Esa curva contiene costos marginales crecientes, de manera que cuando se vende cualquier volumen de oferta al precio o costo marginal, todas las mercancías menos una cuestan menos que ese precio, razón por la cual cada una de estas unidades deja un margen decreciente de ganancia hasta llegar a la última unidad marcadora del precio para todo el volumen de la oferta en cuestión.
Una empresa que se guíe por semejante método ya tiene su ganancia incorporada en cada unidad vendida. Como la Ley de Precios Justos tolera hasta 30% de ganancia, si esta tasa se aplica al costo total de producción, de poco o nada serviría esa curva de costos marginales.
Sin embargo, corremos el riesgo de que la misma curva se use como costo unitario, a este multiplicarlo por el número de unidades, y a este producto añadirle, digamos hasta 30%; esta suma arrojaría un valor a partir del cual se determinaría el precio de venta. Todo luciría legalito, pero ese precio final sería injusto ya que ese costo unitario sería injusto de partida.
No pasemos inadvertido que la curva de costos marginales revela, ciertamente, el costo creciente de la última unidad producida en cada volumen de oferta, pero lo que realmente se busca con ella es vender más caro al ritmo creciente de la demanda[1]. De manera que refleja la apariencia de que la ganancia se buscaría en el mercado y no dentro de la fábrica.
29/03/2014 05:41 p.m.
[1] Este caso se presenta cada vez que aumenta el poder adquisitivo de los consumidores; ocurre en la época navideña en razón de los aguinaldos; en cada Primero de Mayo en Venezuela cuando se decreta incrementos salariales.