En la Revolución Bolivariana el parlamento y las elecciones han jugado un papel importante desde el principio. Algunos de los que imaginaban ser muy revolucionarios (e incluso “marxistas”) pero que entienden muy poco sobre la revolución, imaginan que esto descalifica por adelantado a la Revolución Bolivariana. Imaginan que las revoluciones y los parlamentos son fenómenos mutuamente excluyentes. Pero este no es necesariamente el caso.
Los marxistas no sufren ni de la enfermedad del cretinismo parlamentario (reformismo) ni del cretinismo antiparlamentario (anarquismo). No tenemos prejuicios de ningún tipo con relación a las armas que utilizamos en la lucha de clases. Estamos a favor de hacer uso de la maquinaria de la democracia burguesa en interés de entablar un diálogo con las masas, organizando y agitando. En este sentido estamos siguiendo las tradiciones del bolchevismo.
Lenin y los bolcheviques siempre utilizaron cualquier posibilidad para participar en las elecciones a la Duma y ayuntamientos, incluso aunque el régimen zarista las hubiera usurpado cualquier contenido democrático real. Utilizaron el trabajo parlamentario, incluso en estas circunstancias tan desfavorables, para construir el partido revolucionario y fortalecer su base entre las masas.
Es verdad que en la Revolución Rusa de 1917 la cuestión parlamentaria jugó un papel significativo. Aunque el Partido Bolchevique inscribió en su bandera la reivindicación de la Asamblea Constituyente como una serie de reivindicaciones democráticas, el surgimiento de los soviets de obreros y soldados una forma organizativa mucho más democrática y representativa que el parlamento más democrático, rápidamente se dieron cuenta de que esta reivindicación estaba obsoleta. El poder del soviet disolvió la Asamblea Constituyente. El parlamentarismo ruso estaba muerto desde el momento de su nacimiento.
Sin embargo, esta no era la única variante posible incluso en Rusia. Lenin y Trotsky en principio no descartaban la posibilidad de que la Revolución Rusa pudiera atravesar una fase de parlamentarismo. Esto no estaba en absoluto descartado por adelantado. En circunstancias diferentes, la Asamblea Constituyente podría haber jugado un papel central, como los parlamentos jugaron un papel importante tanto en la Revolución Inglesa del siglo XVII como en la Revolución Francesa del siglo XVIII.
La Revolución Francesa tiene muchas lecciones a este respecto y regresaremos a este tema en un futuro artículo. En Francia, todo el proceso revolucionario pasó a través de la Asamblea Nacional (o Convención) y se reflejó en el ascenso y la caída de partidos y dirigentes en la Asamblea. Pero esto a su vez era simplemente un reflejo del movimiento de las masas revolucionarias en París, que intervenían continuamente para purgar la Asamblea, eliminando al ala de derechas, a los elementos comprometedores y vacilantes, sustituyéndoles por dirigentes más enérgicos, decididos y revolucionarios. Al mismo tiempo, las masas proletarias y semiproletarias de París organizaron sus propias asociaciones y clubes que dirigían el movimiento. De este modo, el movimiento extra-parlamentario de las masas jugaba un papel determinante en lo que ocurría dentro de la Asamblea Nacional.
Las elecciones en Venezuela
La lucha parlamentaria es un escenario importante donde clases antagónicas se enfrentan y luchan para conseguir una ventaja. Sin embargo, en última instancia, la batalla real siempre se produce fuera del parlamento. Tarde o temprano, las cuestiones serias no se deciden en la atmósfera enrarecida de la cámara de debates sino en las calles, en las fábricas, en la tierra y en los barracones del ejército. Quién no entienda esto no comprende nada de la historia en general y de la historia de las revoluciones en particular.
Dependiendo de las circunstancias concretas, las tradiciones nacionales y la correlación de fuerzas de clase, es bastante posible que el parlamento pueda ocupar un papel importante en la revolución en determinados países. En Venezuela existe una cierta tradición parlamentaria, aunque es una tradición que estaba corrupta hasta la médula, quizás incluso más que en otras naciones burguesas (y son todas corruptas, particularmente en EEUU). Sin embargo, las masas y la clase media estaban acostumbradas a participar en las elecciones parlamentarias y expresar su descontento y aspiraciones votando a los partidos políticos.
En las elecciones parlamentarias a la Cuarta República era un simple juego de crear la ilusión de que la población tenía una elección y podía determinar la vida política de la nación una vez cada pocos años. En realidad nada cambiaba. El poder seguía en manos de la oligarquía y sus compinches políticos de los diferentes partidos. Esto fue incluso institucionalizado en los acuerdos de Punto Fijo en 1958 por los principales partidos (AD, COPEI y URD).
