Escalio

Las ruinas del tiempo por los cauces de la vida

Ω

Hace unos años, tuve el honor i el placer de prolongar un poemario titulado LAS HUESTES DEL SOSIEGO, de mi entrañable amigo Manuel Martínez Acuña, al mismo tiempo que ilustrarlo casi todo, excepto alguna colaboración del gran pintor Gabriel Bracho, el más universal de nuestros artistas del pincel. Allí, en ese poemario de Manuel, aparece un soneto de catorce sílabas, dividido en dos hemistiquios i un tanto a la francesa, por sinalefa o encabalgamiento entre los dos cuartetos, i que, a mi discreto juicio, constituye el mejor soneto de la poesía zuliana en verso alejandrino, porque el Rayo de Luz de Ildefonso Vásquez no es un soneto, sino cuatro cuartetos maravillosos e inolvidables; i eso sí, hai muchos otros sonetos extraordinarios en otro libro que me tocó también prologar, como es la obra de Camilo Balza Donatti, titulada DESNUDA PERMANENCIA, un portento de libro con 80 sonetos, entre los cuales Tener tus ojos y tener tus naves, se metió en mente i corazón i hube de declamarlo varias veces, o repetírmelo a solas, evocando un amor sostenido en manos bellas i que se perdió…¡en el tiempo!

También, una poetisa zuliana, que en un poemario de provincia olvidada, como nos tratan en la capital, se refiere igualmente a una de las más bella motivaciones para la poesía, como es poner luz de ensueños en la soledad llena de vida, i en ALGO QUE SE FUE EN EL TIEMPO, como se titula su obra, pero vuelve i vuelve como la lluvia i la constancia del péndulo. Se llama, Ana Sabina Pirela, mi dilecta amiga. Todos estos amigos i poemarios, constituyen en la mente, una eterna primavera, antes de pasar al resto de estaciones musicales en Vivaldi.

Sin embargo, no es un estudio poético lo que aquí me propongo, sino, como coleccionista de horas, días i años, tratar de detener un poco la velocidad de vuelo de la gaviota cuya sombra, corre en las arenas de la playa soleada –el tiempo en una sola dirección, como lo que en física llamamos “la flecha del tiempo− i en la filosofía queremos hacer colección también, de ideas o conceptos, observando, cómo casi de improviso, todo se nos ha vuelto pasado, i con Antonio Machados, el poeta filósofo que tantas veces me ha señalado caminos i estelas en la mar, repetirnos, “el ayer es el nunca jamás”. Entonces caemos en ¡qué pronto se nos pasa la vida! Por eso, con cierta picardía, el maestro Agustín Millares Carlo, me preguntó una vez, si el gran Jean Ladriére en Lovaina, dictando un curso Superior en Filosofía de la Ciencia, sobre el Tiempo Científico, había explicado alguna forma posible, de frenarlo un poco. Lamentablemente, ambos ya se ausentaron definitivamente, dejando lo único posible de dejar en este mundo: una huella i un ejemplo.

