Escribí una breve nota el día de la muerte del comandante Chávez y otra al día siguiente, luego de participar en la multitudinaria manifestación popular con motivo de su traslado a la Academia Militar. Desde entonces no había sido capaz de escribir tres líneas. He leído mucho, sí. He tomado algunas notas. Pero sobre todo me he dedicado a escuchar atentamente a mi pueblo. He llorado con su dolor, que es el mío. He llorado de orgullo, de tanta dignidad, de tanto aprendizaje colectivo, de tanto coraje. Por las mismas razones, también he reído. Mucho. Me ha conmovido, además, su buen humor, su lealtad a toda prueba.
Tal vez no había sido capaz de escribir más de tres líneas porque no era el momento de hacerlo. Porque a veces hay que ejercer ese derecho que tenemos todos al silencio. Porque a veces sólo tiene sentido lo que se dice cuando se habla como sujeto colectivo y no como individuo. Porque uno sabe cuándo la palabra escrita sobra y lo que corresponde es dejarse llevar, asumir que se está en el ojo de la tormenta y lo que toca es mojarse bajo el aguacero de la historia.
Además, el duelo. Un duelo que exige un cierto recogimiento. Un duelo que es una pausa para recobrar fuerzas, para ordenar el pensamiento y encausar el sentimiento.
Nuestro duelo no ha sido ni será respetado. No nos debe importar tanto: después de todo, no es nada nuevo. Después de todo, nuestro duelo no será eterno. Este dolor tenemos que sacudírnoslo cuanto antes. Nos saben afligidos y nos quieren débiles, desorientados. Por eso nos provocan. Luego de la fuerza de gigante que hemos exhibido durante la última semana, se saben débiles y desorientados.
Orgullo. Dignidad. Aprendizaje colectivo. Coraje. Es parte del legado de Chávez. Con Chávez la política más nunca fue lo que solía ser. Dejó de ser la política sagrada de los plutócratas para convertirse en la política profana de los arrabales. La política pasó a ser la condición de los postergados e invisibilizados, de los que hasta entonces permanecían al margen. Chávez contribuyó a la humanización de la política, en la medida en que los seres deshumanizados por una sociedad fundada en la explotación y la marginación comenzaron a recuperar su condición humana.
Pienso en todo esto cuando termino de leer la carta abierta de María Gabriela Chávez a Capriles Radonski, y dirigida en general a todos los que han sugerido, cuando no “denunciado” expresamente, que el comandante Chávez no falleció el 5 de marzo pasado, lo que automáticamente convertiría a todos sus familiares en cómplices de una gigantesca y abominable farsa, y a todos nosotros en algo menos que animales de circo.
Hay que escuchar con detenimiento el deplorable discurso de Capriles Radonski del domingo 10 de marzo. Y el ejercicio debe implicar el esfuerzo por no ceder a la indignación.
Según Capriles Radonski, ”aquí le han venido mintiendo a los venezolanos. Todo esto que está pasando, todo esto estaba fríamente calculado: cuándo iban a hacer las elecciones… Nicolás le mintió a este país durante los últimos meses… Le digo a nuestro pueblo oficialista: a ustedes les mintieron durante semanas… ¿Nadie lo va a decir? Yo sí lo voy a decir. Porque yo respeto profundamente a los venezolanos. Jamás me verán… tratando de ganar algo con el dolor de otro. Jamás. Nunca… Miren, a mí se me murió mi abuela de cáncer. Yo no soy quién… para estar hablando de mí, que los problemas míos no son los de los demás, son mis problemas. Esa es una enfermedad terrible. Y tú, Nicolás, yo sé que me estás viendo, fuiste capaz de salir frente a unas cámaras y jugar con la esperanza de millones de venezolanos… ¿Quién sabe cuándo murió el Presidente Chávez?”.
María Gabriela ha respondido: ”Es sencillamente inconcebible pensar que una familia entera, hijos, hermanos, nietos, padres, nos hayamos podido prestar para tamaña mentira… No es justo, no es humano, no es aceptable que ahora pretendan decir que hemos estado mintiendo con respecto a la fecha de su partida”. Finalmente ha escrito: “siempre se ha dicho que la política es sucia. Señores, por el bien de la patria, les exhorto a hacer política y a no ser tan sucios”.
Las palabras de Capriles Radonski no sólo han sido un acto de provocación. Han sido una muestra de la política más sucia y ruin, que tanto contrasta con la politización que ha experimentado el pueblo venezolano durante los últimos años. Una política sucia que tendremos que seguir derrotando, para que sea más humana la sociedad venezolana.
A la familia del comandante Chávez, a María Gabriela y su silencio forzosamente interrumpido, vaya mi solidaridad y mi respeto. De resto, bien valía la pena el modesto esfuerzo de escribir más de tres líneas, aunque sólo fuera para decir lo que ya todos sabemos, así fuera no más que para saberme acompañado.