No sé en qué momento, en qué instante su voz y su mirada llenas de ternura y curiosidad me sorprendieron. Ella me devolvía unos manuales que días antes le había facilitado sobre astronomía. Creo era un curso que iniciaba en el antiguo planetario astronómico Humboldt, que coordinaba Domingo Sánchez, a quien muchos años después encontré en el observatorio de Guri.
Fue ella mi profesora de literatura en la escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. En su cátedra debí leer y analizar las terribles, ladrillosas y secas Tesis filosóficas de Ludwig Feuerbach y también escuchar, como invitado especial, a un afiebrado marxista, todo nervioso y atropellado, Agustín Blanco Muñoz.
Ya olvidé de qué trataban esas tesis del filósofo alemán y también la cantarina disquisición del profesor de pelo afro. Pero jamás he podido olvidar el descubrimiento de mis dos cercanías: Walt Whitman, el poeta cósmico de la felicidad de la vida, y de León Felipe Camino Galicia, de quien sigo esa huella del hacedor de títeres pero también el de la tristeza perenne por la cruenta guerra civil española.
He vuelto a releer la poesía de mi profesora Mery-Lú Sananes (Caracas, 1942) y desde los días que iniciaban los años ‘70s. sigue vibrando una voz, una luz que se desplaza hasta los versos de su Tiempo de guerra (1968) y sus imágenes brotan, saltan pedazos de un tiempo que aún sigue construyendo y construyéndose.
Conservo la edición realizada por la editorial desorden, 1974. Es un libro que por estos meses cumple 40 años. En muchas partes aparecen versos resaltados por mí, en otras un atrevimiento de traducción al italiano.
La voz poética de Sananes es densa, estremecedoramente humana y a la vez, deslumbra por el uso del lenguaje. Sencillo, directo y claro. Aborda la tragedia de esos años desde la cotidianidad, nombrando los detalles en los días donde su poesía se vuelve claridad y profecía .
“Yo que te conozco / desde un papel mate / y una historia / y una carta / yo hago sonar tu nombre / yo que sé de ti / y del hombre que llora / y del hombre que muere / y del hombre que hace / esta revolución / yo sé hacer ritos extraños con las hierbas / tu nombre suena a espera / y te aguardamos / y para entonces / yo que ando tan inclinada como nunca / habré construido la mirada más alta / y yo que me conozco triste desde siempre / habré aprendido un nuevo modo de sonreír / y yo que me di por vencida antes de vencer / habré guardado asombro todavía.”
La poesía de Mary-Lú Sananes se acerca a la voz del poeta del happiness (dicha, felicidad) para decirnos que la vida, a pesar de tanto drama y devastación, es hermosa vivirla. Para indicarnos también, en la errancia del poeta español, que la vida es un asombro y que no podemos dejar de maravillarnos por su misterio y plenitud.
Su poesía mantiene también un oculto lazo con la poeta María Mercedes Carranza, por la cotidianidad y la amorosidad de la vida. Esa vida que se vive entre la dura jornada de los días violentos, sabiendo que a la vuelta de la esquina acecha la muerte, la traición y el cobarde asesino. También se encuentra en la poesía de Sananes una ética frente al poder que representa el Estado, gobiernos y regímenes que imponen a los ciudadanos su intolerancia, autoritarismo y militarismo, y que se transforman en sistemas nazifascistas.
La poesía de Mary-Lú Sananes mantiene un ritmo que va in crescendo mientras introduce metáforas, cual luces que orientan en un escenario de soledad, tristeza y desolación del hombre y su historia.
La presencia de la violencia en este libro que mencionamos se siente en el desplazamiento metafórico como una cámara que filma fragmentos, pedazos de memorias que duelen en lo hondo, en las almas desoladas que buscan redimirse, encontrar la seguridad de un país justo y libre, para descansar ese tránsito de despotismo y desprecio por los más débiles, que ha sido la vida del venezolano desde hace siglos.
“Que no se vaya de ti / esta obligada alegría de hoy / que no se vaya / aunque leamos poemas de amor / aunque sea tiempo de partir / aunque yo haya llorado / que no se vaya / que no se pierda el gesto / de las primeras preguntas / aunque haya atrapado tu frente / entre dos besos / no retrocedas / no desampares tu soledad / cuídate / guárdate / dime / qué hago / si supiera todas las respuestas / habría una para ti / a quien digo que amo / y habría una para la que lleva / mi mismo nombre / y otra para todos los niños / que harán preguntas / que no se olvide el inventario / de todas estas cosas.”
Mary-Lú Sananes, poeta del asombro y la tristeza. De la palabra renovada para ese hombre que seremos.
(*) @camilodeasis