En materia comunicacional la Revolución Bolivariana exige medidas tan contundentes, de fondo y transformadoras como en materia económica. Ya sabemos los peligros que encierran las revoluciones a medias. Lo hemos visto en el Medio Oriente, en África, en América Latina. Lo estamos viviendo al rojo vivo en nuestro país. No sirven los golpes de pecho ni los actos aislados de heroicidad. Si algo pide nuestro pueblo, el chavista y el que no lo es, es que toda palabra conlleve una acción dirigida a corregir las fallas que nos trajeron a este momento donde las contradicciones parecen no quisieran resolverse. Las inconsecuencias es una de ellas. Recuerdo en la IV República aquello que se convirtió en un estribillo para criticar una medida tardía de Luis Herrera Campins: "Tarde piaste pajarito". Una frase banal pero que refleja un sentimiento popular de impotencia ante la indecisiones en la vida cotidiana y de gobierno.
El "como sea" por ejemplo no tuvo ninguna consecuencia como era de esperarse. Los números solitos hablaron de una desconexión de la mayoría de los venezolanos a creer lo que decía nuestra dirigencia y buscar el voto castigo, como si viviéramos todavía en "alternabilidad" de la IV que consagraba el puntofijismo. Y, además, como si pudiéramos darnos el lujo de arriesgar nuestra República en un juego entre Magallanes y los Leones de Caracas. Esta consigna sólo sembró temor en el pueblo opositor y no generó un vínculo de compromiso entre indecisos y abstencionistas, más bien reforzó aquella actitud de capricho que tanto habíamos criticado en los opositores. Si a eso se suma todas las veces que prometimos como gobierno y dirigencia revolucionaria dar respuestas en tres meses y castigar culpables sin hacerlo, nos encontramos en una situación de incoherencia que debemos reconocer y superar.
En la actualidad, luego de la debacle electoral, todavía seguimos hablando en futuro, de lo que vamos a hacer y no de decisiones concretas. Llegamos a decir que actuaremos con puño de hierro contra quienes han atacado al pueblo en materia económica, cuando hasta ahora no le hemos hecho y no concretamos. Incluso se habla de estar dispuesto a pagar un precio, cuando tampoco nuestra acción lo demuestra. Es hora de que la Revolución toque los intereses económicos que han llevado a nuestro país a vivir una hiperinflación, un acaparamiento bestial, un bachaqueo a la vista. Es hora de que la Revolución, como dice el argot popular, mueva la mata, demuestre que realmente el cambio lo representamos nosotros.