Leer la realidad

La complejidad puede metaforizarse con el ya manido ejemplo de la cebolla: una capa que cubre otra y otra, como una sucesión de cajas chinas. Pero en el campo económico la manifestación más epiteliar del fenómeno son la escasez y la inflación.

La escasez como consecuencia del acaparamiento secular de nuestra sociedad —Recuerdo haber leído en El Nacional en la columna "Crónicas" publicadas por Alfredo José Ugarte, un artículo llamado "Bandos de buen gobierno", en la que reproducía el clamor popular, en una de las semanas santas coloniales, por allá por el año 1600 y tantos, donde se denunciaba el alto costo del pescado—. Lo que indica que desde entonces en la mentalidad de los comerciantes de esta colonia que posteriormente devendría en República Bolivariana de Venezuela, ya dominaba la codicia por encima de cualquier otro valor...

La especulación —que viene de la mano de la escasez, pues es lo que se persigue al esconder los productos— es el ingrediente más conspicuo de la inflación venezolana y aunque Nelsón Merentes lo niegue escolásticamente, sea ésta la bestia que hoy día nos coma las entrañas, porque por absurdo que parezca nuestra inflación está preñada de especulación (inducida)...

Por ahí dicen que la inversión privada nacional podría ser el remedio, pero precisamente fueron los inversionistas privados venezolanos y los extranjeros, quienes desataron la quimera del dólar que vimos en las rebatiñas de CADIVI. No son los "privados" los que construirán una "sociedad libre de desempleo, pobreza y exclusión social", eso es tan ingenuo como amarrar perros con longanizas. Ciertamente esta revolución pacífica podría pasar a ser boba si creemos que con tamaños sátrapas como lo son los capitalistas nacionales y foráneos, vamos a construir el reino de dios en la tierra.

Para construir una sociedad socialista en Venezuela debemos ir construyendo un sector económico alternativo, que pueda competir con los privados, sean estos venezolanos nacionalistas, apátridas o extranjeros, hasta ahí debe ser la convivencia con el enemigo... y con la conciencia de que son el enemigo, que sin cesar arma emboscadas para destruir la revolución y el Legado de Chávez.

Esos que dicen que se debe promover la inversión productiva y que eso "implica revisar y rectificar las desviaciones de la política económica y sanar las heridas que han impedido la cooperación entre los sectores público y privado", no hacen más que manifestar el espíritu ingenuo —cristiano— de los que creen que ya pueden pastar juntos la oveja y el leopardo. Esta bien que tengamos una revolución pacífica, pero no pendeja.

Aquí nadie criminalizó la iniciativa privada, fueron los privados los que se criminalizaron cuando alentaron los paros, los golpes y las guarimbas y fue su intención insurrecional —de destruir a la revolución lo que les indujo a inhibir el "espíritu emprendedor y frenar, de manera voluntaria— el desarrollo de las fuerzas productivas".

Esa misma ingenuidad es la que hace decir a algunos que: "la causa de los problemas de escasez e inflación que minaron la confianza del pueblo en una dirigencia que nunca cumplió su promesa de asegurarles una vida mejor". Sin embargo en esa expresión se cuela una "ingenuidad" de alacrán, porque viene cargada del veneno que tanto ha atormentado a los incautos de las bases opositoras y como vemos en los resultados de las encuestas de Schemel, y las conclusiones a las que conducen esas encuestas —manifestadas en la entrevista que le realizó José Vicente Rangel (VTV 13-09-2015) —La conciencia del pueblo; su alto nivel de ideologización—. Esta entrevista comienza con la denuncia de José Vicente Rangel apuntando sobre los sectores golpistas y desastabilizadores https://www.youtube.com/watch?v=bksTF5jPJfc .

No olviden el carácter inconsciente y acrítico del voto de la base opositora, que ha demostrado hasta la saciedad estar dispuesta a votar por cualquier bicho de uña con tal de que esté en contra del gobierno-

Afirmar como lo hacen los reaccionarios de terciopelo, que "la escasez y la inflación minaron la confianza del pueblo en una dirigencia que nunca cumplió su promesa de asegurarles una vida mejor", es no más que la manifestación del deseo peregrino de un grupo de la oposición, que oculta el gruñido con un ronroneo sedoso, para ocultar el mensaje subyacente en esas palabras.

La realidad tercamente afirma que la escasez y la inflación no minaron la confianza del pueblo, no lograron caotizar al país —la consigna "Con hambre y sin empleo con Chávez me resteo", puede substituirse por: "Con especulación y bachaqueo con la revolución me resteo"—.

Además la frase que asegura que —la dirigencia (ya) nunca cumplió la promesa de construir una vida mejor, está redactada en un pretérito extemporáneo cargado de precipitación.

Otra vez la reacción ha estrellado sus dientes contra un muro, tratando de leer la realidad... y sus líneas torcidas.



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Marco Aurelio Rodríguez


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