Unidad consciente y resolución irrenunciable de vencer es la única divisa

¡Ya basta de vacilaciones!


La derecha nos está torciendo el brazo, lo admitamos o no. La conspiración multisápida (con un poco de todo como la hallaca) está en pleno desarrollo. En muchos casos –no exagero- lucimos impotentes para obligarlos a cumplir las leyes. El pueblo noble y sencillo se encuentra a diario con el terrible dilema de que es asaltado sin miramientos mientras demasiados burócratas para no indignarnos se hacen los “suecos” o miran cómplices por activa o por pasiva para otro lado.


Frente a esta nueva agresión en marcha sólo tenemos una infranqueable defensa: conciencia del momento histórico, conciencia de clase, defensa de nuestros valores a cualquier costo, profundizar la organización popular con la convicción absoluta de que nos acompaña la razón ética y no hay fuerza en el mundo capaz de derrotar la idea de libertad absoluta, de paz e igualdad que nos hace pueblo de esperanza para nosotros mismos y para el mundo entero. Unidad a todo evento por la independencia de una patria soberana sin concesiones al enemigo ni medias tintas. La revolución nunca será protagonizada por un pueblo dormido o blandengue. Debemos ser revolucionarios haciendo revolución y socialistas construyendo el socialismo. Hoy esta indeclinable resolución pasa por el respaldo a Nicolás Maduro.

Visto así, es condición insoslayable de l@s revolucionari@s la radicalidad más absoluta. Sin equilibrios que usualmente conducen a la traición sino radicales para ir al fondo de las cosas asumiendo la lucha por la patria y el socialismo con todas sus consecuencias. En términos de ejemplos paradigmáticos ahí están Jesús de Nazaret, Simón Bolívar o Chávez. Así los percibieron los poderosos de sus respectivos tiempos, su radicalidad en la defensa de la libertad, la igualdad y la justicia fue tal que les condujo, a uno al Gólgota, al otro a San Pedro Alejandrino y a Chávez al sacrificio de su vida hasta consumirla como lo hace una vela el 5 de marzo pasado.


Fueron, como tenemos que ser cada uno de nosotros, decididamente radicales tanto en sus entregas como en sus exigencias. La patria y la esperanza socialista debemos defenderlas como ellos lo hicieron. Cualquier otro bien debe ser sacrificado si entra en contradicción con el bien supremo de la Patria. El compromiso, fruto de una sólida conciencia de la justicia de nuestras ideas de humanidad no admite medias tintas. “Ser revolucionario es el escalón más alto al que puede elevarse un ser humano” El camino que lleva hacia ese reino de igualdad, de paz y de justicia no es ancho, no es cómodo ni equilibrado sino estrecho y escabroso. Los que emprendemos ese camino debemos romper con todos los esquemas heredados de la vieja cultura y una vez puestos en marcha no mirar atrás añorando “las cebollas de Egipto”

Tiempo de radicales verdaderos, ese es el signo inequívoco y urgente de nuestro tiempo para desalentar al enemigo. Tiempo de vivir esa radicalidad en nosotros mismos y en nuestra forma cotidiana de vida. Tiempo de consubstanciarse con los oprimidos siendo uno entre ellos. Tiempo de demostrar nuestra alegría irrenunciable al vivir humilde y dignamente tal como lo proponemos en el discurso. Tiempo de convencer al pueblo de que el socialismo sólo los despojará de una sola cosa: las cadenas. Tiempo de propuestas cargadas del fuego sagrado de la patria, de la igualdad –establecida y practicada-, de la libertad y la justicia. Tiempo de Revolución verdadera a partir de nosotros mismos. Nada contagia más que el ejemplo.

¡CHÁVEZ ES EJEMPLO!
¡CHÁVEZ ES LEGADO DE PATRIA Y SOCIALISMO!
¡CUADRO CERRADO CON MADURO, VACILAR ES PERDERNOS!



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Martín Guédez


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