Son muchas las contradicciones imperantes en el sistema capitalista; una de ellas es que en sus plantillas de trabajadores figuran personas no involucradas directamente con la fabricación de las mercancías; digamos que no baten el cobre, que no ordeñan, ni siembran ni cosechan ni cocinan ni lavan, pero sí ceden la batea para que otros lo hagan. Tal es el caso del personal de contabilidad, de seguridad, de administración y gerencia en general.
Estas labores son indudablemente de una gran importancia para los dueños de la empresa, y, como usan las oficinas de esta, parecieran que forman parte consustanciada de la fabricación, del proceso de trabajo.
Su importancia es tan relevante en el proceso de producción capitalista que buena parte de los gastos salariales, si bien no forman parte del capital variable, del capital que crea plusvalía, tiene relativamente asignada la mayor parte de la paga global.
Venimos sosteniendo[1] que las remuneraciones a este excelente grupo de trabajadores no deben ser trasladados al costo de fabricación ni consecuencialmente al precio de venta al consumidor.
26/11/2014
[1] Véase mi obra, Praxis de El Capital.