Ya el jueves 18 de abril en la noche hubo amainado la furia de las cacerolas. ¿A cuál de estas razones se debió en primer lugar el corto aliento de esta pacífica protesta inducida por el candidato perdedor? a) La clase media hacía maletas para disfrutar del largo y contundente feriado. b) Los cohetazos de las noches anteriores y su estruendosa contundencia. c) La contundencia con la que el gobierno, en la voz de Jorge Rodríguez, puso en relieve las mentiras del candidato perdedor. d) El contundente reconocimiento internacional al triunfo de Nicolás. e) La contundencia del convencimiento de que cacerola no tumba gobierno y que mientras ellos machacaban su despecho con las cucharas, nosotros rumbeábamos celebrando aunque sin dejar de estar mosca.
Respetando las motivaciones que haya tenido cualquier venezolano para votar por quien le vino en gana, no me cabe en la cabeza que una buena cantidad de emisores de votos castigo y de ingenuos creyentes en promesas de cumbiambera no estén ya reflexionando sobre en las manos de qué encantador de serpientes estaban poniendo su futuro y comiencen a avizorar lo cerca que estuvieron de su Guatepeor, al quedar en evidencia la desfachatez con que miente el susodicho candidato perdedor.
No sabemos cuál es la composición del electorado minoritario, de cuál porcentaje de adultos mayores que ahora tienen pensión gracias a la política humanista, socialista, del comandante eterno, se alumbró con las demagogas ofertas de bonos de alimentación y de salud del candidato perdedor, del candidato de la burguesía, clase para quien, si llama a los desempleados “ejército industrial de reserva” los ancianos no son más que el ejército industrial de desecho; ni tampoco cuál es la proporción de los trabajadores y trabajadoras que ante el momentáneo bajón de su poder adquisitivo, olvidó los catorce años que el proceso bolivariano ha defendido su salario real y se dejó embobar por un improbable aumento del 40 % de un solo mamonazo ofrecido por su enemigo de clase. Sin duda, hay ahí buena parte de los 700.000 votos extraviados.
Pero lo que sí sabemos y nos preocupa es que la oposición se ha posicionado en la voluntad de una buena parte de compatriotas quienes ven en las mentiras del candidato perdedor una estrategia electoral válida en su intento para salir del régimen, de este régimen que aunque ha fortalecido a amplios sectores de la clase media, estos no le perdonan que haya también mejorado las condiciones de los estratos sociales que consideran inferiores, produciéndoles temor a perder la ilusión de superioridad que copian de la verdadera burguesía. De este temor nace el odio que nutre al fascismo y la violencia capaces de destruir un país próspero y llevarlo al reino de los escombros, de las carencias y de la muerte.
Un sector de nuestra Venezuela en el cual, qué lamentable, hasta quienes ejercen la siquiatría o la guía espiritual se han disociado de la realidad de tal manera que, perdiendo una elemental capacidad de análisis y alejados de los valores éticos fundamentales, dependen de las mentiras de su dirigente, el candidato perdedor, para (dis)funcionar socialmente, y así vemos como venezolanos amables con quienes se podía compartir un almuerzo o disfrutar una velada, azuzados por él, se convierten en energúmenos de boca espumeante que pasan a la violencia física y agreden matando o hiriendo a varias decenas de venezolanos.
Sería risible la imagen de verlos atollados en su propia mierda, si estos venezolanos no fueran punta de lanza del plan imperial para volvernos a quitar el petróleo. Desgraciadamente tenemos los espejos de Siria, Libia, El Líbano, Yugoeslavia para mirar los estragos de una guerra civil inducidas por Estados Unidos y sus aliados. Mientras tanto, los tontos útiles siguen suplicando mentiras.