Opinión, Historia, Arte i Medicina

El rostro del Libertador i las causas de su muerte (Parte XI)


“Sé que las consecuencias del analfabetismo

científico son muchas veces más peligrosas

en nuestra época que en cualquier otra anterior”

Carl Sagan

“La nada es un infinito. Ese infinito

nos envuelve. Venimos de él y a él vamos.

La nada es lo imposible y es lo cierto. Lo

que no se concibe, y, sin embargo, es”.

Anatole France

“La ley –decía o dice desde sus libros en la biblioteca mi amigo Montesquieu, quien no estaba tan lejano a 500 años a.C. como expresó otro candidato opositor a Chávez− debe ser como la muerte que a nadie distingue”; pero no se debería hacer excepción con las ideas, tradiciones i paradigmas de un pueblo, que en lo religioso o en lo folklórico –otra manera de aludir las tradiciones− debemos respetar, compartiendo o no, esas ideas. Sin embargo, la verdad es otra exigencia no solamente ética en la vida, sino una necesidad para el buen vivir. Cuando el hombre miente, rebaja su condición humana de homo loquens, homo faber i homo sapiens, i lo del zoon politikom, queda desaparecido, por lo menos, moralmente. Por eso, cuando de la historia se toman las cosas con el afán de haber investigado, presuntamente aparecidas otras fuentes de veracidad, i en consecuencia la necesidad de reescribirla, estamos tocando a las puertas del delito o del comercio más indigno. Por lo que he venido escribiendo en tantos artículos previos, el lector debe saber a qué o a quién me refiero. Ahora, aclarado que del rostro del Libertador, tenemos apenas (aunque parezca inapropiado el término i el porcentaje) un 90% i mucha semejanza con los que poseíamos anteriormente, habíamos quedado con los investigadores que estudiaron con absoluto respeto ético (el cadáver, tiene derecho a un respeto ético i legal) i con procedimientos científicos, quedábamos ante dos posibilidades diagnósticas: la Tuberculosis Pulmonar i La Histoplasmosis (aunque no conozco los argumentos i las pruebas de quienes se inclinan por esta enfermedad micótica) producida por el histoplasma capsulatum, cuyos pormenores médicos expuse e hice un diagnóstico diferencial, reconozco que incompleto, pues no se han publicado los signos que, en una osamenta de doscientos años, puedan haber o existir. Hoi, me llamó temprano un intelectual amigo, para decirme que otro médico o investigador, estaba explicando por Tele-Sur que se trataba de una muerte ocasionada por envenenamiento arsenical, cosa descartada desde hace muchos años, pero que de todas maneras expondré mis razonamientos con criterio contrario. Pienso que estas son cosas que no se pueden afirmar a la ligera, i que merecen dos cosas: estudios previos, i eticidad del diagnóstico.

Precisamente, en el anterior artículo, expresé esta idea bien estudiada por Pedro Laín Entralgo, uno de esos médicos españoles fuera de serie por su sabiduría, como lo fueron Santiago Ramón y Cajal, Gregorio Marañón, Blanco Soler, Jiménez Díaz, Severo Ochoa, Félix Martí Ibáñez, Botella Llusiá, i muchos otros que, son orgullo de la medicina universal, cuya filosofía de la vida, enriqueció los campos de la ciencia i de la medicina.

Empero, como en Venezuela, con este proceso Revolucionario, Bolivariano i Socialista, todo lo mezclan con la política en la oposición, dejo constancia que al defender las ideas tradicionales (de por lo menos dos siglos) respecto a la muerte del Libertador Simón Bolívar, no estoi defendiendo personajes, médicos, historiadores, cronistas, escritores, etc., que sean de uno u otro partido de las jaurías que hubo en la llamada IV República. Defiendo la intelectualidad i las ideas bien razonadas de los que han estudiado a plenitud la obra i vida del genio americano más universal de todos los tiempos, quienes en mayoría –tanto hispano-americanos como extranjeros− han llegado a la conclusión de que entre las causas (dije que en ciencia no existe una sola causa sino una constelación causal) de la muerte del Libertador, la tuberculosis pulmonar, diagnosticada como tisis pulmonar por Reverend, fue la causa principal con bastantes pruebas a la mano. Soi revolucionario i soi, así bien claro: chavista, porque sigo los pasos de quien para mí, es por múltiples razones, el Primer Presidente de verdad que ha tenido la patria, desde que se convirtió en República. Sin embargo, eso, no puede hacerme desconocer la verdad ajena que han expuesto en historia i en medicina, los hombres políticos con los cuales no comparto su modo de pensar, pero que la ciencia no tiene ninguna conexión lógica, con variables i a veces disparatadas ideologías de partidos o de fanáticos particulares. Al contrario, la ciencia muchas veces se ve desvirtuada, por la interpretación i el uso que los políticos i pseudocientíficos hacen de sus adelantos o logros. Einstein, Oppenheimer i otros, se sintieron indirectamente culpables, del más grande genocidio que conocen los siglos de vida del planeta Tierra, como fueron las bombas de Hiroshima i Nagasaki o como nosotros nos sentimos del genocidio de la Conquista i la Colonia, quizá mayor, pero más disimulado. Russell decía que “los científicos quieren hacer posible lo imposible, mientras los políticos quieren hacer imposible, lo posible”.