Sin embargo, todo eso cambió en febrero de 1989. Los líderes de la “democracia” venezolana declararon la guerra a su propio pueblo. Dispararon contra hombres, mujeres y niños desarmados en las calles de Caracas sin piedad. Dieron a la población de Venezuela una lección excelente de las realidades de la democracia burguesa, que en cada caso es sólo una hoja de parra para ocultar la dictadura de los bancos y los grandes monopolios. Los últimos están dispuestos a tolerar la democracia en la medida que no amenaza su dominio de clase. Pero en el momento que la democracia amenaza el poder de los capitalistas, los banqueros y los terratenientes, la máscara sonriente es arrojada a un lado y la clase dominante afirma su poder por medios violentos.
El Caracazo arrojo todo al crisol. De la noche a la mañana, las instituciones de la democracia burguesa formal quedaron comprometidas sin esperanzas a los ojos de las masas: el viejo parlamento, constituciones, leyes, partidos y dirigentes quedaron desacreditados. La burguesía consiguió mantener el control mediante la represión sangrienta. Pero eso no podía durar mucho tempo. El fermento social y político que resultó del Caracazo se expresó en el infructuoso golpe de 1992 y el arresto de Chávez y su grupo de oficiales del ejército progresistas. Esto indicaba que la decadencia del antiguo régimen había afectado incluso a las fuerzas armadas y que se había abierto una división en el propio aparato del estado. Esta es la primera condición para una revolución.
Toda la historia demuestra que la represión por sí misma es insuficiente para contener a las masas. La presión de masas permitió la liberación de Chávez y comenzó un movimiento poderoso que comenzó a despegar alrededor de su persona. Esto se trasladó al plano electoral, culminando con la aplastante victoria de Chávez en las elecciones presidenciales de 1998. Hay que estar totalmente ciego para no comprender el significado progresista de la lucha electoral en este contexto. La lucha electoral jugó un papel muy importante en la movilización y organización de las masas, permitiéndolas recuperarse rápidamente de la terrible derrota de 1989.
La elección de Chávez se convirtió en un punto de reunión y una bandera alrededor de la cual cada sector de las masas podía unirse. Las victorias electorales eran una consecuencia del levantamiento de las masas, pero cada victoria electoral a su vez fortalecía su confianza y determinación. De este modo, la lucha electoral ha jugado un papel muy importante en el avance de la conciencia revolucionaria y en el avance del movimiento. El ejemplo más claro de esto fue la victoria en el referéndum revocatorio de 2004. En aquel momento el proceso electoral se combinaba con las movilizaciones de masas en las calles. Las masas organizaron sus unidades de lucha electoral para luchar en este referéndum revocatorio, que en su punto más álgido organizó a más de un millón de personas en sus filas.
El cuatro de diciembre
Lenin siempre prestaba una gran atención a los resultados electorales. Los utilizaba para intentar tener una idea del nivel de conciencia de las masas y la correlación de fuerzas de clase. ¿Qué conclusiones podemos extraer de las elecciones del cuatro de diciembre?
En primer lugar, sin duda marcan una nueva etapa en la Revolución Venezolana. Fueron otro duro golpe al campo contrarrevolucionario y al imperialismo. En las elecciones legislativas el partido de Chávez, el Movimiento Quinta República (MVR) consiguió 114 de los 167 escaños de la nueva Asamblea Nacional de Venezuela, un masivo 68 por ciento del total. Los partidos pro-Chávez consiguieron todos los 167 escaños de la Asamblea Nacional. Los preparativos y las votaciones transcurrieron con normalidad, sin incidentes dignos de mención.
Esto a pesar de la desesperada campaña de la oposición contrarrevolucionaria destinada a desestabilizar las elecciones y crear de nuevo las condiciones psicológicas para un golpe de estado. Los principales partidos de la oposición Acción Democrática (AD), el socialcristiano COPEI, Proyecto Venezuela y Primero Justicia retiraron a sus candidatos pocos días antes de las elecciones. Conscientes de que se enfrentaban a una humillante derrota, los partidos de la posición defendieron estrepitosamente el boicot. Como resultado, en las zonas de clase media alta, donde la oposición tiene su principal base, muchos votantes se quedaron en casa.
En los feudos de la oposición la partición fue muy baja, quizá un diez por ciento de los votantes, mientras que en las zonas pro-Chávez la participación fue mucho mayor. La participación electoral fue más baja de lo que habían previsto los partidos progubernamentales. De forma previsible, los líderes de la oposición comenzaron inmediatamente a vociferar que la nueva Asamblea Nacional no tenía legitimidad. María Corina Machado, una de las dirigentes de la ONG opositora Sumate, dijo lo siguiente: “De un parlamento pluripartidista hemos pasado a un parlamento monopartidista que no representa a los amplios sectores de la población. Hoy ha nacido una Asamblea Nacional que está herida en su legitimidad”.
