En este país donde pasa de todo a toda hora, momento y lugar, asistir a un proceso de elecciones para seleccionar alcaldes y concejales parecería una actividad pueril dentro del dramático escenario que representan las interminables colas, paros, manifestaciones y concentraciones de una ciudadanía harta de tanta incertidumbre.
Sin embargo, tomando en cuenta nuestra ancestral herencia hispánica, estas elecciones conforman una tradición que se remonta a los primeros tiempos cuando en la España medieval se comenzaban a crear los primeros condados y con ello, los representantes del pueblo que durante un tiempo disponían de mando para actuar en nombre del pueblo.
Con los primeros condes, como Fernán González, noble, poeta y soldado, se construyó una tradición de vida regida por la actividad de los ciudadanos quienes cada año se agrupaban en la plaza central de los condados a escuchar la alocución de sus gobernantes para aprobar o no su gestión.
Esa tradición iniciada en los siglos IX-X se continuó en la América hispana con una estructura político-administrativa similar y donde los llamados alcaldes de primero y segundo votos, juegan un papel importante en el desarrollo de las primeras poblaciones.
En esos primeros asentamientos poblacionales se va a ir configurando una práctica de la vida comunitaria de importancia sustancial en la conformación de una consciencia ciudadana que será decisiva en el desarrollo de la sociedad colonial y posteriormente, en el nacimiento de la república.
Por estas razones las elecciones municipales resultan, desde esta visión de tradición cultural, quizá más importantes que las de presidente de la república o gobernador de estado.
Y es así porque ellas conforman la base donde se asienta la ciudadanía en su vida diaria, en sus hechos y vivencias de su sociabilidad. El ciudadano tiene en el alcalde y concejales a los más cercanos servidores públicos. Son ellos quienes deben dar solución en la cotidianidad de la vida a los problemas puntuales, a los reclamos directos de los ciudadanos.
Es necesario recuperar la tradición cultural que significan las alcaldías y los concejos municipales en la consciencia colectiva de los pueblos.
Más de cinco siglos han construido todo un imaginario colectivo en la tradición de una práctica ciudadana que ha tenido en esos primeros servidores públicos, sus primeros mandatarios, quienes han configurado en ordenanzas y demás instructivos legales, la regularización de la vida en el venezolano de siempre.
Esos primeros ciudadanos a quienes daremos, con nuestro voto, autoridad para legislar y también para actuar ejecutivamente, son vecinos, individuos que conocen y tal vez padecen la problemática de la cotidianidad: la inseguridad, el alto costo de la vida, la incertidumbre y el constante acoso del Estado centralizado sobre nuestros espacios político-administrativos.
Por lo tanto, ejercer el voto para seleccionar a los mejores representantes a estas importantes posiciones de gobierno, es tanto un derecho y un deber, como un privilegio que tenemos como ciudadanos conscientes, responsables y políticamente activos para asegurar la continuidad de nuestra tradición cultural e histórica en el fortalecimiento de las estructuras administrativas de nuestra sociedad.