Me preguntaba al final de la anterior entrega escrita, si es que los médicos del pasado, acaso no se regían por principios éticos, i cuando daban un diagnóstico subordinaban la razón, a otros intereses (políticos) por convenios o presiones ajenas a su arte. Para aquellos años, estimo que no. ¿Qué intereses podría tener Reverend para una mentira tan larga i trabajosa? Primero, un diagnóstico provisional pero casi definitivo, cuando vi o examinó al paciente postrado; segundo, para ir siguiendo el padecimiento día i noche, con un reporte escrito de los síntomas o signos que observaba (33 boletines que todo el mundo puede conocer); respaldarse con la opinión de otro galeno, aunque este sugiriera otra posibilidad como el paludismo; cuarto, estar el enfermo a la vista de su anfitrión, de sus generales, familiares (Fernando Bolívar) o servidores como el fiel José Palacios; quinto, las opiniones que tomaría de todos esos allegados que además, seguían el proceso a diario, hasta que les comunicó presenciar los últimos momentos del gran hombre, i luego una autopsia o necropsia que es el término correcto, realizada también en presencia de muchos íntimos i de quienes le ayudaron, i cuyo resultados pudo valorar unos 12 años después el eminente médico José María Vargas. ¿Cómo habría podido cambiar todo ese proceso, en busca no sé de qué interés político o histórico? Estaba precisamente en el momento ético cumbre de la relación médico-paciente. En alguna ocasión en Europa o en América o algún libro, debió leer el Juramento Hipocrático, el cual, sin ser un código de ética como la estudiamos actualmente, era una llamada de siglos a la buena voluntad de los médicos, frente al enfermo, según la medicina del médico de Cos, i no de los Asclepíades de Atenas, donde empezó la medicina privada, cobrando por curar o intentar hacerlo. Esa es una historia larga que siempre expuse a mis alumnos, i hasta una vez, estando entre padrinos de una promoción de médicos, propuse un Juramento Hipocrático a la altura i conocimientos de nuestra época. En San Pedro Alejandrino, besé la mesa donde se hizo la necropsia.

Como sería sumamente extenso ocuparme de esto, recomiendo a los médicos el libro de Laín Entralgo. EL DIAGNÓSTICO MÉDICO, Historia y Teoría, en el cual no solamente encontrarán una historia magistral de diagnóstico, desde los tiempos primitivos, hasta las técnicas i conocimientos del siglo XX, i una parte Teórica, donde el Capítulo II se refiere a la ética del diagnóstico, bello capítulo, donde lo único que no menciona es el diagnóstico fractal, (todavía simple teoría experimental). De este capítulo, solamente tomaré esta frase, porque ya sabemos de lo que se trata: “Como acto técnico −como operación en la cual se hace algo sabiendo qué se hace y porqué se hace−, la moralidad del diagnóstico toma una forma como “un deber saber hacer” según ese qué y ese por qué”. Cuando mucho profesional de la medicina ocurre en errores diagnósticos, se debe, a mi modesto juicio, a la influencia comercial que nos vino del norte, donde todo es mercancía, i se ve muchas veces al paciente como un “caso” que proporciona dinero, i no a un ser que sufre, i necesita ayuda. En aquellos tiempos, la humanidad , era otra cosa, aunque con el señor feudal comenzaron las miserias que a los hombres trajo los horrores que hoi nos muestra el capitalismo. Detrás de cada gran fortuna, está un gran robo i la injusticia consiguiente nos trajo la lucha de clases. Para 1830, por lo menos la medicina i los médicos, estaban menos contaminados, i muchas de las maldades e ineficiencias del ayer, las hemos inventado hoi. Espero el diagnóstico de envenenamiento por arsénico, para ocuparme de él en un posible XII artículo. I , entonces, el “continuará”, en suspenso.

robertojjm@hotmail.com


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Roberto Jiménez Maggiolo


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