas, comenzando por la vanguardia proletaria, sacarán las conclusiones necesarias y tomarán el poder. Pero si se pierde demasiado tiempo, si la dirección vacila y pierde oportunidades, si los dirigentes no pasan de los discursos a las acciones, la oportunidad se puede perder, como se perdió en octubre de 2003.
La clase dominante ha sufrido una serie de golpes duros en Bolivia. Pero todavía no está derrotada. Puede volver a la lucha e incluso ganar. Pero su principal arma no será la fuerza (sólo porque no tiene fuerzas suficientes en las que poder basarse) sino en la astucia. No es lo suficientemente fuerte para aplastar en sangre la revolución, al menos por el momento. No puede utilizar el puño porque eso supondría hundir el país en una guerra civil, que no está claro que pudieran ganar y que es probable perdieran. En su lugar, deben basarse en tácticas dilatorias, galanteando a las masas con falsas sonrisas y promesas hipócritas.
La burguesía intentará ganar tiempo consciente de su debilidad. Intentará mantener el poder planteando todo tipo de alternativas y trucos legales “inteligentes”. Entre estos, el truco principal es ofrecer a las masas una asamblea constituyente, una consigna que, lamentablemente, han adoptado de manera obsesiva algunos grupos de izquierda en América Latina. Hablaremos claro sobre esta cuestión (y no es la primera vez). La consigna de la asamblea constituyente, en las condiciones concretas de la revolución boliviana no es otra cosa que un engaño y una trampa.
En una situación donde las masas están en abierta rebelión contra el orden burgués, donde la política parlamentaria burguesa es vista por la aplastante mayoría con una mezcla de desprecio y sospecha, donde la clase obrera, en alianza con los pobres urbanos y campesinos, está construyendo órganos de poder revolucionario en oposición al parlamento burgués, en esta situación, la consigna de la asamblea constituyente tiene un contenido contrarrevolucionario. Es la consigna de la contrarrevolución burguesa con una máscara democrática.
En lugar de soldados con ametralladoras y bayonetas, enviarán a su segunda línea de defensa: los políticos profesionales “democráticos” y de “izquierda”, los abogados inteligentes y los expertos constitucionales. Prometerán el sol, la luna y las estrellas, en algún momento futuro, después de que los trabajadores y campesinos hayan desconvocado sus luchas y se hayan ido a casa a esperar la decisión de los debates constituciones que están teniendo lugar detrás de las puertas cerradas. “Esperen a la constitución”, “esperen las elecciones”, “esperen por esto y aquello”. Y cuando los trabajadores hayan caído en la inactividad, los viejos explotadores pueden reanudar rápidamente el control sobre el estado y la sociedad.
Si la clase obrera no toma el poder, probablemente Evo Morales llegará al poder, y será el equivalente boliviano al gobierno de Kerensky. Pero mientras en Rusia el gobierno de Kerensky duró sólo unos meses, este necesariamente no será el caso de Bolivia. La razón de la breve duración del kerenskismo ruso fue la existencia de dos poderosas alternativas: el bolchevismo y el fascismo. Ese no es el caso de Bolivia, al menos no actualmente. Dada la debilidad de la clase dominante en este momento, un golpe de estado de derecha sangriento está prácticamente descartado. La burguesía tendrá que basarse en otras fuerzas. Tendrá que basarse en su bota izquierda. Bolivia pasará a través de una etapa de parlamentarismo burgués, que será muy inestable y estará sometido a crisis continuas, pero que teóricamente puede durar un tiempo.
El as en la manga de la clase dominante y sus estrategas (probablemente su única carta) es la consigna de la asamblea constituyente. Se aferrarán a esta consigna ante la población como un pescador habilidoso pone un cebo gordo antes de pescar cuando desea cenar. Aún así algunos en la izquierda continúan apoyando esta reivindicación y no se toman la molestia de preguntarse por qué es apoyada por la burguesía. Para encubrir su embarazo ante esta contradicción evidente, algunos de ellos recurren a sofismas como: “Apoyamos la consigna de la asamblea constituyente depende de quién la convoque”.
Esta sofistería “inteligente” no nos lleva muy lejos. No elimina la contradicción central. Si la clase obrera es suficientemente fuerte para convocar la asamblea constituyente, también lo es para tomar el poder en sus manos. Esa es la situación real de Bolivia, cualquier otra perspectiva es simplemente un desvío reaccionario. Nuestra consigna no es la asamblea constituyente sino Todo el poder a las asambleas populares. Debemos concentrar a las masas, y en particular a la clase obrera y su vanguardia, en la cuestión del poder.
¡La clase obrera debe tomar el poder!
Como siempre ocurre en cada revolución, los acontecimientos se suceden con extraordinaria rapidez. El lunes pasado medio millón de personas se manifestaron en las calles de La Paz. El mismo día el presidente Mesa anunciaba su dimisión. Ejércitos de trabajadores, campesinos y mineros están en marcha. La conciencia revolucionaria de las masas también está dando gigantescos pasos adelante. Ayer, los representantes de los obreros y campesinos votaron en El Alto por un programa que significa el poder obrero. Ese mensaje debe extenderse a cada ciudad, pueblo y aldea de Bolivia, incluso extender la huelga general a cada ciudad, pueblo y aldea.