Mas, veamos que son las cosas cotidianas, frecuentes e hilvanadas en ese Hilo de Ariadna para recorrer el Laberinto de la existencia, lo que nos está recordando calladamente, no como los monjes peruanos (Hermanos Focou, creo, consultaré a mi amigo Rogelio) que alarmaron a José Gregorio Hernández, cuando trató de ingresar a la Orden Monástica que casi no habla i al cruzarse en los pasillos del convento, el saludo es…Acordaos hermano…i el otro responde, que morir tenemos. ¡Vaya manera de ensombrecer la vida! Entonces, en estos días, un dilecto amigo, obra del prodigio de Internet, Manuel Rugeles, quien me envía su Columna Ácida i artículos mui interesantes, como también cosas de humor, me hizo llegar un documento que encabeza la frase Avez-vous peur de viellir?, apareciendo entonces las fotos a color de notables artistas del cine de Hollywood i de Europa, imágenes de ayer, i el año de su nacimiento; i luego una imagen de hoi, con su edad del presente, con lo cual vemos las Ruinas del Tiempo i cómo mujeres preciosas, bellas, hermosas que deslumbraban en la pantalla, el tiempo que no perdona las convierte en ancianas o viejas que, mientras menos cirugías se han hecho, se conservan mejor. Por eso anoté las que fueron más conocidas para mí, o los hombres que fueron más recios artistas, interpretando papeles de héroes o de galanes. Faltan algunas notables ayer (Ava Gardner, Ingrid Bergman, Rita Hayworth, etc.) pero sabemos en qué estado se encontraban cuando, por ejemplo, murieron. La edad tiene mucho que ver con la vida que fue adecuada para prolongarla o no, sin contar causas accidentales de deceso. Hai un libro estupendo de Desmond Morris, autor de El Mono Desnudo i el Zoo Humano, donde empezando en cero, i continuando 1,2,3, en progresión aritmética, nos informa el tiempo de duración en la existencia con datos particulares como los logros, i por ejemplo, a la edad de 79 años que acaba de fallecer Elizabeth Taylor, murieron entre otros Bonnard, Bulganin, Charles de Gaulle, Eden, Ho Chi-Minh, Harwey, Edward G. Robinson (artista como ella) Mountballen, etc. El documental que me envió Manuel Rugeles, es conmovedor. Empieza por el joven Alain Delon que luego fue más apuesto galán, esposo de aquella bella alemana que personificó a Sissi en el cine. Ahora el deterioro es grande, como lo es también en Jean Paul Belmondo i terrible en Kirk Douglas, aunque este tiene 96 años. También es grande el envejecimiento en el cómico Jerry Lewis i sobre todo en aquel joven dinámico que protagonizó Las Aventuras de Hunckleberry Finn –Mickey Rooney− i fue el primer marido de la bella Ava Gadner, etc.) En cambio Sean Connery, el Agente 007, se conserva como un viejo bien cuidado i elegante con su pelo i barba encanecidos. Entre las bellas están Brigitte Bardot, Claudia Cardinale, Elizabeth Taylor, i una que creo cautivó a muchos por su belleza de cara i cuerpo, especialmente en la película El Circo, como lo es Gina Lollobrigida, todas mui maltratadas por el tiempo, pero la cara más envejecida (aunque en un musical que la enfocaron como silueta viniendo de lejos, era un cuerpo espectacular de perfecto), es la de Sofía Loren, la Doña Ximena del Cid Campeador. En cambio, la gran estrella infantil que fue Shirley Temple, de quien se hicieron millones de muñecas más populares i grandes que la Barbie, se retiró temprano del cine, estudio creo que Derecho i llegó a ser Senadora del Congreso norteamericano. Se conserva algo gruesa, pero una mujer todavía linda i agradable para su edad de 82 años. También una sobrada de belleza como fue, la Zsa Zsa Gabor, pero tiene 93 años. Todas i todos, ¡como han cambiado! Lo dice así, el título del envío, entre notas musicales. Solamente escapa de esa dolorosa ruina de la belleza física, pero conservando todas su belleza espiritual, así lo creo, la más admirada entre las sensuales i bellas eternamente: Marylin Monroe, a quien no vimos envejecer (murió de 36 años), pero sí, siendo menospreciada por los hombres que cruzaron su existencia, olvidando su alma i convirtiéndola en objeto sexual capitalista, hasta ser asesinada por los poderosos, pretendiendo cuidar reputaciones falsas. Es la vida; es el tiempo. La vida es un transcurrir en el tiempo, eso sutil, imperceptible pero que sentimos pasar de algún modo, sin saber nunca la causa de la llegada, la estancia i la partida, como cantó en cuartetos Omar Kheyyam. Solamente los físicos i matemáticos, han podido crear en tiempo negativo. Es seguir un cauce no sabemos hacia donde nos lleva (cielo e infierno son ficciones), como un río que al acercarse al mar, va despegando sus orillas, lo expresó de ese modo Bertrand Russell i cuando nos perdemos en ese azul que se nos antoja infinito, somos caballeros andantes de triste figura, son sanchos leales a nuestros lados. El dolor de la muerte para el deudo, quizá se llore como Gabriela Mistral o como Machado; la primera cuando implora a Dios sobre su amado, posiblemente lleno de defectos o carente de virtudes, le dice desfallecida:

¿Qué fue cruel? Olvidas, Señor, que le quería,

Y que él sabía suya la entraña que llagaba.

¿Qué enturbió para siempre mis linfas de alegría?

¡No importa! Tú comprendes: ¡yo le amaba, le amaba!

O Machado, el que prefería partir desnudo como los hijos de la mar…ante un dolor de ausencia en el tiempo, expresó:

Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.

Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.

Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.

Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.

Son maneras de atosigar el pensar o el sentir, cuando las religiones proponen la manera de creer que todo debe venir de lo alto misterioso i quizá nada, en vez de predicar felicidad, alegría i esperanza. En cambio creo en la urgente necesidad de una ética nueva que, salve este mundo i esta vida disparatada o una historia ya falsificada es lo justo. Con el olvidado Ignacio Burk entre nosotros, pienso que “La nueva ética supone una correcta socialización de los individuos en donde las obligaciones legales lleguen a sentirse como un deber moral”. Todo depende de una buena voluntad, como aquel genial “imperativo categórico” kantiano que recuerdo o expongo de memoria: “actúa como si la máxima de tu acción, pueda ser elevada a categoría de ley universal”.

Y por mi parte, siguiendo con Machado, soi “poeta ayer, hoy triste y pobre, filósofo trasnochado” i me alienta la vida solamente el amor de mis hijos i nietos, i la lealtad de contados amigos; i un algo extraño, pero profundo i amado de esencia quijotil, está dentro de mi i mejor lo expone este soneto de Camilo Balza Donatti, anzoatigueño que se “nacionalizó” maracaibero para honra del Zulia:



En pie sobre la sombra diluida

busqué la claridad de luna y llanto

y naves de papel, naves de canto

cruzaron por los cauces de mi vida



Después la soledad, ya parecida

al pie de la penumbra y el quebranto,

habló sin voz, cansada ya de tanto

volver para volver sin despedida



Hoy busco nuevamente los senderos

por donde se detienen los caminos

que viajan por viajar, sin escuderos



ni pluma de dolientes peregrinos

y sólo les pregunto a los viajeros

por Sancho, Don Quijote y sus molinos.

Concluyo con las palabras de una mujer excepcional, que amó la vida i se enfrentó a la muerte de otros, para vencerla en ocasiones o ayudar a morir con dignidad; no así cuando le tocó a ella, dejando Elizabetn Kübler-Ross este mensaje: “Lo único que vive eternamente, es el amor”.



Aquí el soneto que inspiro este Escalio:



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Roberto Jiménez Maggiolo


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