Bolívar a 183 años de su siembra: inspiración incandescente y candente en la apuesta educativa

La noche avanza y la figura de Bolívar se trasnocha en la medida en que el reloj anuncia que su pensamiento se afirma en él mismo y se deshilacha en el pensar de cada caudillo que “cobra” los servicios a la patria con terrenos , con cargos públicos y fundamentalmente con la destrucción de los significados de aquella obra fundacional.

Los estertores de la patria grande son de su misma dimensión . Nada ha sido tocado con la preocupación necesaria, los esclavos no han sido redimidos tomando en cuenta sus decretos , los mestizos , los campesinos , todos aquellos que formaron parte de la tropa libertadora han quedado consumidos por los vicios o han sido relegados a la “caja fuerte” del olvido .

José Antonio Páez , el centauro de la Quesera del llano había jugado con las aspiraciones de los llaneros y señalaba que bien estaría prometerles tierras, pero que no había porque cumplir con tal promesa . Y cuando José Gregorio Monagas, en 1854, decreta la abolición de la esclavitud, no hace otra cosa que comprarle los esclavos a los amos, que estaban en la quiebra entre otras cosas por el mismo régimen esclavista.

La panorámica se va acortando y haciéndose más borrosa. Antes de expirar, Bolívar siente los clavos de su ataúd, la enfermedad le aniquila, le deteriora y lo convierte en huesos andantes, huesos forrados con cueros que ya no tienen carnes de donde ajustarse; la conspiración, la traición, el empuje en contra de la unidad, van fulminando un espíritu cuyas fortalezas han quedado menguadas luego de haber “arado en el mar”: el antibolivarianismo se ha acentuado y la muerte de Sucre, asesinado en Barruecos, despega la última columna de sus fuerzas.

El proceso en contra de Bolívar era tal que el Sucre de siempre, el amigo de toda la vida, era un objetivo para dejar huérfana a América; nada que pareciera u oliera a Bolívar debía quedar en pie.

El Cóndor de los Andes va torciendo sus alas afectado no por el frio intenso de las cumbres, las mismas que coronaba victorioso, sino por el hielo fulminante de la incomprensión adrede, por los hielos determinados, por la expulsión de la tierra liberada, de la suya…. No volverá a volar haciendo siluetas de poemas sobre el éter.

La musa del guerrero, del político, del tribuno, del teórico esta vencida y los “críticos” de su musa esperan como carroñeros su descomposición y debatiéndose en pantanos de intrigas y de fiebre debilitadora, sucumbe, no sin que antes la libélula de la despedida acuse sutilmente a los enemigos de la patria Grande. El paso firme y la mirada penetrante disienten entre sí.

El uno ha cedido su puesto al simulacro de la serpiente, la serpiente ya no tiene un campo abierto donde enseñorearse; tan solo se atina a prevenirse en el espacio vital de la cama que le ha residido, sin saber ni ella, ni las sabanas que la cubren, el orgullo de acompañarla y recibir las caricias deshueso… al borde del penúltimo suspiro.

La otra tiene la débil profundidad del desatino, del que la mira acercarse sin poder brindarle una batalla porque ella tiene toda la Geografía a su favor, tan solo atina a presentar una escaramuza para hacerle entender que aún no está vencido y casi con la lanza de la pluma, la única que le quedara del porqué de la guerra exclama…

“Colombianos: habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiabas de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de nuestra credulidad y hoyaron lo que es más sagrado, mi reputación y mi amor por la libertad. He sido víctima de mis perseguidores que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono”.

Todos los grandes, los gigantes de la acción y pensamiento por haber vivido en sociedades de relaciones de poder, de cuerpos de batallas, le hoyaran su reputación y prestigio, es la vida de ayer y hoy, en general sigue siendo la misma batalla, por ello sigue su última proclama;

“Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien estimable de la unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la oligarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales. Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajare tranquilo al sepulcro”.

¿Qué tocó el clarín? ¿Retirada o avance? ¿Dolor y recogimiento o celebración de los chacales?

