La bandera, escapulario del pueblo

Allá en el picacho de aquel cerro, victoriosas ondean muchas banderas en una sola: la bandera del comandante Hugo Chávez y su pueblo, la bandera de Evo Morales, la del Che, la de Ortega, Kirchner y Fidel, la de Correa, la de Allende, y tantas otras. Hoy esas banderas generan el fuego sagrado que no disipará la negra tempestad; ellas simbolizan una demarcada línea roja, para frenar un eventual regreso de cualquier espectro terrorífico y esclavista del pasado.

Bajo la sombra del menguado farol existe un pueblo magnánimo, que aferrado a la honra de su bandera está dispuesto a sacrificarse por generar la luz que nos dará vida, progreso y felicidad en cada terreno y espacio liberado; que mejor tributo y honor a la memoria de todas las mujeres y de todos los hombres que cayeron vilmente asesinados a lo largo de toda esta contienda.

(Después del asalto al Cuartel Moncada en pro de una causa antiimperialista y en aras de otorgarle una bandera de dignidad al pueblo cubano, el joven abogado y combatiente Fidel Castro decía: “Para mis compañeros muertos no clamo venganza. Como sus vidas no tenían precio, no podrían pagarlas con las suyas todos los criminales juntos. No es con sangre como pueden pagarse las vidas de los jóvenes que mueren por el bien de un pueblo; la felicidad de ese pueblo es el único precio digno que puede pagarse por ellas”.)

Aquí en esta Patria cuna de Simón Bolívar, al levantarnos con la fresca de la mañana, dejemos tras el cerrojo de nuestras casas las diatribas estériles, los chismes y los rumores malsanos que nos atan, aturden e impiden avanzar hacía las ideas de perfección revolucionaria.

Colguemos los hábitos supersticiosos y egoístas en la primera rama seca que se nos cruce en el camino, para luego izar la bandera de batalla y de fe en el perfil mas alto de esta Patria joven, que con gallardía mira de frente a los mas insólitos desafíos.

Si queremos ser como uno de esos combatientes que estoicos ayer enarbolaron sus banderas de lucha, necesario es recordar lo que dijo el poeta: “Procede como Dios que nunca llora, o como Lucifer que nunca reza, o como el robledal cuya grandeza necesita del agua y no la implora”.

Y luego yo digo: Procede como el hombre aquel, que un día con serenidad y valentía asumió su responsabilidad ante el mundo por el fallido intento de liberar a su pueblo; y fue ese mismo pueblo noble, que aún sin desprenderse de su asombro le aplaudió, sellando así en lo adelante un compromiso de lealtad con su bandera y su escapulario.

Allí en la conciencia más pura del ser humano flamea una bandera de hermosos colores, cuyo norte es la puerta más estrecha de foguear toda perseverancia.


San Joaquín estado Carabobo

julio.cesar.carrillo@hotmail.com



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Julio Cesar Carrillo


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