La quinta estrella del Mercosur

El ingreso de Venezuela como miembro pleno del Mercosur se aceleró a consecuencia de la cumbre de Mar del Plata, donde los cuatro miembros de la alianza regional (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) más Caracas fueron los únicos que rechazaron el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Por otro lado, esta buena noticia es quizá la última oportunidad para profundizar la integración regional, que registra un fuerte estancamiento con tendencias hacia la disgregación.

Catorce años después de firmado el Tratado de Asunción que creó el Mercosur, la alianza no pasa de ser una unión aduanera imperfecta, en la que abundan las excepciones al arancel externo común (que unifica los impuestos aduaneros), no existe la libre circulación de mercaderías y proliferan las trabas comerciales entre los socios. La cumbre de Ouro Preto (Brasil, diciembre de 2004) se cerró con un fracaso a la hora de avanzar en la institucionalización del bloque, que debería haberse dotado de un parlamento y un programa común. Luego de la reunión de fines de noviembre entre Luiz Inacio Lula da Silva y Néstor Kirchner en Puerto Iguazú, para conmemorar los 20 años del primer acuerdo de integración entre Argentina y Brasil, se proponen relanzar la alianza regional y profundizarla con la integración de Venezuela.

Lula puso el dedo en el nudo de los problemas: "Nuestra integración no puede significar una especialización donde un país crezca en materia industrial y el otro en el papel de proveedor de bie-nes agropecuarios". La frase parecía dirigida a la federación industrial de Sao Paulo, el sector más intransigente en la disputa comercial con Argentina. El problema es que el comercio entre ambos países acumula 30 meses de déficit para Argentina, país que está siendo inundado por electrodomésticos brasileños. Este año el déficit duplica el de 2004, ya que las exportaciones brasileñas a su socio crecen seis veces más que sus importaciones. Peor aún: Brasil exporta a Argentina autos, teléfonos celulares, tractores y mineral de hierro, e importa trigo, petróleo, cebollas y harinas.

Las asimetrías son hijas de la crisis que barrió la región entre 1999 y 2001. El comercio bilateral se multiplicó 4.5 veces entre 1991 y 1998, pero entre 1999 y 2003 decreció al nivel de comienzos de la década: en 1997-1998, las exportaciones de Brasil al Mercosur representaban 17.2 por ciento de su comercio exterior, pasando a 5.5 por ciento en 2002. A la inversa, las exportaciones a Brasil de los tres países socios representaban en el primer periodo 31.3 por ciento de sus exportaciones totales; en 2004 eran apenas 16.4 por ciento. En este reacomodo la industria argentina es la gran perdedora: en 1998, 13 por ciento de las lavadoras y 11 por ciento de las heladeras con dos puertas que se vendían en Argentina provenían de Brasil; en 2003, las cifras habían trepado a 41 y 63 por ciento, respectivamente.

En 1980, la economía de Brasil era 1.1 veces mayor que la de Argentina y en 2002 la diferencia creció a 4.9. Entre 1990 y 1999 Brasil había captado 60 por ciento de las inversiones extranjeras directas en la región, y en 2003 representaban 95.5 por ciento del total, pero en la industria manufacturera fueron 23 veces mayores que las de Argentina. Mientras la industria automotriz argentina se descapitalizó durante la crisis y redujo su producción, la de Brasil siguió creciendo a ritmos vertiginosos.

El problema principal es que los gobiernos se han mostrado impotentes a la hora de acotar los daños del libre comercio, una suerte de monstruo que desfigura las economías introduciendo desequilibrios y desajustes estructurales que inviabilizan la integración. La pugna por las importaciones argentinas de electrodomésticos brasileños ha sido en realidad una pelea entre la multinacional argentina Techint y la industria paulista, sectores que presionan a sus respectivos gobiernos y amenazan con generar situaciones de ingobernabilidad.

Esas son las causas de fondo que traban la profundización del Mercosur y generan situaciones que los estados nacionales no pueden controlar. El ingreso pleno de Venezuela, que debe superar aún serios escollos, puede equilibrar las relaciones tanto políticas como comerciales. Kirchner, el más interesado en sellar el ingreso, aspira a que la presencia de Caracas en el bloque contribuya a contrarrestar el peso hegemónico de Brasilia en la región, que pretende diseñar un proceso de integración a su medida. En este sentido, la presencia de Chávez va a contribuir a acelerar los pasos de la Confederación Suda-mericana de Naciones (CSN), proyecto que hasta ahora enfrentaba a los presidentes de Brasil y Argentina por cuestiones de liderazgo.

La alianza con Venezuela puede ser clave para que Argentina supere su crítica situación en materia de hidrocarburos, cuando se aproxima la cosecha de cereales -entre marzo y julio próximos-, principal renglón exportador argentino. En paralelo, Chávez se comprometió a adquirir por lo menos 500 millones de dólares de deuda argentina, lo que puede contribuir a superar el cuello de botella que suponen los mil 700 millones de dólares que debe pagar al FMI antes de fin de año. Para Brasil, Venezuela ofrece excelentes oportunidades para la expansión de su principal empresa, Petrobras, que ha puesto los ojos en los yacimientos regionales. Entre los acuerdos firmados por Kirchner y Chávez a mediados de noviembre destaca la construcción de un gasoducto que unirá Venezuela con Argentina pasando por Brasil, lo cual puede considerarse una pieza estratégica de la integración.

Finalmente, con la integración de Venezuela el papel de la región en los organismos internacionales será más significativo. La próxima reunión de la OMC en Hong Kong puede ser una buena oportunidad para que el bloque muestre mayor capacidad de iniciativa y de negociación. La oportunidad de recuperar el tiempo perdido, en particular desde la firma del Consenso de Buenos Aires, entre Lula y Kirchner, hace ya dos años, está al alcance de la mano si los estados se deciden a poner límites al libre comercio.


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Raúl Zibechi / La Jornada


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