El censo de Comunas y Consejos Comunales debería tenernos no sólo contentos sino bien esperanzados. Claro, el problema a resolver para alcanzar ese retorno al paraíso perdido encarnado en una Venezuela Comunal justa y solidaria es más, mucho más, que números, cuantías y planillas, es sobre todo cosa de la mujer y el hombre nuevos. Bastaría echar un vistazo a la Comuna de Damasco fundada por los discípulos de Jesús viviendo entre ellos y con los demás como el maestro les enseñó con su ejemplo para darnos cuenta de lo que pretendemos. Con esa semilla de Comuna y desde ella (Hechos de los Apóstoles 4, 32ss) esos comuneros literalmente subvirtieron el poderoso Imperio Romano con su amor. Contar en Venezuela con más de 60.000 Consejos Comunales y más de 3.000 Comunas habría de ser suficiente para subvertir a nuestro país, nuestro continente y el mundo entero. El problema es que probablemente estamos olvidando en el camino las esencias del ser comunal y conformándonos –como en tantas otras cosas- con lo que parece que es aunque no sea.
Los enemigos espirituales y materiales que se atraviesan en el camino de este logro infinito son muchos y muy poderosos. Están en primer lugar los enemigos que podríamos llamar clásicos, son aquellos conformados por quienes históricamente han detentado los privilegios dispuestos y decididos a no perderlos. Son aquellos que saben que su existencia como clase social y económica depende de que la Venezuela Comunal se detenga o se pervierta que al fin y al cabo es lo mismo. Es un enemigo formidable, terriblemente inmoral y decidido, pero… ese enemigo es visible, es un enemigo que el proletario sabe quién es y donde está, incluso se le conocen sus trampas y ardides.
Pero hay otro enemigo tremendamente más letal y peligroso. Está conformado por quienes nos “acompañan” en este camino y cantan como nosotros, se saben todas las consignas pero de ahí no pasan, el bolsillo no los deja. Son aquellos que al contacto con el poder y el dinero han ido perdiendo a la velocidad del rayo la tensión ética imprescindible para abrazarse a un mundo de vida auténticamente socialista. Son aquellos que a todas luces han sido conquistados por el “dulce encanto de la burguesía” aunque conocen bien y siguen manejando el verbo revolucionario. Son los “camaradas” que al verlos cómodamente instalados en el modo de vida burgués concluimos que realmente siempre fueron burgueses de corazón agazapados que nunca tuvieron la oportunidad de serlo salvo en sus deseos. Bastó la oportunidad para que se les cayera el barniz muy Che Guevara, muy Lenin o muy Chavista para que saliera a relucir el fraude que son en todo su esplendor.
Estos mis queridos compatriotas son infinitamente más letales porque habiendo sido -o parecido serlo- revolucionarios, confunden al pueblo, lo desencantan, llevan aguas a los molinos de la burguesía, se convierten en ladrones de sueños y asesinos de esperanzas. Instalan en el corazón del pueblo humilde la fatal idea de que somos más de lo mismo, de que lo que con tanto amor predicaron Jesús, Bolívar o Chávez no es más que una utopía inalcanzable. Colocan el legado de Chávez en términos de una fantasía social propia de pendejos, la alejan, la hacen inalcanzable y producen un mortal agotamiento.
¿Qué hacer compatriotas? Descubrirlos, denunciarlos y responder a las exigencias revolucionarias desde el ejemplo de vida de cada unos de nosotros mismos. Demostrar con nuestra conducta que la Venezuela Comunal, libre de explotadores y explotados, sin privilegiados ni excluidos es una categoría crítica de anticipación explícita y no un sueño para tontos. Y es una categoría critica de anticipación explícita porque si podemos construirla desde lo más pequeño y cotidiano nos estaremos demostrando a nosotros mismos que el socialismo es posible. La espiritualidad socialista o cristiana tan ajena a estos disfrazados de revolucionarios en su más puro concepto es la esencia, el alma y el corazón de la comuna.
¡COMUNA O NADA!
¡SOCIALISMO O MUERTE!
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