No solo el Grinch Ortega y el Grinch Fernández rechazan la proposición gubernamental de tregua navideña, sino que encima disparan a todo el que ingiera alimentos y viva del petróleo

Hasta en las guerras más cruentas hay tregua de Navidad

Originalmente aparecido en http://www.analitica.com/bitblioteca/francisco_zambrano/navidad.asp


Segunda Guerra Mundial, un grupo de monjas atraviesa una plaza. El combate es tan feroz que hay más cadáveres que gente viva. Ninguna religiosa cae. Nadie les dispara. Hay gente que no está en guerra y ambos bandos la respetan. Así lo narra una de las secuencias más hondas de la película El día más largo del siglo, de 1962.

En Venezuela no. No solo el Grinch Ortega y el Grinch Fernández rechazan la proposición gubernamental de tregua navideña, sino que encima disparan a todo el que ingiera alimentos y viva del petróleo, o sea, a todos menos a Chávez. Lo que permite vislumbrar el despotismo que instaurarían. En su furia no se salva ni la leche de los bebés.

Ni Bush se salva. La conservadora y republicana revista Time advierte que Chávez «podría salvarse de la huelga» (18 de diciembre de 2002). Modos oblicuos que usa Washington para exponer lo que no puede decir directamente: a través de un vocero oficioso. Tim Padgett, jefe de la oficina de Time en Miami, declara (mi traducción):

No veo cómo la oposición pueda sacar [a Chávez] pronto. Primero, Chávez tiene aún apoyo suficiente entre los venezolanos para garantizar un buen contragolpe. Quizá no cuenta con el respaldo, que una vez tuvo, de más del 50%, pero sí suficiente para crear un peligro serio de derramamiento de sangre si es derrocado. La segunda razón es que la oposición está produciendo más calor que luz. Su estrategia está mal definida; su organización es deficiente y no ha generado ningún líder propio como foco para desafiar a Chávez. En tercer lugar, la oposición tal vez no vea la alianza que, aun a regañadientes, existe por el momento entre Chávez y la administración Bush. Con los Estados Unidos decididos a invadir Irak, es necesario mantener el mercado petrolero tan estable como sea posible [...]. Y eso significa que Washington no puede darse el lujo de enajenarse a Chávez. En efecto, en los últimos meses el gobierno de Bush y Chávez han estado de lo más acaramelados negociando el flujo de petróleo hacia los Estados Unidos. Si se dejan ver apoyando a la oposición y Chávez se las arregla para sobrevivir, Washington podría verse en problemas.

[...] Los Estados Unidos están tratando a Chávez con guantes de seda y sin el apoyo de los Estados Unidos la oposición es relativamente débil, a pesar del desastre que pueda causar a la economía.

[...] La huelga podría terminar si la gente deja de creer que Chávez está a punto de irse. Esperaban verlo depuesto para Navidad. Si todavía está en el poder en la primera semana de enero y los Estados Unidos no se muestran impacientes por participar, la oposición pudiera tener que reevaluar su enfoque. Hasta ahora el ambiente ha sido de celebración porque los opositores creen que Chávez está a punto de irse. Pero no necesariamente aprecian con claridad hasta qué punto las cosas han cambiado, especialmente en Washington [ver texto completo de la entrevista].

Hay algo peor, la esencia del problema: no ven al pueblo. No pueden verlo porque no quieren verlo. Todavía el director de Venevisión, un tal Ferreres, insiste, nada menos que delante de los corresponsales internacionales, que en abril a Chávez lo sacó y lo puso el ejército. Un capricho, pues. Como si esos corresponsales fuesen ciegos y encima idiotizados como el público que consume su basura. Con razón los corresponsales se retiraron abruptamente, pues, encima, los patriarcas de los medios les prodigaron toda estirpe de desplantes. Como decía el poeta Juan Liscano, «no oyen sino a ellos mismos».

El problema es constitutivo: si percibieran y respetaran al pueblo serían revolucionarios. Al pueblo lo creen una manada de borregos que llevan y traen por estas calles. Sí, marchista de oposición: lo estoy llamando borrego. ¿Cómo hago si usted no tiene la lucidez popular? Sí, marchista de clase media y alta, con posgrados: le estoy explicando que los cerrícolas, los tierrúos, los que llama horda y Lumpen, están viendo todo con más claridad y serenidad que usted. Y que yo, por supuesto. Ya quisiera más de un intelectual tener esa lucidez para un domingo. Sobre todo los intelectuales que firman manifiestos golpistas, garabateados por algún tinterillo, sin haberlos siquiera leído, supongo, porque no me atrevo a dudar de su competencia literaria (ver mis comentarios sobre la redacción faltosa de ese panfleto).

No es nada personal, pero las cosas no se vislumbran buenas para Ortega y Fernández, sobre todo cuando tengan que rendir cuenta a los medianos y pequeños empresarios que están arruinando manu militari en estas Navidades.

 



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