¿Pero por qué debería ser este el caso? Los partidos de la oposición tuvieron la oportunidad de presentarse a las elecciones y demostrar de este modo que eran muy capaces de ganar una mayoría parlamentaria. Tuvieron la oportunidad y se negaron a aceptarla. Boicotearon las elecciones. Ahora, la primera y más elemental regla de la democracia es: “¡Debes estar allí!” Esto fue muy bien expresado por Eugenio Chicas, un magistrado del consejo electoral de El Salvador: “La democracia está construida por aquellos que participan, así que la retirada… de los partidos opositores no deslegitima las elecciones parlamentarias”.
La razón real debería estar clara para todos: las encuestas de opinión indicaban que sólo conseguirían unos 20 escaños frente a los 76 que tenían hasta ese momento. Es inútil negarse a votar o presentarse como candidato y después quejarse del resultado electoral, es como negarse a sentarse a cenar y después quejarse de que tienes hambre. Ninguna persona sensata se tomará en serio estas quejas sobre la “legitimidad”. El pueblo ha votado por una Asamblea Nacional. La Asamblea Nacional tiene que trabajar. Debemos estar con ella.
Después de haber perdido hace tiempo el argumento democrático, la oposición está presionando a la Asamblea Nacional. Quiere imponer su voluntad por la puerta de atrás porque es incapaz de ganar actualmente unas elecciones. Recurre a tácticas extra-parlamentarias, mientras protesta en voz alta que ellos son los verdaderos defensores de la democracia. Los líderes de la oposición acusan a Chávez de erosionar la democracia extendiendo su influencia política sobre los tribunales del país y el Consejo Electoral Nacional para mantenerse en el poder. Simplemente se hacen eco de la propaganda oscura de Washington, incluso han inventado una terminología totalmente nueva y anteriormente desconocida en el idioma inglés (o en cualquier otro): “autoritarismo elegido”.
Días antes de las elecciones se encontraron en Caracas artefactos explosivos. ¿Eran parte de un complot para asesinar al presidente? Es bastante probable. Y la decisión de los principales partidos de la oposición de boicotear las elecciones, acompañada por manifestaciones callejeras en los barrios ricos, eran una manera de crear un contexto, una sensación de caos y desorden general. Justo antes de las elecciones alguien voló un oleoducto venezolano. ¿Quién fue el responsable? Todo señala a un trabajo de la oposición y la CIA. Esto demuestra la verdadera actitud de la oposición contrarrevolucionaria y los “amigos de la democracia” en Washington.
La hipocresía de los imperialistas
Tanto la Unión Europea como la Organización de Estados Americanos participaron en la conspiración contra Chávez, publicando informes ambiguos y confusos sobre las elecciones al congreso. La OEA, con base en Washington, y la UE dijeron que las elecciones del 4 de diciembre eran “en gran medida justas” pero observaron “algunos irregularidades” en la votación y desconfianza en los funcionarios electorales. Esto tenía la intención de arrojar arena a los ojos de la opinión pública internacional.
EEUU, mientras continuamente grita sobre la “democracia”, está intentando derrocar al gobierno elegido democráticamente de Venezuela. En este trabajo sucio puede contar con el apoyo de una serie de gobiernos títeres de América Latina que van a hacer lo que se les pida. El presidente Chávez correctamente ha descrito a Fox como un títere. Pero no estaba en lo cierto al pensar que podría esperar un trato mejor por parte de la Unión Europea. Es verdad que existen ciertas contradicciones entre Washington y sus “aliados” europeos, pero todos están unidos contra el socialismo y la revolución a escala mundial. Las diferentes actitudes hacia Venezuela sólo tienen una naturaleza táctica. En lo fundamental no difieren, la UE no levantará ni un dedo para ayudar a Chávez y la revolución. Todo lo contrario, mientras se llenan los bolsillos con lucrativos acuerdos petroleros, sus verdaderas simpatías están con la burguesía y la oposición venezolanas. El comportamiento de los observadores de la UE confirma esto.
Probablemente estas hayan sido las elecciones escrutadas más de cerca de la historia. No es la primera vez que un ejército de observadores extranjeros desciende a Caracas, examinando cada detalle del proceso electoral con un cristal de lupa. Podríamos preguntar por qué Washington no puso tanto entusiasmo en escrutar las elecciones manifiestamente amañadas celebradas en el pasado por Carlos Andrés Pérez y otros amigos de EEUU. ¿Dónde estaban los llamamientos a la intervención después del Caracazo en febrero de 1989, cuando su gran “demócrata” masacraba a miles de hombres, mujeres y niños desarmados? ¿Dónde estaban entonces las exigencias de cambio de régimen?
La actitud de Washington y sus títeres de la OEA, así como de la UE, es de total hipocresía. Si una baja participación descalifica a un candidato ganador, ningún presidente habría sido elegido durante décadas para la Casa Blanca. En 1994, la victoria de los republicanos en el Congreso se consiguió con el apoyo del 17 por ciento de los ciudadanos con derecho a voto, por no mencionar la abstención media en EEUU en las elecciones legislativas que está próxima al 70 por ciento. En las últimas elecciones al Parlamento Europeo (junio de 2004), la participación fue sólo del 28 por ciento de los votantes de los diez países. Incluso en las últimas elecciones parlamentarias en Francia, el partido del presidente Jacques Chirac ganó sólo con el 16 por ciento de los votos y con una abstención del 70 por ciento.