Lenin explicó hace mucho tiempo las condiciones para una situación revolucionaria: la clase dominante debe estar en crisis, dividida e incapaz de actuar. La clase media debe vacilar entre la revolución y la lealtad al viejo orden. La clase obrera debe estar despierta y dispuesta a hacer los mayores sacrificios y esfuerzos para cambiar la sociedad. Por último, pero no menos importante, debe haber un partido y una dirección revolucionaria. Todas estas condiciones están ahora presentes en Bolivia, con una excepción importante, el partido revolucionario.
Los trabajadores han demostrado su voluntad de lucha y su determinación de hierro. En la medida que los trabajadores emprendan una acción decisiva atraerán a su lado a la masa de la pequeña burguesía, que siempre está buscando una salida a la crisis que se ha vuelto intolerable para el conjunto de la sociedad. Lenin escribió que para el triunfo de la revolución era necesario que la clase media vacilara entre la clase dominante y la clase obrera. Pero en Bolivia ese no es el caso. Al menos en La Paz, la masa de la clase media -probablemente los sectores decisivos- apoya el movimiento revolucionario.
En cuanto al ejército y la policía, no han mostrado signos de moverse decisivamente para aplastar la revolución. Según algunas informaciones mujeres campesinas, a la cabeza de las manifestaciones, han apelado exitosamente a la policía para que no actuara contra los manifestantes. El resultado es que por ahora no se han dado casos de represión seria. Dada la situación, y las divisiones dentro del ejército y la policía, cualquier incidente bastaría para romper en pedazos el ejército.
El viejo aparato del estado está resquebrajándose ante nuestros propios ojos. El ambiente de las masas no es buscar acomodo con el viejo poder sino barrerlo a un lado, aplastarlo completamente y construir una nueva sociedad. No es sólo Mesa el que está desacreditado, sino todo el orden político y social. Por eso las masas gritan: “¡Abajo el parlamento burgués!” Pero hay que poner las cosas en su sitio: eso es algo que sólo lo puede hacer un gobierno de trabajadores y campesinos basado en las asambleas populares.
El elemento decisivo es el movimiento de la clase obrera, que está emprendiendo la acción directa desde abajo. Los trabajadores están ocupando fábricas. Según algunos informes que hemos recibido, el sindicato de trabajadores del petróleo ha votado que cada camión cisterna cargado con gas que abandone Senkata irá acompañado por un representante de los trabajadores y uno de las juntas vecinales que garantizarán que el camión no es desviado para fines especulativos o enviado a los barrios de los ricos. Ese es un ejemplo concreto del control obrero desde abajo.
La tarea más urgente es unir a los elementos más conscientes de la vanguardia obrera a un programa revolucionario. Ha pasado el tiempo de hacer discursos revolucionarios. Es necesario pasar de las palabras a los hechos. La actual coyuntura favorable no durará indefinidamente. El tiempo no corre a nuestro favor. Lo que hace falta es una acción decisiva. La clase dominante boliviana se ha revelado débil, corrupta, degenerada y reaccionaria. Debe ser derrocada y sustituida por un gobierno de trabajadores.
En el pasado ha habido muchos movimientos revolucionarios en Bolivia. Algunos han tenido éxito, otros han fracasado. Pero ninguna ha provocado un cambio fundamental de la sociedad y por lo tanto ninguna ha resuelto ninguno de los problemas fundamentales. Pero en esta ocasión hay una gran diferencia. Una oleada revolucionaria está recorriendo América Latina. Las fuerzas reaccionarias en todas partes están a la defensiva. En todas partes los trabajadores y los campesinos están comenzando a ponerse de pie. Sólo una victoria decisiva de la clase obrera en algún país de América Latina puede alterar dramáticamente toda la situación.
El movimiento revolucionario en Venezuela es una fuente de inspiración para millones de trabajadores y campesinos pobres. Los recientes levantamientos en Ecuador (que de ninguna manera han terminado) son una expresión de la inestabilidad general que tiene implicaciones revolucionarias. Ahora Bolivia ha puesto la revolución socialista en el orden del día. Los trabajadores y los jóvenes de toda América Latina -y de todo el mundo- darán la bienvenida a la revolución boliviana con el mayor entusiasmo y la apoyarán con todos los medios a su disposición.
No hace mucho que los escépticos y los cínicos estaban hablando en términos desdeñosos sobre la supuesta muerte del socialismo y la imposibilidad de la revolución en ninguna parte del planeta. Deseaban contener el optimismo natural de los jóvenes bajo un sudario espeso de pesimismo corrosivo y duda. Los inspiradores acontecimientos que estamos presenciando en Venezuela y Bolivia han segado la hierba bajo los pies de estas damas y caballeros. Ahora podemos arrojar esas palabras a sus caras y decir: ¡Qué maravilloso período de la historia humana estamos viendo nacer! ¡Qué inspiradoras son las luchas de la clase obrera! ¡Y que maravillosas posibilidades están comenzando a abrirse para la raza humana!
Londres 9 de junio de 2005
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