En su agonía, el cóndor arregla el nido para tomar su vuelo último…

El viento sopla ensortijado. No atina ir del naciente o al poniente; se olvida del norte, del sur. Se encabrita y parte desde el suelo hacia las alturas y, entonces, el Cóndor es un despojo material absorbido por la aspiradora de los tiempos acompañada de la centrifuga de la historia que decanta las impurezas para que ellos se cobijen la sarna.

Desde un punto sin espacio alguno, Bolívar había pensado a Sucre con las piedras ubicadas en dos enormes montículos.

Y nosotros, En el comienzo de esta segunda década de otro milenio, dibujaremos a Bolívar con un creyón de seda; plasmando su figura vivo y emprendedor en el monte Sacro y nostálgico o, tal vez, apesadumbrado auriga en el Chimborazo.

Con dardo a oído el reloj marca resonando: una de la tarde, 17 de diciembre de 1830. Reverendo exclama, “!señores, su excelencia, el libertador Simón Bolívar ha dejado de existir!”.

Y como centauro, Montilla “(…) se dirigió al reloj. Lo detuvo para siempre.”

América no termina un luto para entrar en otro mayor… en junio el gran mariscal de Ayacucho, en diciembre el libertador.

Los caminos segados por una brisa que levanta polvos de tristezas y esperanzas, nacidos del dolor de las ausencias, serán las veredas por donde marchan los hijos dignos y por donde algún día volverán las ansias de libertad…

Hoy, 17 de diciembre del 2013, me pregunto si la frase de Neruda no estará incompleta.

Bolívar hizo lo que era su responsabilidad histórica, ¡hagamos nosotros lo que nos corresponde! Nos aspiremos la gloria de Bolívar pero tampoco nos permitamos vivir en la guarida de Páez y Santander. El tiempo se agota. No pretendamos esperar a un Marino Montilla que detenga nuestro reloj.

La educación sigue siendo el piso de los resortes de impulsos, con ello otro tipo de escuela y de universidad, quizás sin escuela y sin universidad, estamos en el tiempo de revisitar a Rodríguez para inventar o errar.

La educación aparece retratada en Bolívar, como cuña fundamental para la empresa de independencia y para la posterior fisonomía de los países que anunciarían su presencia institucional ante el concierto del planeta tanto en el momento de la guerra como en el instante de lo que podríamos llamar, el de la intentona de paz, en medio de aquel calvario que significó el brote de inconsistencia política, que definitivamente llevaría a la disolución del proyecto mayor.

La educación gravita en el pensamiento de Bolívar, presentando esa tarea de educar, no solo como moralizante, sino como generadora de conocimientos y desenlace político, así como garantía de la libertad.

En tal sentido José Luis Salcedo Bastardo destaca la enorme significación que la educación tenía en Bolívar cuando muestra en su trabajo “Empeño y desempeño cultural” lo señalado por el libertador de 1828 al rector de la Universidad de Bogotá, años después de haber propuesto la creación de una escuela para desvalidos, huérfanos , etc. (…) “ningún objeto será de tanta preferencia para mí en lo sucesivo como la dirección de esos retoños de la vida , de esos ciudadanos que van a ser los sucesores de nuestros derechos , de nuestra libertad y nuestra independencia, para que conserven estos preciosos bienes por sus virtudes y por su ciencia e ilustración .yo dirigiré desde ahora mis pasos a la instrucción de los pueblos y a la de sus hijos” (Citado en Bolívar Quijote de América , Pag 138).

Cuántos quijotes más, América Latina los ha tenido y los tiene, hagamos quijotesca el porvenir, el porvenir en devenires donde la condición humana dibuje otra rostridad que al calor de nuestros pueblos, con sus expeditas organizaciones renueven subjetividades que tejan la Venezuela y la América Latina que como pequeño género humano ya nos vislumbraba Bolívar.



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Jesús Alejandro Marcano Fernández

Profesor titular de la Universidad Bolivariana de Venezuela UBV. Doctor en Educación en Uiversidad Pedagógica Experimental Libertador.

 marcanofernandez@gmail.com

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