En Colombia, el presidente Álvaro Uribe, el amado de la Casa Blanca y los paramilitares fascistas, ganó sus primeras elecciones con un 80 por ciento de abstención. En cuanto a Venezuela, partidos como AD y el COPEI basaron sus 40 años de gobierno en unas elecciones amañadas, y todavía critican un proceso electoral que fue escrupulosamente democrático.
Política exterior
El autor de estas líneas hace varios meses avisó a un representante del Ministerio de Exteriores en Caracas de que era poco realista esperar un tratamiento justo por parte de la delegación de la UE. Ese aviso ha demostrado estar justificado. Hablando desde la capital de Uruguay, Montevideo, Chávez rechazó los informes parciales de la OEA y los observadores de la UE como una “emboscada”. Esto es bastante correcto. “Es una táctica contra Venezuela, han dejado tras de sí un campo minado, buscando la desestabilización de Venezuela”, Chávez pronunció estas palabras ante los delegados de los países sudamericanos reuniones para dar la bienvenida a Venezuela al bloque comercial de MERCOSUR.
“Estos delegados, tanto de la OEW como de la UE”, continuó el presidente, “actuar contra el pueblo venezolano y la democracia venezolana”. Esto también es correcto. Era una ingenuidad pensar que los llamados “observadores extranjeros imparciales” en realidad serían imparciales.
El secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, también asistió a la reunión de MERCOSUR, respondió con esa astucia almibarada que es el sello de la diplomacia burguesa. Dijo que el informe de la misión era preliminar, que tomaría nota de las preocupaciones de Chávez y otras cosas por el estilo. Pero añadió respondiendo a los comentarios de Chávez: “Me gustaría sólo señalar, como he dicho, que la misión de la OEA fue solicitada por el gobierno de Venezuela”.
De lejos el aspecto más débil e insatisfactorio de la Revolución Bolivariana es su política exterior. No es casualidad que la parte del aparato del estado donde la tendencia contrarrevolucionaria es más fuerte sea en los cuerpos diplomáticos. Es un secreto a voces que se puede confiar en pocos embajadores y que a la primera oportunidad se pasarán a la contrarrevolución.
Para contrarrestar la ausencia de una verdadera política exterior revolucionaria, el presidente ha intentado entrar en contacto directo con los líderes extranjeros. Para romper el aislamiento diplomático que Washington intenta imponer a Venezuela, Chávez ha intentado llegar a acuerdos con gobiernos y países que tienen diferencias con EEUU, o que en cierto sentido pueden ser considerados “progresistas”.. La intención es loable, pero los resultados no son siempre los que él desea.
The Economist¸ el 9 de diciembre de 2005, comparaba con desprecio estas elecciones “al tipo de consulta utilizada por Sadan Hussein para ‘ganar’ en Iraq con un 99 por ciento de los votos” y deploraba el hecho de que “ahora no existe oposición parlamentaria al presidente, que gobierna el país latinoamericano desde 1999 y espera otro mandato de seis años”.
Continuaba gimiendo por la desesperanzada oposición, que se ha visto, como correctamente señala: “apartada de la antigua elite desacreditada, ha sido dividida, carece de líderes fuertes y ha sido superada por el astuto presidente”.
Incluso esta revista de derecha se ve obligada a admitir:
“En realidad, los partidos [de la oposición] que se marcharon sabían que era poco probable que ganaran. El MVR de Chávez y sus aliados ya controlaban una estrecha mayoría de escaños antes de las elecciones, el presidente es verdaderamente popular, aunque su tasa de aprobación ha caído del 70 por ciento de principio de año a aproximadamente la mitad. Chávez pretende estar destruyendo el viejo orden, en el cual los dos principales partidos cómodamente se intercambiaban el poder y disfrutaban sus privilegios. Gracias a la atención ha colmado a las masas pobres de Venezuela, sus seguidores le adoran”.
Y continúa gimiendo:
“Ahora, con una mayoría de dos tercios en la asamblea, Chávez puede cambiar la constitución a su voluntad. Esto probablemente llevará a una situación de más enredo en la economía y menos límites a la presidencia. Chávez es casi seguro de que se presentará a la reelección en diciembre de 2006.
El líder venezolana es amigo de Fidel Castro y Cuba consigue petróleo barato de Venezuela a cambio de los servicios de miles de médicos cubanos. Néstor Kirchner, el presidente de Argentina, parece estar acercándose a Chávez. Venezuela está comprando deuda argentina, lo que ayuda a Kirchner a continuar desairando al Fondo Monetario Internacional. Chávez también tiene buenas relaciones de amistad con Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente de Brasil, un dirigente de izquierdas más moderado. Con el apoyo añadido del nuevo presidente de izquierdas de Uruguay, Venezuela espera entrar en MERCOSUR, un bloque comercial regional. Esto podría ser otro foro para la petro-diplomacia de Chávez, aunque también podría ser una forma para que sus vecinos le domestiquen un poco”.
