La violencia contra las mujeres se ha dado de distintas maneras a lo largo de la historia. La figura femenina ha tenido y tiene connotaciones negativas, construidas por una sociedad patriarcal. Ejemplo de ello lo conseguimos, desde los griegos hasta la actualidad. Uno de los libros iconos del feminismo en el mundo, El Segundo Sexo, escrito por Simone de Beavoir, señala: “No se nace mujer: llega una a serlo”, es decir, la concepción de lo que es ser mujer, es una construcción cultural, compuesta de un conjunto de símbolos y referentes. Hay un sinfín de características que le son adosadas a las féminas, que si no son cumplidas, no son bien vistas, hasta por las mismas mujeres.
La religión ha jugado un papel preponderante en el establecimiento de conceptos que subordinan a la mujer ante lo masculino. Un ejemplo notable, es la idea que se tiene de la creación de la mujer, a partir de la costilla de Adán, nace Eva, como un apéndice de éste. Además de ser ella quien lo incita al pecado y genera la expulsión de ambos del paraíso. Son varios los pasajes bíblicos que reiteran la idea de sumisión de la mujer, hasta el punto de afirmar que la mujer virtuosa es obediente.
El gran escritor Uruguayo, Eduardo Galeano, en su libro Los Hijos de los Días, dedica una de sus historias a la percepción que varios pensadores han tenido de la mujer, y con su gran capacidad de síntesis nos refiere lo que expresaban sobre ellas: “…Aristóteles: la mujer es un hombre incompleto (…) Santo Tomás: la mujer es un error de la naturaleza (…) Francisco de Quevedo: Las gallinas ponen huevos y las mujeres, cuernos (…) Arthur Schopenhauer: La mujer es un animal de pelo largo y pensamiento corto...”.
En los griegos, donde se cimienta casi toda la cultura occidental, en su rica mitología, encontramos el caso de Pandora; fue la primera mujer creada por Zeus, quien por culpa de su curiosidad abre la caja que le fue confiada para su cuidado y esparce los males a la tierra. En la Edad Media, eran las mujeres quemadas vivas, por la Santa Inquisición, acusadas de brujas, quienes además eran torturadas hasta que confesasen su “herejía”. Uno de los casos más conocidos fue el de Juana de Arco, quien dirigió victoriosamente al ejército francés, expulsando a los ingleses de territorio galo, luego, resulto capturada por estos y condenada a muerte acusándola de brujería, porque ella decía que hablaba con Dios.
Una época tan revulsiva como lo fue el siglo XVIII, con la revolución francesa, un referente para el mundo entero; Libertad, Igualdad y Fraternidad, la mujer jugó un papel preponderante en la lucha comunera, pero luego sería relegada por los mismos líderes de la revuelta, incluso mucha de ellas pasadas por la guillotina, como es el caso de Olympe de Gouges, redactora de La Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana en 1791, uno de los primeros documentos históricos del feminismo. Acusadas de traición por contravenir algunas de las acciones de los jacobinos y de pelear por más participación de la mujer en la política, cuestión que era rechazada por algunos líderes del movimiento, muchos de ellos seguidores de las ideas de Rousseu, quien esbozaba que la mujer estaba marcada por la biología y en consecuencia destinada al hogar.
Jean Jacobo Rousseu, uno de los grandes teóricos de la ilustración señalaba: “Justificad siempre las tareas que impongáis a las niñas, pero imponédselas continuamente. Las doncellas… deben estar sujetas desde muy niñas. Toda la vida han de ser esclavas de la más continua y severa sujeción... Es preciso acostumbrarlas cuanto antes a la sujeción para que nunca les sea violenta…”.
Según esta aseveración, los roles en la sociedad estaban signados por la naturaleza, es decir, si la mujer es igual a madre, en consecuencia debía dedicarse a las tareas domésticas. Además de que eran vistas como poco racionales y muy pasionales, no apta para participar en los asuntos públicos.
Durante esta misma época, Mary Wallstonecraft en 1972, publica Vindicación de los Derechos de la Mujer, lo cual es una respuesta a los teóricos y políticos del siglo XVII que consideraban que las féminas no deberían recibir educación, más allá a la que se circunscribía a los quehaceres domésticos.
Con relación al tema educacional, Wallstonecraft destaca: “la exaltación de la sensibilidad, la sumisión y la irracionalidad de las mujeres, efecto de una educación subalterizante, las hacen débiles e incapaces de contribuir a la construcción de un orden político moderno e igualitario”.
La mujer es tratada como el otro, lo diferente, “un hombre castrado” en palabras de Simone de Beavoir. “La es hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades”, cita Beavoir a Aristóteles, en el ya mencionado trabajo El Segundo Sexo. En estas mismo texto, refleja lo dicho por Santo Tomás: la mujer es un “Hombre frustrado” un ser “ocasional”. Ella no es vista como un ser autónomo, sino dependiente de lo masculino.
Con el desarrollo del capitalismo, la explotación de la mujer en el trabajo se acentúa, sale de las paredes de la casa para sumergiese en las labores de producción, caracterizándose por ser una mano de obra barata y disciplinada. Ahora la mujer produce y atiende el hogar.
Hasta hace poco el Código Penal venezolano justificaba el asesinato de una mujer por su esposo, por infidelidad. Tanto ha sido la violencia física ejercida contra las mujeres que ya en muchos países, sobre todo Latinoamericanos, se ha tipificado en el marco jurídico el feminicido.
El día Internacional Contra la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, se conmemora a objeto de recordar a las mariposas, como solían llamar a las hermanas Mirabal, Minerva, Patria y María Teresa, quienes fueron asesinadas vilmente por orden del dictador Dominicano Rafael Leónidas Trujillo, por ser ellas activas militantes contra su régimen. Sus cuerpos fueron encontrados el 25 de noviembre de 1960 en el fondo de un acantilado, luego de ser brutalmente golpeadas hasta quitarles la vida y luego introdujeron sus cuerpos en el vehículo, para hacer parecer que fue un accidente.
Si bien es cierto, que la opresión de la mujer se ha dado por el dominio del hombre en la sociedad, el patriarcado es una construcción cultural, que es alimentando por mujeres y hombres. La mujer también es parte y reproductora de estas ideas, es ella quien educa al niño y le inculca la idea de superioridad en la mayoría de los casos. Es común escuchar a las madres proferir: “se lo voy a decir a tu papá”, “espera a que llegué papá” traspasándole al hombre la autoridad que ella también tienen.
No se trata aquí de enfrentar lo masculino con lo femenino, sino de reconciliarlo. Es evidente que existen las diferencias biológicas, pero esto no puede determinar el lugar a ocupar en la sociedad. El cuerpo no debe establecer los roles, como ha sido el caso de la mujer históricamente. Ya lo decía Wallstonecraft “no deseo que tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas”.
En la actualidad, son muchas las conquistas conseguidas por las féminas, pero aún faltan muchas cosas; pero que deben partir de la revisión de los constructos culturales de las propias mujeres y cambiar a partir de ella misma. Cuestionar lo que se ha llamado femineidad, que tiene como estandarte a la belleza, como una cualidad sine qua non de la mujer, olvidando otros atributos, se nos las educa para agradar, lo que es una trampa. Por esto algunas permiten que la publicidad utilice su cuerpo hasta para vender una moto.
Así que ahora le toca a la mujer, desmontar todo el andamiaje ideológico que la oprime y del cual ella es reproductora en ocasiones.
Finalizo con una frase de Simone de Beauvoir: “El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal.”
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