Qué palabra tan de mal gusto esa de homosexualizar…, quién se atreve a mencionar esto en voz alta, pero qué se han creído para llevar a las calles su perversión, ¡inmorales!, ¡satánicos!, ¡hijos del pecado! Pero qué se han creído para manosearse en público y a plena luz del día, ¿acaso no les han dicho que eso es inmoral? ¡Cárcel! Ellos merecen cárcel, azotes, merecen ser ex comulgados, merecen la tortura hasta la muerte, son infestos hay que alejarlos de nuestros niños, marginarlos de la sociedad para que no contaminen a los otros, porque nosotros somos los elegidos, los puros, inequívocos y sanos. Ellos los enfermos que deben ser eliminados.
El estigma y el rechazo de quienes sí tienen doble moral y son incapaces de ver y disfrutar la belleza de la diversidad humana porque su ignorancia, odio, prejuicios y estereotipos los confina a la imprudencia de atreverse a señalar y juzgar todo aquello que no calce con la norma a la que la iglesia y la deshonra obliga –a los cretinos- en nombre de evangelios inventados para robarle la hermosura de amar a los exentos y los obliga a que su amor sea un constante acto de insurrección. Por ello homosexualizar la vida es toda una revolución.
La historia de esta humanidad pagana cuenta con millones de segregados, a quienes se les han negado los derechos con los que nacieron, a quienes se les ha humillado, golpeado, torturado y asesinado por el simple hecho de atreverse a amar, a ser, a revelarse contra toda imposición y “fobia” de los “santos apostólicos” que todos los días se rasgan las vestiduras. No solo es una ofensa verbal, también es la imprudencia constitucional al negarles la Unión Civil y el Matrimonio Igualitario. ¿Qué es lo que ofende a los otros cuando dos personas se aman sin prestar atención a cosas tan insignificantes como el género? ¿Qué se creen los otros para negarles los derechos?
¿Para pisotear su dignidad? ¿Para poner en tela de juicio su integridad?
¿En qué afecta a los otros que una persona sea homosexual, lesbiana, bisexual o transgénero? Así como todos tenemos los mismas obligaciones constitucionales debemos tener los mismos derechos y debe ser obligación de todos velar porque así sea.
Nos dicen que es prohibido amar con libertad y nos vuelven seres ordinarios con el alma seca, obedientes al sistema, temerosos de la rebelión de la locura, se nos obliga a reprimir la sonrisa, la alegría, el erotismo, toda caricia que nos acuse de blasfemos y de depravados ante la sociedad acusadora y vigilante escudada en ese desamor al que nos acostumbran y por tradición estatuto que obedientes asumimos única forma de vida.
Hay que tener arrestos para enfrentarse a esa tempestad, a los latigazos, a las injurias, a la discriminación. Hay que tener arrojo para caminar viendo de frente y defender el amor y pelear por la devolución de los derechos que nos robaron cuando nos vieron diferentes, herejes y libres. Cuando nos vieron felizmente soberanos.
Hacernos a un lado y dejar de señalar es un acto mínimo. Lo que necesitamos es comprometernos todos porque no se trata solo de prejuicios pasajeros y de fiesta popular o de comentarios en las calles, es un una negación de derechos constitucionales, Derechos Humanos, en todas las áreas del sistema y la sociedad se necesita que nos involucremos, no nos podremos llamar Humanidad hasta el día en que todos tengamos los mismas obligaciones y los mismos derechos, cuando acabemos de raíz con el acoso, la violencia y la segregación a causa de una distinta identidad de género y orientación sexual. Cuando las personas del mismo género tengan el derecho para adoptar niños, o parirlos y a ellos que se les juzgue en la calle por tener dos mamás o dos papás. Cuando a nuestros hijos no se les aleje de amiguitos que tienen una “alita rota” y que en base a esto se catalogue el coeficiente intelectual, la capacidad y la habilidad de alguien.
Equivocadamente vemos el margen de la homosexualidad en el plano adulto pero olvidamos que todos los días nacen niños y niñas con diferente orientación sexual, niños atrapados en cuerpos de niñas, niñas que quieren ser niños, personas que no se identifican con ningún género, y es válido y es nuestra obligación y responsabilidad que este mundo les brinde los mismos derechos que tenemos los demás. Que nos brinden la seguridad para caminar por la vida sin temor a una agresión emocional y física o que nos lleve a la muerte. Que se nos abran las puertas como a los otros y que no nos corten las alas.
Homosexualizarla sería entonces liberarla de la doble moral, lanzar a la basura los estigmas, el perjuicio, las normas impuestas por –zoquetes- sotanudos y dignos cristianos herederos del tabú y el odio. Es dejarla florecer sin la impertinencia de podar los vástagos y cortarles los retoños a la ilusión. Es dejar que el amor sea libre en toda forma, tiempo y espacio. En todo género sin la ambigüedad de la custodia de los protocolos y la soberbia de quienes niegan derechos evidenciando la inmundicia que los corroe. Es borrar huellas de exclusión y apostarle a la libertad de derechos a todo aquel que de por sí tiene obligaciones.
En paso constitucional es obligatorio. Apenas son 16 los países donde el Matrimonio Homosexual es permitido: Holanda, Bélgica, España, Canadá, Sudáfrica, Noruega, Suecia, Portugal, Francia, Islandia, Argentina, Dinamarca, Uruguay, Nueva Zelanda, Brasil, Reino Unido.
En México solo es permitido en el Distrito Federal. Los países que permiten la Unión Civil son: Alemania, Irlanda, Israel, República Checa, y últimamente Chile. En Estados Unidos es permitido el Matrimonio Homosexual solo en algunos Estados.
Con esto vemos que los países que le apuestan al avance en igualdad de derechos y en el respeto a la dignidad humana son pocos. Queda mucho camino por recorrer, porque no solo no son autorizados los Matrimonios Igualitarios, sino que a una persona que sea diferente se le tortura física y emocionalmente hasta obligarla al suicidio o se le asesina. Creo que por principio homosexualizar la vida nos quitaría muchas telarañas de la cabeza y nos permitiría ver con claridad que, todos deberíamos tener los mismos derechos.
He escuchado por ahí que uno debe amar al prójimo como así mismo, entonces ¿Por qué no tratarlo con respeto? He escuchado que la vida es amor, que Dios es amor, entonces, ¿Con qué derecho juzgamos y segregamos? ¿Con qué derecho cortamos alas? ¿Qué es para usted homosexualizar la vida? ¿Qué significa la alegría, la inclusión, el amor, la integridad y el respeto?
He escuchado por ahí que todos deberíamos ser feministas, entonces ¿Por qué no todos le apostamos a la posibilidad de homosexualizar la vida? Quitémosle el tabú y el odio a nuestro cerebro y corazón.
¿Qué opina, estaría dispuesto a ser parte del cambio o los prejuicios no lo dejan? ¿ Seguiremos obligando a que la diferencia sea una constante lucha, extenuada e insurrecta?
En Latinoamérica nos cuesta tanto lo obvio que el atraso que tenemos es por pura soberbia. Esos tres golpes de pecho que nos damos deberíamos volverlos una exigencia continua por la igualdad de derechos. En eso no nos merecemos llamarnos Patria Grande.
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