Y añade: “Ha tenido buenas relaciones con China e Irán. Algunos estadounidenses están preocupados por las conversaciones sobre cooperación nuclear con Argentina que podría ayudar a los iraníes, vía Venezuela, para construir una bomba [nuclear]”. Este es el tipo de argumento que fue utilizado para la invasión de Iraq.
Venezuela es el quinto país exportador de petróleo del mundo. Sin duda esto ha dado a la revolución un margen de respiro que ha permitido a Chávez construir puntos de apoyo con acuerdos energéticos con sus vecinos del Caribe y Sudamérica. Pero el “apoyo” que se puede obtener por esta forma es muy relativo e inestable. Los únicos amigos reales de la revolución venezolana son los trabajadores, los campesinos y los pobres de América Latina y todo el mundo. Necesitará de estos amigos.
Es inevitable un momento decisivo
En el fondo esta no es una Guerra de palabras o un debate constitucional. Es una guerra de clase, un conflicto que implica intereses fundamentales. Chávez ha proclamado la necesidad de una revolución socialista, no sólo en Venezuela sino en toda América Latina y en el mundo. Washington lógicamente interpreta esto como una “amenaza para la estabilidad regional”. Desde el punto de vista del imperialismo esto es correcto. Los llamamientos revolucionarios constantes de Chávez no caen en oídos sordos. Son escuchados entusiastamente por millones de trabajadores y campesinos desposeídos de Bolivia, Ecuador, Perú, Argentina y Brasil.
La revolución bolivariana ha despertado la simpatía de millones, no sólo en Venezuela sino más allá de sus fronteras. Es verdad que todavía no ha pasado el punto de no retorno. El poder de la oligarquía venezolana todavía no se ha roto. Chávez ha elegido el camino parlamentario. Pero con estas elecciones todo el proceso está alcanzando ese punto crítico donde la contradicción central debe ser finalmente resulta, de una forma u otra. La aplastante victoria en la Asamblea Nacional garantiza un cambio constitucional para permitir al presidente presentarse a un tercer mandato en 2012. Esto es lo que más teme Washington.
La vicepresidenta del MVR Cilia Flores, publicó una serie de conversaciones grabadas en las que participaba un grupo de oficiales del ejército retirados reunidos junto a Gustavo Díaz Viva, de la guardia personal de Pedro Carmona Estanca durante el golpe de estado de abril de 2002: Oswaldo Suju Raffo, Antonio Guevara Fernández y Carlos Gonzáles Caraballo. Los actos terroristas iban a producirse el pasado domingo cuando se estuvieran celebrando las elecciones parlamentarias.
“Estaban preparando un complot terrorista desestabilizador para retrasar las elecciones; entonces vimos la retirada abrupta de los dirigentes de la oposición de las elecciones y dijimos que aquellos que rechazan el camino electoral están planeando algo más. Muchos se asombraron de cual era el ‘Plan B’, pero sabíamos (y la gente lo sabía), y ahora hemos decidido descubrir las prueba que llegó ayer a la Asamblea Nacional (miércoles”, esto es lo que dijo Cilia Flores.
Nicolás Maduro, presidente de la Asamblea Nacional, pidió a la población que reflexionara sobre la secuencia de los acontecimientos que se veían en la prueba y que incluían una llamada telefónica donde el general retirado, Oswaldo Suju Raffo, discute parte del plan nacional e internacional, detallando los acontecimientos violentos que se producirían en Venezuela. En la conversación habla sobre la compra de armas, concretamente 40 AT-4 suecos, fabricados bajo la licencia del Pentágono. En la conversación telefónica, los conspiradores revelaban su intención de atacar instituciones gubernamentales y dirigentes… codificado como “pasajeros de primera clase”.
Estos son avisos serios. La lucha electoral es solo un escenario. Tiene una importancia considerable para galvanizar el apoyo popular, movilizar a las masas para la lucha. Permite calibrar el grado de apoyo que tienen los bandos en contienda. Pero eso es todo. Las elecciones por sí solas no resuelven nada. La oligarquía no reconoce ninguna ley, constitución ni gobierno que vaya contra sus intereses. No dudará en recurrir al sabotaje, el asesinato y la conspiración para retomar de nuevo el poder.
