I
A mi barrio, sin aviso y sin protesto llegaron tres. Se instalaron en la cuadra y por alguna razón decidieron cuidarnos a todos. Al comienzo no entendíamos mucho, pero los vecinos viejos contaron que no era la primera vez que pasaba.
-Debe ser que saben que no las echaremos.
Así es. Las tres perras han crecido en la cuadra. Se les esterilizó. Se les baña, se les alimenta. Aprendimos a conocer por el tono de sus ladridos si se trata de otro perro que se acerca o si realmente hay un extraño por ahí. De hecho sus alertas no se equivocan. Son criollas, mestizas, corredoras y alegres. De vez en cuando pasa algún conductor endemoniado y las asusta, o un motociclista visitante que les da algún golpe. Entonces cojean, se les cura, se les cuida, y siguen su vida con muchos vecinos protegiéndolas. De todos, y de nadie.
II
Malandro es uno de los perros más queridos de La Candelaria, pero también tiene quien no le quiera, porque a punta de defenderse en algunos momentos se mostró agresivo. Una vez siguió a Gabriel y fue a tener a la casa de mi amiga Martha, su mamá. Piso bien alto en un alto edificio en Caracas. Martha sólo miraba a sus tres gatas. No sabía qué hacer hasta que Malandro la miró con sus ojos de colores distintos.
Malandro es feliz. Tiene su toalla para dormir, su comida preparada, su espacio y un gran afecto que siente sobre él, no sólo de Martha y Gabriel, sino de los centenares de amigos de ambos. Malandro tiene hasta cuenta bancaria en la que los panas depositan religiosamente para que nada le falte. Malandro convive con las gatas tranquilamente. Feliz y en paz.
III
Rubén es un extraordinario amigo y trombonista, más académico que popular. Tiene tres perras a las que en sus momentos hubo de salvar de los cauchos de los carros en la carretera nacional Guarenas- Petare. Perritas recién nacidas que intentaban cruzar la carretera y que podrían morir ahí, ante el apuro de los que trabajan en la capital y viven en el municipio Plaza. Así fue con dos. A la tercera, de diminuta raza fina la sacó de una alcantarilla donde quedó atrapada y no hubo fino dueño que la rescatara, hasta que mi amigo Rubén escuchó el lamento canino y desbarató todo aquello por salvar a la pequeña. Y hay que ver lo que hacían Rubén y Marielisa para sacar de madrugada a los tres animalitos y dejarles sus raciones, y salir, igual de madrugada, para el trabajo caraqueño. No se arrepienten.
IV
Así llegaron a la vida de quien les escribe Enana, Habana, Negra, Mancha y Negro.
A Enana la encontramos mi hijo y yo una madrugada cuando llegábamos a casa luego de compartir un cumpleaños. Aquella perrita movió la cola con tanta alegría en medio de la oscuridad que a mi hijo y a mí se nos olvidó la hora y comenzamos a jugar con ella en medio de la calle, frente al mar de La Guaira.
Con los años Enanita enfermó y nada pudimos hacer. La lloramos y no se nos olvida la felicidad que nos obsequió. Vendrían luego Habana, rescatada de una jaula en Quinta Crespo, donde la tenían “en oferta” porque no era de raza pura. Era mestiza. Enseguida llegaría La Negra, escapada del taller de Chigüi donde nuestro querido Carlos Aular la tenía.
Creo que todos los coteños han leído cómo esas dos perras salvaron mi vida con sus avisos, sus haladas a mi ropa y sus miradas de libro de instrucción de salvamento, aquél 16 de diciembre de 1999. Ambas, en sus momentos, partieron.
Les cuento esto porque esta madrugada se cumplieron 13 años de ese episodio. 13 años de aquella tragedia, la de Vargas.
No puedo dejar de evocar a mis salvadoras caninas, como no puedo dejar de evocar a quienes completaron la acción salvadora, el capitán Henry Hoyos en primer lugar. Donde quiera que esté llegue a él mi eterna gratitud.
V
Cuento con Mancha y con Negro ahora, rescatados de la muerte por manos sensibles: unas en Parque Central y otras en El Valle. A Mancha la tiraron, grandota y educada como es, de un carro en marcha. ¿Qué drama se vivía en ese carro, que lo pagó la perra?
Al Negro trataban de envenenarlo en la puerta de El Metro de El Valle. Ambos llegaron a las manos de la querida María, la amante cuidadora de animalitos en San Agustín. Y de allí, gracias a (http://reddeapoyocanino.org) la red de Apoyo Canino, llegaron a mis manos. A ellos prodigo mucho de mi afecto, agradecida de que me ofrecieran su mirada y fortaleza en momentos duros. No son hipócritas los perros. Por el contrario, detectan la hipocresía y le ladran fuerte.
María, de San Agustín, y como ella muchas personas, atienden a perros desvalidos, sin hogar. Les brindan afecto y cuidado, junto a sus hijos y sus familias. No sustituyen ni rehúyen el calor humano: lo complementan. Estas redes amorosas se volverán cada vez más notorias. Que se los digo.
La música
Los míos han sido y son perros melómanos. Escuchan salsa, galerones, estribillos, canciones de trova, conciertos de violín, a Goyeneche y a Jesús Ávila.…No les gusta el ruido. Son madrugadores y alegres.
Algunas veces han tenido que escuchar “Callejero”, el hermoso y dramático tema de Alberto Cortéz dedicado a Fernando, un perrito comunitario de Argentina, amado por el pueblo donde vivió. Dicen que fue criado por un cantante. Algún extraño lo golpeó y a pesar de los cuidados falleció el 28 de mayo de 1963. Se abrió investigación policial y causa judicial por esa muerte. Callejero tiene dos monumentos públicos, uno de ellos frente a la casa de gobierno de la ciudad de Resistencia. En sus aniversarios se hacen discursos y ofrendas florales. La entrada de la ciudad tiene un letrero: “Bienvenido a Resistencia, la ciudad de Fernando”. Amó y fue amado.
Hace dos días, en el Centro Comercial Trapichito de Guarenas leí un letrero: “En esta Navidad no compres un perro: adóptalo”.
Los amigos no se compran. El universo lo tiene en cuenta.
Callejero
Era callejero por derecho propio/su filosofía de la libertad fue ganar la suya, sin atar a otros/ y sobre los otros no pasar jamás.
Libre como el viento era nuestro perro/ nuestro y de la calle que lo vio nacer.
Era nuestro perro y era la ternura/ esa que perdemos cada día más, y era una metáfora de la aventura, que en el diccionario no se puede hallar.
Era el callejero de las cosas bellas/ y se fue con ellas cuando se marchó
Se bebió de golpe todas las estrellas/ se quedó dormido y ya no despertó.
Nos dejó el espacio como testamento, lleno de nostalgia, lleno de emoción.
Vaga su recuerdo por los sentimientos/ para derramarlos en esta canción.
Alberto Cortéz.
lilrodriguez@cantv.net
(La Cota Lil. Últimas Noticias)