Soy uno de los millones que hemos lamentado y llorado la muerte de nuestro amado presidente. Me sentí tan deprimido, que se me subió la presión arterial que motivó que mi esposa me llevara corriendo a un CDI donde me atendió un médico cubano quien me dijo que debo aprender a controlar las emociones porque la alta tensión me podría causar males peores. Pero que puedo hacer -le dije- Ponte a trabajar -me contestó-
Comprendí que el médico tenía razón. Por la salud de república y en honor de nuestro comandante supremo, todos tenemos que dejar el llanto y ponernos a trabajar. Y a trabajar de verdad, no de la boca para fuera. Porque Chávez fue un trabajador incansable. Trabajó tanto que cuando se dió cuenta que su salud lo estaba abandonado, era demasiado tarde. Chávez, murió como lo que fue: El trabajador número uno de la patria. Por eso yo les digo que llegó la hora de apartar el llanto por su muerte y ponernos a seguir su ejemplo. Tenemos que apartar los sentimientos por un tiempo y sacar fuerzas de su recuerdo para triunfar en la batalla del 14 de Abril.
Los días que faltan para esa fecha tienen que ser de trabajo y conciencia, conciencia y trabajo. Tenemos que estar atentos a los pasos del enemigo pero sin caer en la pendejada de estar respondiendo a todas la inmundicias que salen de sus podridas bocas. Hacerlo, sería darle importancia a quien o a quienes no la tienen. Responder a toda su basura mediática es caer en el jueguito que ellos tienen desde hace catorce años, juego en que muchos de nosotros y altos funcionarios del gobierno lamentablemente hemos caido. Ellos, seguirán usando las infamias y las mentiras para tratar de mancillar el honor de Chávez, Maduro y la revolución. Ese seguirá siendo su juego hasta que nosotros les hagamos tragar todas sus canalladas para siempre. Si no pudieron antes, ¿Ustedes creerán que podrán ahora? ¿Verdad que no? Entonces no le demos importancia a quien no la tiene.
Faltan treinta días para que nuestro amado Hugo Chávez sea llevado de nuevo a la presidencia en hombros de Nicolás Maduro y en hombros del pueblo por el cual se consumió. Treinta días que a lo mejor no son muchos, pero serán treinta días que harán historia como nos acostumbró hacer Chávez. Estos treinta días formaran parte del legado que él nos dejó. Y digo historia porque la paliza que le daremos a ese chulo de la política que es Capriles, entrará en los anales históricos de la nación como la victoria electoral jamás nunca vista antes. Asi, que: dejemos tranquilos (por ahora) a caperucita y sus lobos pero eso si teniendo como siempre los ojos bien abiertos y los oídos bien atentos.
Treinta días en que usted y yo que apoyamos este proceso y que quizás tengamos diferencias ideológicas de fondo y de formas en su conducción, hagamos de un lado dichas diferencias para ponernos a empujar el carro de la revolución, hasta que llegue al punto del no retorno. Hasta que aplastemos definitivamente a nuestros enemigos imperiales y nacionales. Hasta que el socialismo sea una realidad en toda la geografía venezolana. Hasta que el socialismo llegue a todos los hogares, a todas las escuelas, liceos y universidades. A todos los campos y sus campesinos. A todos los medios de producción social donde el trabajador este produzca para él y para todos nosotros. Hasta que cada quien vea cubierta sus necesidades y a cada cual se les reconozcan sus capacidades. Hasta que Chávez se sienta orgullosos de todos sus hijos como a él le gustaba llamarnos y entre triunfante al Panteón Nacional donde deben de reposar sus huesos.
A trabajar... a trabajar camaradas. Hay que dejar de llorar por ahora y para siempre. Se que el llanto no es muestra de debilidad, pero puede mermar nuestra capacidad de pensar y de luchar y eso lo puede aprovechar los que siguen odiando al comandante presidente y nos odian a nosotros. Si somos hijos de Chávez, quien podrá con nosotros.
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