La oligarquía venezolana y sus maestros en Washington no se detendrán ante nada. No dudaron en perpetrar la masacre de miles en febrero de 1989. Fueron los resposanbles de los asesinatos de dos docenas de manifestantes en el infructuoso golpe de estado del 11 de abril de 2002 ¿cuántos más habrían perdido la vida si ese golpe no hubiera sido derrotado por la insurrección de las masas? Ellos estaban detrás del asesinato de Danilo Anderson y el asesinato de más de 80 campesinos cuyo único crimen era luchar por la reforma agraria. Han puesto bombas en el Consejo Nacional Electoral, en una refinería de petróleo, el día antes de las elecciones legislativas, para sembrar el pánico y el miedo en el electorado. ¿Quién puede creer por un minuto que estas personas entregarán su poder y privilegios sin luchar?
¿Cómo de puede defender la democracia?
De repente todos vimos una proliferación de declaraciones, peticiones y llamamientos para defender la democracia en Venezuela. Eso apenas hace falta decirlo. ¡Incluso un niño de seis años puede decirte que una constitución democrática es preferible a una fascista! Pero para luchar por la defensa de los derechos democráticos que han sido conquistados por las masas en la lucha no es necesario presentar una imagen idealizada de la democracia parlamentaria burguesa, menos aún elevarla a un estatus similar al que tenía para los antiguos israelitas el Arco del Convenio.
¡Ah! Pero ahora tenemos una nueva constitución: la Constitución Bolivariana, que es totalmente diferente a otra constitución, esto es lo que algunos nos dirán. Sí, la Constitución Bolivariana es un documento muy hermoso. Es la constitución más democrática del mundo. Pero, en última instancia, una constitución es sólo un pedazo de papel. Si los excelentes principios de la Constitución Bolivariana son puestos o no en práctica depende no de lo que está escrito, sino de la correlación de fuerzas de clase real, de la voluntad de las masas para luchar.
Sobra decir que los trabajadores y los campesinos defenderán la Constitución Bolivariana porque es un documento consistentemente democrático, que da a las masas el marco legal más favorable en el que desarrollar la lucha de clases y defender sus intereses. Sin embargo, para las masas la democracia no es un fin en sí mismo sino sólo un medio para un fin. Si este no lleva a una mejoría de su vida, si no lleva a la transformación fundamental de la sociedad, entonces no vale mucho.
Las elecciones del 4 de diciembre fueron una victoria y marcan una nueva etapa en la revolución. Pero en la guerra se puede ganar una batalla y aún perder la guerra. La elección de una Asamblea Nacional homogénea chapista es una gran ventaja, pero es una ventaja que se puede perder si la asamblea no actúa de una manera decisiva. Repetimos: en y por sí mismas las elecciones no resuelven nada. Abren el camino a una lucha nueva y más feroz entre las clases. No ver eso sería un crimen.
En los años treinta, en el momento de la República española, los fascistas demagógicamente preguntaban a los trabajadores y campesinos: ¿Qué te da de comer la República? Es verdad que, cuando los fascistas llegaron al poder, los trabajadores y los campesinos no comían mejor sino considerablemente pero. No obstante, los fascistas fueron capaces de basarse en el creciente ambiente de descontento y apatía que poco a poco fue desplazando al primer entusiasmo revolucionario, se transformó en desencanto por que la República dejó el poder en manos de los terratenientes y los capitalistas.
El éxito o el fracaso de la Revolución Bolivariana depende de una sola cosa: el apoyo activo de las masas desposeídas, los trabajadores y los campesinos. Sólo las masas evitaron que la revolución colapsara en el golpe de abril de 2002 y más tarde en el sabotaje patronal. Sólo las masas bloquearon el avance de la contrarrevolución en el referéndum revocatorio de agosto de 2004. Esto es más evidente para cualquier observador serio.
Por lo tanto, es una cuestión de enorme preocupación si las masas comienzan a sucumbir al ambiente de desilusión y apatía. Para comprender los cambios en el ambiente de las masas es necesario estudiar todo tipo de estadísticas y los resultados electorales nos dan algunas percepciones importantes de la psicología de las masas. Hay que admitir que un resultado electoral no es cien por cien preciso. Es como una fotografía en lugar de una imagen en movimiento. Nos dice algo sobre el ambiente de las masas en un momento de tiempo concreto.
Los medios de comunicación naturalmente se concentran en la elevada tasa de abstención para intentar privar a los resultados electorales de legitimidad y de este modo tener una excusa para sus complots contrarrevolucionarios. Eso es obvio. Pero sin embargo, desde el punto de vista revolucionario el alto nivel de abstención también requiere una explicación. Los informes oficiales −obviamente escritos en respuesta a los ataques de la oposición− intentan quitar importancia al nivel de abstención. Eso es indigno de revolucionarios que siempre deben mirar la verdad a la cara, no importa lo desagradable que pudiera ser.
