Qué importante es en estos momentos que debemos acabar con la guerra económica desatada por los grandes empresarios contra la Revolución Bolivariana, darle un viraje a las viejas concepciones que se tienen de lo que es un funcionario público. Poco se ha discutido sobre esto. Lo más que se dice es que la administración pública está llena de “escuálidos”, que existe una gran indolencia, burocratismo, corrupción, que se gasta un dineral en su sostenimiento, etc, etc, pero no se toca el meollo, de qué es un funcionario público en un estado bolivariano, en plena transformación.
Recuerdo por allá en el año 2000 cuando trabajé con Adina Bastidas, la primera vicepresidenta que estrenó esa figura de la nueva constitución, y me tocó atender a una compatriota quien actualmente tiene altos cargos públicos. Luego de estar dos horas con ella y que le resolviera por lo menos tres asuntos pendientes por años, me dijo palabras más, palabras menos: “Nunca me habían atendido un funcionario público de esta manera”, a lo que le respondí inmediatamente, “Es que no lo soy, soy una mujer revolucionaria”.
En otra ocasión, recién llegada de haberme graduado de periodista en la Universidad de La Habana, Cuba, me tocó trabajar por carambola como Asistente de Producción de Napoleón Bravo, en su programa matutino Línea Abierta cuando su Productora, una periodista muy conocida en las luchas sindicales de aquel momento, le dijo a Napoleón delante de todo su equipo de producción que ella era una profesional que podía trabajar hasta en la Disip. Quizás tratando de justificar de manera innecesaria su presencia en una conocida planta televisiva.
En mi modesta experiencia en la administración pública he sido testiga de cualquier cosa por parte de los funcionarios públicos parecida a esta manifestación hecha por una trabajadora en una empresa privada pero que fácilmente podemos transferir a lo público y al momento actual. Más recientemente en la Universidad Bolivariana un comunicador social que había firmado contra el Presidente y le estaban ofreciendo una responsabilidad, dijo que él era un profesional que sabía cumplir órdenes y con el tiempo lo demostró.
Entonces es cuando uno entiende como tanto chavista comprometido se lava las manos contratando profesionales que “saben” seguir muy bien instrucciones pero que no tienen criterio político para tomar decisiones, tener iniciativas, espíritu crítico y cero complicidades. Funcionarios públicos que creen servir a quien los contrata y no al pueblo.
Wikipedia nos dice con respecto a su definición: “Un funcionario (es incorrecto decir “funcionario público”, dado que “funcionario” significa ‘empleado público’, por lo que se estaría cometiendo una redundancia) es aquel trabajador que desempeña funciones en una empresa u organismo del Estado.
Un funcionario del gobierno es un funcionario que participa en la administración pública o de gobierno, ya sea a través de elección, nombramiento, selección o empleo. Un burócrata es miembro de la burocracia. Un funcionario electo es una persona que es un funcionario en virtud de una elección. Los funcionarios también podrán ser nombrados de oficio (en virtud de otra oficina, a menudo en una capacidad específica, como presidente, asesor, secretario).
Algunas posiciones oficiales pueden ser heredadas. De cualquier forma, en Argentina, Uruguay, Ecuador y México se hace la distinción entre “funcionario” y “empleado público”, utilizando el primer término para distinguir al personal jerárquico o de carrera”.
Tengo entendido que en Venezuela el empleado público o el funcionario público son sinónimos en la práctica laboral. Otra cosa es el funcionario de carrera como es en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en la Educación Universitaria o en la Fuerza Armada. Pero más allá de las exactitudes en estas definiciones, está el problema de fondo, cómo muchas veces lo señaló nuestro Presidente Eterno Hugo Chávez Frías. El funcionario o empleado público, de carrera o no, es un servidor público. Y eso es lo importante.
Hasta dónde la administración pública ha creado mecanismos de formación de los millones de seres humanos adscritos a las decenas de ministerios, organismos, departamentos, universidades, institutos, gobernaciones, alcaldías, para crearles una nueva mentalidad que sustituya la de la IV República, por la de servidores públicos. Para inculcarles la alta responsabilidad que significa administrar el erario nacional, llevar adelante el plan de la nación, contribuir a crear nuevos espacios para la dignificación de ese trabajo que honra a quien lo hace de manera convencida, lleno de mística, de amor por el impacto que sabe puede llegar a tener su trabajo.
Cómo hacer para que los servidores públicos comprendan que en un país petrolero hay que contribuir a transformar la mentalidad rentista en una mentalidad productiva, creadora, activa. Que por la naturaleza de nuestra economía, el estado no dejará de ser voluminoso, pero podrá ser mucho más eficiente y transformador de sí mismo y de todas las realidades que le corresponde cambiar.
El servidor público tiene en sus manos, en Venezuela sobre todo, un poder inmenso para solucionar problemas, para gestar nuevas relaciones, para defender la Revolución Bolivariana y llevar adelante todos sus proyectos unido a las organizaciones del pueblo. Para no hacerse la vista gorda ante la indolencia, la corrupción, la mentalidad egoísta, miserable, de quien cree que su pequeña cuota de poder es intocable.