Otra mirada a la abstención

Mucha tinta ha corrido sobre el fenómeno de la abstención en las elecciones del pasado 7 de agosto. El catastrofismo y tremendismo han sido la nota predominante y enfermiza, en las interminables y triviales especulaciones escuálidas a propósito del comportamiento ciudadano en los recientes comicios. Las mas avezadas conjeturas politologicas de la precaria y decadente derecha venezolana proclaman el fin del mundo y el derrumbe inminente de nuestro sistema político republicano y democrático, de amplia participación ciudadana y popular.

Yo tengo una opinión contraria a estas conclusiones apresuradas de la caverna. Sin pretender minimizar esta particular y coyuntural tendencia en el comportamiento electoral, no creo que la cosa de para anunciar el apocalipsis. Después de todo, tal como lo sostiene James Harrington, el filosofo británico del siglo XVII, puede que cierto nivel de apatía política signifique que las cosas marchen bien; este nivel de indiferencia en el ámbito local puede estar indicando que, en la Republica Bolivariana de Venezuela de principios del siglo XXI, la ciudadanía ha llegado mas o menos a unos acuerdos sobre los problemas fundamentales de nuestra nación (¿Qué se debe hacer con la renta petrolera? ¿Cuál debe ser el sistema de gobierno? ¿Cómo deben ser nuestra relaciones con el gobierno de los Estados Unidos?).

En el escenario parroquial, local y municipal, lo que se observa es un amplio nivel de satisfacción ciudadana con las políticas públicas en salud, educación, empleo, alimentación y bienestar. Solo basta conversar con el ciudadano común en Caracas metropolitana, Valencia, Maracay, Barcelona, Portuguesa, San Cristóbal o Maracaibo, para darse cuenta que problemas de la vida cotidiana han sido resueltos gracias a las nuevas estrategias estatales y a los planes gubernamentales que lidera e impulsa el Presidente Hugo Chávez. Cosa que no ocurre en el resto de Latinoamérica, donde el hambre, el desempleo, la ignorancia, la inseguridad y las enfermedades, acosan a millares de personas en su diario vivir, bajo la mirada indiferente de las autoridades oficiales.

Entre otras cosas, la abstención que se acaba de presentar no hace sino desmentir, en la practica, el cuento falaz de que acá lo que tenemos es un régimen totalitario y despótico. Si esto fuera cierto, la votación debió ser del 90% o 100%, como ocurría con bastante frecuencia en la dictadura de Pinochet en Chile.

Será tan democrático y participativo el gobierno del Presidente Hugo Chávez, que cada quien pudo obrar libre y soberanamente en este caso, como en muchos otros. A nadie se obligo ni forzó a ir a las urnas en este evento municipal. La prueba es que muchas personas optaron por cierto nivel de apatía electoral, sin que tal conducta les significara reacción arbitraria de alguna autoridad pública; ni amenaza alguna.

Este escándalo con la abstención es muy similar al que se ha hecho con lo de la libertad de prensa. Nunca Venezuela había disfrutado de tanta liberalidad en esta materia, y aun así quienes todos los días abusan de la tolerancia y las libertades existentes, se quejan de la falta de libertad. Eso no se los cree nadie y es lo que explica la agonía de esas páginas amarillas en que se han convertido ciertos periódicos al servicio del imperialismo y la oligarquía empresarial.

La abstención, desde luego, no desdibuja la abrumadora victoria de quienes nos identificamos plenamente con el proyecto de la revolución bolivariana. Bien ganadas las mayorías de los factores que dan soporte político al gobierno. Esa es la verdad incuestionable. Es cierto que se presentaron algunas fallas, como aquella que dejo sin representación en la corporación municipal de El Libertador al Partido Comunista, no obstante su alta votación. Es algo lamentable pero tampoco el principio de una feroz guerra civil ni nada que se le parezca. El CNE tendrá que corregir estas deficiencias derivadas tal vez de un equivocado sistema de escrutinio.

No es cierto que estemos presenciando, con lo ocurrido el 7 de agosto, un proceso de derrumbe político. Esas son majaderías de charlatanes sin oficio. Nunca en la historia de Venezuela se dio, como se ha dado en esta brillante primavera de la Republica Bolivariana, un nivel tan alto de participación ciudadana en los asuntos del Estado. Más de ocho (8) eventos electorales, en los últimos siete años, confirman los buenos niveles de conciencia política desarrollada por los sectores populares. Un avance histórico que mentes enceguecidas y obcecadas se niegan a ver porque así lo determinan sus estrechos intereses de elite.

Llama la atención como todos estos escuálidos que han armado esta bulla sobre la abstención, callen frente a lo que ocurre en otras latitudes donde gobiernan sus ídolos preferidos.

Para no ir muy lejos, les aconsejo a estas luminarias que miren lo que ocurre con el ultraderechista presidente de Colombia, don Álvaro Uribe Vélez. Este cacao de la oligarquía paramilitar, tan exaltado por sus virtudes por los columnistas de la derecha escuálida apenas si logró reunir en su elección un 20% del censo electoral que llega a los 27 millones de ciudadanos. O sea que la abstencion fue el 80%. Pero eso no importa. A la oligarquía empresarial venezolana, que asistió en masa a una reciente fiesta de cumpleaños del caudillo paramilitar en Medellín, llena de extravagancias propias de las mafias del narcotráfico, lo único que les interesa es que es un gobernante que a ellos les conviene porque favorece sus ambiciones de lucro y enriquecimiento sin medida.

Seguramente las elecciones de la Asamblea legislativa a fines de año y las de Presidente el año entrante, van a mostrar una elevada participacion ciudadana. Muchos compatriotas intervendran en estas jornadas electorales motivados por otros temas y expectativas. En esos momentos otros seran los argumentos de la derecha para descalificar nuestro proceso de transformaciones revolucionarias. Pero, de nuevo, los hechos se encargaran de desmentirlos por que siempre van en contra via de la historia. O a lo mejor para esa epoca ya ni siquiera existan estos asalariados del imperio y las multinacionales. Para fortuna de las grandes mayorias populares.


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Horacio Benitez


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