La línea oficial culpa al boicot de la oposición y a las “severas” condiciones climatológicas en varios estados, incluida la capital, diciendo que eso hizo más difícil de lo habitual votar. Pero ni el comportamiento de la oposición ni el mal tiempo pueden tener la culpa de la baja participación. Pudiera ser que muchos seguidores de Chávez no votaran porque se sabía de antemano cual sería el resultado. Pero también puede haber razones más serias para esa baja participación. Las masas están haciendo una advertencia a los dirigentes. Están comenzando a cansarse de discursos y palabras, desfiles y consignas. Necesitan acción para llevar hacia delante la revolución, destruir el poder de la oligarquía y transformar sus vidas.
Aquellos que dicen que para defender la democracia y evitar un golpe fascista es necesario detener la revolución, retirarse y hacer concesiones la oposición y al imperialismo, están equivocados. Esas tácticas sólo servirán para envalentonar a los contrarrevolucionarios, volverles más agresivos y violentos. La debilidad invita a la agresión y este simple hecho se puede demostrar en lo que ha ocurrido en cada etapa de la Revolución Bolivariana.
Aquellos que nos dicen que la revolución debe detenerse se parecen al hombre que está serrando la rama del árbol sobre la que está sentado. La razón por la cuál sectores de las masas están descontentas (y es una locura negar que existe tal descontento) no es porque la revolución haya ido demasiado lejos, demasiado rápido. Todo lo contrario, es porque la revolución no ha ido lo suficientemente lejos y está procediendo demasiado lentamente. Cuando el pueblo ve que la oligarquía todavía tiene los bancos, la tierra y la mayoría de las industrias, cuando ve que los mismos viejos alcaldes, gobernadores y funcionarios estatales están sentados en sus despachos, enriqueciéndose y saqueando al estado, se preguntan por qué se toleran estas cosas y qué está haciendo realmente la revolución.
¡Aquí reside el peligro real! No es la oposición dividida y desmoralizada, que no puede ganar unas elecciones ni organizar una revuelta seria en las calles. No en la prensa amarilla, chorreando su torrente de mentiras y vómitos que nadie cree. El peligro es que la revolución pierda su base de masas. El momento en que las masas no creen que merece la pena defender con su vida la revolución entonces la revolución está perdida, no importa cuantos escaños tiene en la Asamblea Nacional.
¡Es el momento de actuar!
En 1998 el Partido de Acción Democrática consiguió el control del Congreso con el 11,24 por ciento de un electorado de 10,9 millones de personas. Este partido recibió 1,24 millones de votos. En las elecciones de 2000, el Movimiento Quinta República de Chávez consiguió el control de la Asamblea Nacional con el 17 por ciento de los votos, 1,98 millones de votos de un electorado de 11,7 millones. En las elecciones del 4 de diciembre de 2005, los seis partidos que forman la alianza de Chávez recibieron ente el 22 y el 23 por ciento de los votos de un electorado de 14,4 millones, aproximadamente 3,2 millones de votos. En 1998 y 2000 nadie dudó de que la Asamblea Nacional era “legítima”. Ahora la oposición está armando jaleo sobre la supuesta “falta de legitimidad de una Asamblea Nacional apoyada por el 22-23 por ciento del electorado. ¿Por qué?
La razón es que Washington y sus oficinistas locales temen que Chávez aproveche la victoria electoral para impulsar el proceso revolucionario. Con 114 escaños en la Asamblea Nacional, el MVR ahora tiene más de los dos tercios de la mayoría necesaria para hacer enmiendas constitucionales y nombramientos clave. Por lo tanto, la puerta está abierta para una transformación fundamental. Técnicamente, nada puede parar a la Asamblea Nacional para que apruebe toda la legislación necesaria para llevar la revolución más allá del punto de no retorno. Esto puede hacerse legalmente. ¿Pero ocurrirá? Esta es la cuestión decisiva.
Lo que hace falta es la acción más enérgica y decisiva para derrotar la contrarrevolución y privarla de su poder económico y base social. Eso es lo que las masas piden a sus dirigentes. ¿Pero hacen éstos lo que desean las masas? ¿O se dejarán presionar, bravuconear y chantajear por la oligarquía y el imperialismo para lanzar evasivas, retiradas y una vez más intentar llegar a un acuerdo con la contrarrevolución, es decir, intentar cuadrar el círculo?
La reivindicación de “defender la democracia” puede tener un significado progresista sólo si significa una lucha frontal para derrotar y desarmar a aquellas fuerzas que amenazan la democracia, es decir, la oligarquía. Esto no se puede hacer con discursos bonitos en la Asamblea Nacional sobre las maravillas de la democracia. Eso sólo es una pérdida de tiempo y pasa la iniciativa a las fuerzas contrarrevolucionarias. Sólo se puede hacer mediante la acción revolucionaria de las masas desde abajo.
Con mucho, el peor error sería intentar llegar a un acuerdo con la oposición o buscar puntos de apoyo en los llamados elementos liberales o “democráticos” en sus filas. Estos son los elementos más peligrosos y traidores de todos. Si “defender la democracia” lo que significa es abrir las puertas a los enemigos burgueses de la revolución bajo el disfraz de “frente único”, esa no es la forma de defender la democracia sino que sólo destruye la revolución. Esa es la consigna de la contrarrevolución con máscara democrática.
