Unidad, reconciliación y paz, esa era la bandera de la mayoría de los seguidores de la oposición venezolana, y es un deseo loable, querer la paz y la reconciliación entre todos, pero, para lograr eso se debe buscar bien la raíz del problema de divisiones que existe entro nosotros, y la raíz del problema no es otra que la intolerancia de muchos.
Los mismos que por las redes sociales decían que al ganar capriles todo sería paz y amor entre todos, esos mismos, al conocer los resultados electorales inundaron las redes sociales de improperios contra la mayoría de la población que votó por a favor del presidente Chavez; frases como: por culpa de ignorantes, por los marginales, los brutos, etc. y ¿dónde quedaron los deseos de paz y reconciliación?. Lo que da a entender que la reconciliación que ellos desean es que pensemos todos como ellos y asumamos todo lo que ellos proponen ¿y no se supone que ellos han criticado lo que llaman pensamiento único?
Esta actitud es muy preocupante porque la división que tanto se cuestiona tiene su origen en la intolerancia, intolerancia sembrada en el corazón de muchos, intolerancia que no les permite razonar con claridad, intolerancia que no les permite reconocer que la mayoría del país piensa diferente, intolerancia que no les permite reconocer que hay un gobierno electo por el voto popular que tiene deficiencias, pero que también tiene sus virtudes.
¿Cuál es la paz que ellos desean? ¿La paz de un país libre de chavistas? Pareciera que sí, y detrás de su discurso de armonía se esconde la más extrema intolerancia. Eso es muy preocupante. No son capaces de reconocer al adversario, no son capaces de reconocer al que piensa diferente, la única explicación que consiguen a los más de 8millones de votos es que son 8 millones de ignorantes, de arrastrados, de vendidos, de marginales. Lo preocupante es que tienen el odio sembrado en el corazón, odio al que han contribuido en gran medida campañas mediáticas desmedidas.
La reconciliación no depende del presidente; el odio tampoco, la reconciliación depende de cada uno de los individuos que decide asumir la actitud de la paz o la del odio, pero al final cada cual es responsable de sus propios actos y no puede estar justificando el odio que siente por el discurso de otro; porque cuando le dejas ver su intolerancia la respuesta es “la culpa es del presidente que tiene un discurso del odio”, pues no, la culpa es de cada persona que responsablemente asume actuar de una forma u otra. Lo más preocupante es que cada día esa intolerancia se radicaliza más y los medios siguen alentando dicha intolerancia, ¿hasta dónde llegaremos?. Por el bien de la nación creo que es hora de que las autoridades hagan algo para detener el odio y la intolerancia creciente y alimentado por grupos de poder, no es suficiente con señalarlos o reírse de la “disociación”, es hora de poner remedios porque esa enfermedad nos puede llevar en algún momento a desenlaces indeseables, por el bien de ellos, por el bien de todos, es hora de hacer algo. La enfermedad está detectada ¿Quién pone la medicina?
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