Como se sabe, actualmente la colectividad venezolana está integrada por dos sectores: los buenos o los muchachos y los malos o los villanos. Del lado del bien se encuentra la sociedad civil y en liga con las fuerzas del mal figuran los otros, a quienes, para reforzar la connotación despectiva, llamaremos así: los otros.
En lo relativo al comercio y los servicios es fácil establecer las diferencias. Los empresarios buenos cerraron sus locales para contribuir a derrocar al gobierno mediante una modalidad insurreccional que consiste en no vender ropa, lencería, productos artesanales, exquisiteces importadas o distintas variedades alimenticias.
La Asociación Nacional de Fruteros, por ejemplo, calcula que si los venezolanos se ven privados de consumir frutas durante 20 o más días, la gente saldrá enloquecida a las calles y acabará con el oficialismo a cambio de volver a comer mango, piña o cotoperí.
En cuanto a los servicios, el comportamiento ejemplar de los bancos, brindándoles el peor trato posible a sus clientes, ha producido una ola tal de indignación contra el gobierno, que nadie se explica cómo es que Chávez todavía se encuentra en Miraflores. Se debe entender que cada cuentahabiente está plenamente consciente del papel jugado por los dueños de los bancos, auténticos héroes anónimos de las jornadas para acabar con este régimen tiránico, que no cree en la propiedad privada. Muchos clientes bancarios han considerado seriamente la posibilidad de pagar intereses más altos para que los miembros de la Asociación Bancaria amorticen las pérdidas que les ha producido el paro.
Por lo que respecta a la escasez de combustibles, se trata de un insignificante sacrificio que deben hacer los dueños de vehículos para complacer a la Coordinadora Democrática.
Los que deseen acelerar la caída del gobierno deben abstenerse de comprar gasolina y desde los balcones de sus apartamentos pitar y abuchear a los conductores irresponsables, que circulan como si nada.
La colaboración de trabajadores y obreros, pidiendo que no les paguen salarios durante los días del paro, constituye un ejemplo conmovedor. Los alumnos, por su parte, han aportado una cuota de sacrificio al negarse a recibir clases, embruteciéndose por amor a la patria.
Cuando sean grandes podrán ser dirigentes de Fedecámaras.