Ha sido muy oportuna la iniciativa del Gobierno Bolivariano del Presidente obrerista Nicolás Maduro de convocar a muchos compañeros venezolanos, latinoamericanos y del mundo para participar en las numerosas actividades que se llevaron a cabo en el país en conmemorar de los 40 años del Golpe de Estado fascista contra aquel otro gigante y eterno revolucionario chileno Salvador Allende. Y decimos muy oportuna puesto que el mundo, pero particularmente nuestro país, ha experimentado el resurgimiento y el accionar criminal del fascismo contra la Revolución Bolivariana.

El terrorismo, la represión política, los golpes de Estado y las guerras que vive el mundo tiene su explicación misma en la agonía del sistema capitalista; en la crisis estructural capitalista que se traduce en numerosas e interminables crisis económicas, políticas, pero que también se manifiesta en la crisis de la apariencia “moral” del sistema. Los Estados nacionales se han vuelto un estorbo para las infames políticas neoliberales que exige la plutocracia mundial. Al tiempo que la democracia burguesa representativa ha dejado de servir a la clase dominante criolla lacaya del imperialismo, puesto que ha permitido colar por sus grietas a líderes revolucionarios y progresistas.

El desempleo creciente y los problemas sociales que apareja la crisis capitalista promueven las rebeldías de muchos pueblos en el mundo. Desde Europa hasta Asia, América y África; centro y periferia capitalista yacen marcados por numerosos torbellinos de protestas sociales. Pueblos enteros sobran y estorban al sistema capitalista, razón que conduce a los estrategas del imperialismo en adoptar medidas brutales. Ha llegado nuevamente la hora de la barbarie. Decía Bertold Brecht que "No hay peor fascista que un burgués asustado".

Pero si un fascista es un “burgués asustado” muchos nos hemos preguntado ¿Cómo definir a la clase media y a los proletarios que militan en las filas del fascismo? ¿Cómo identificar al fascismo en Venezuela?

La burguesía que siempre se han creído propietaria del país, por eso nunca ha aceptado ni aceptará que haya sido bajada de su trono en el Estado y que sean tocados sus intereses por una revolución socialista. Es cuando la burguesía nos muestra su verdadero rostro criminal y comienza su campaña de manipulación e intoxicación de las masas para ganarse al resto de las capas sociales en pro de sus objetivos políticos.

Es cuando los elementos más reaccionarios de la derecha venezolana se vuelven en los promotores del miedo, el odio y la intolerancia para despertar y movilizar los sentimientos más bajos, viles y egoístas de las masas. Promueven el odio contra la izquierda. Buscan penetrar en las masas, ganarse su apoyo manipulando sus miedos para así servirse de estos en favor de sus intereses. Niegan de tajo la democracia, aunque en sus discursos manifiesten defenderla, puesto que para ellos “los pobres son demasiados brutos, incultos como para tener un gobierno dirigido por uno de los suyos: un obrerista”. El voto de las mayorías no vale.

El vulgar y estúpido fascismo venezolano posee una particularidad "especial", se han divorciado del nacionalismo, aunque manipulan con un falso discurso chovinista diciendo que “el gobierno revolucionario es controlado por Cuba y regala el petróleo”. Esta razón explica el por qué los fascistas criollos buscan manipular la historia del país, destruir la imagen del Libertador Simón Bolívar y promover una idea de inferioridad cultural en los venezolanos. Mientras manifiestan admiración por Estados Unidos y Europa, nos ocultan la historia criminal del imperialismo, al tiempo que exaltan su criminal arrogancia como ejemplo de autoridad.

Los fascistas criollos no cuentan con gorilas y un Pinochet para repetir la historia chilena en Venezuela. Lo intentaron contra el Comandante Chávez en el 2002 pero fracasaron. Hoy muchos sueñan con desestabilizar al país para convertir a Venezuela en una nueva Siria; sueñan con una guerra civil (paramilitar) para justificar una intervención imperialista en Venezuela que restituya el poder del Estado a la clase dominante y reinicie la entrega del país al gran capital trasnacional.