Los trabajadores, los campesinos y la juventud revolucionaria lucharán contra la reacción fascista con sus propios métodos: en las calles, en las fábricas, en la tierra y en los barracones del ejército. Lucharán con entusiasmo para defender la Asamblea Nacional si ésta comienza a tomar medidas serias para eliminar el poder de los terratenientes y los capitalistas. El MVR ahora tiene el dominio completo de la Asamblea Nacional. Debe utilizar su poder de una manera revolucionaria: aprobar leyes urgentes para expropiar la tierra, los bancos y todas las industrias clave. Después hacer un llamamiento al pueblo para que responda y lo hará de manera entusiasta.
¡Esto es lo que pedimos de la Asamblea Nacional! Pero no debemos esperar por la Asamblea Nacional ni por nadie más. Si somos serios en la necesidad de luchar contra la contrarrevolución, es necesario crear comités para la defensa de la revolución, elegidos por los trabajadores, campesinos y pobres urbanos desde las filas de los luchadores más decididos y dedicados. Los comités deben vincularse a nivel local, regional, estatal y nacional. Deben discutir un plan de acción, cómo derrotar a los contrarrevolucionarios y desarmarlos. Eso significa que las propias masas deben estar armadas. Si los contrarrevolucionarios consiguen armas del Pentágono, se deben entregar armas al pueblo para defenderse. Esta es la lógica inevitable de la situación.
Dada la extrema debilidad de la oposición es inevitable que busquen la infiltración en el movimiento bolivariano, especialmente por arriba. La naturaleza heterogénea del movimiento significa que, junto a luchadores honrados, hay todo tipo de burócratas, arribistas y elementos corruptos que se han acercado al movimiento chavista como una maniobra temporal para su beneficio personal. Estos elementos son el caballo de Troya mediante el cual el enemigo puede trabajar para socavar la revolución y destruirla desde dentro.
En el gobierno hay bolivarianos honestos que están luchando por hacer avanzar la causa de los trabajadores y campesinos, que apoyan el control obrero y la nacionalización. Pero son constantemente bloqueados por elementos del ala de derechas que sabotean los decretos del presidente y minan la revolución. La lucha por la defensa de la revolución y contra la contrarrevolución implica, por tanto, la lucha implacable contra la quinta columna.
Las masas tenían razón en votar. Pero no deben dejar que todas las decisiones importantes estén en manos de la asamblea. Los bolivarianos honestos en la Asamblea Nacional y el gobierno apoyarán a los trabajadores. Pero los elementos pro-capitalistas resistirán con todos los medios. Los trabajadores y los campesinos de Venezuela deben estar preparados para movilizarse y derrotar a los “bolivarianos” pro-capitalistas, para garantizar que la Asamblea Nacional realmente pone en práctica las reivindicaciones del pueblo revolucionario. Deberían organizar manifestaciones y mítines de masas para presionar a la Asamblea Nacional y manifestar la voluntad popular.
La cuestión central es que la revolución debe afrontar la cuestión del estado. Marx explicó hace tiempo que es imposible que la clase obrera lleve a cabo la transformación socialista de la sociedad simplemente tomando el estado burgués existente. ¿Es realmente concebible que los trabajadores y los campesinos de Venezuela puedan conseguir sus objetivos mientras los antiguos funcionarios estatales, burócratas y otros elementos del la vieja y desacreditada Cuarta República siguen en sus puestos? ¿Se puede confiar en estos elementos para defender los intereses de las masas? Estas preguntas se responden por sí solas.
La clase obrera ha votado por un gobierno bolivariano, es decir, ha votado por un cambio fundamental en la sociedad. Espera que la nueva Asamblea Nacional adopte medidas decisivas en sus intereses. No puede existir ninguna excusa para no aprobar sin más retraso estas medidas. La clave de la situación es el movimiento independiente de los trabajadores, basándose en sus organizaciones e instinto revolucionario de clase.
Los trabajadores deben confiar sólo en sus propias fuerzas, su propia fuerza y su propia organización. La victoria del 4 de diciembre puede abrir una nueva y decisiva etapa en la revolución, pero sólo si las masas aprovechan y toman el control del movimiento revolucionario en sus propias manos. Deben presionar para que la revolución avance en todos los frentes.
Hace meses el presidente leyó una larga lista de fábricas que o bien fueron abandonadas por sus propietarios o estaban funcionando por debajo de su capacidad. Estas fábricas deberían ser ocupadas y puestas bajo el control de los trabajadores. Los trabajadores deberían exigir que la Asamblea Nacional las expropie, junto con la tierra y los bancos, e instaurar un plan socialista de producción democrático. Esa es la única manera de hacer avanzar la revolución y que finalmente sea irreversible. Esto, y sólo esto, es lo que significa “¡revolución dentro de la revolución!”