Los clásicos del marxismo nos recordaron que la historia es una espiral ascendente que se repite pero en condiciones superiores. Es lo que está ocurriendo en estos momentos históricos para nuestro país, cuando luego de 17 años hemos sido derrotados en las elecciones parlamentarias del 06 de diciembre del 2015 por la misma derecha golpista, guarimbera que nos gobernó en el pasado durante cuarenta años. Y para más ñapa, la designación de Ramos Allup, un viejo zorro adeco, como Presidente de la AN, nos hace más patética la acción de esta ley de la dialéctica como para ponernos de anteojito que hay varias lecciones que aún no hemos aprendido.
Nuestras contradicciones internas nos reventaron, haciendo que por primera vez fuera a nosotros a quienes si nos tongoneábamos se nos veía el bojote. Y lo más lamentable es que pareciera que muchos de nuestros dirigentes aún no acusan el golpe y la autocrítica brilla por su ausencia. Sólo hace falta pasearse por las calles de Caracas, aún en estos días de asueto, hacer una colita para pagar la luz o el teléfono, coger un taxi, o sencillamente hacer una cola para comprar comida, para reconocer que el pueblo que votó por la derecha se siente envalentonado y por ahora, los cantos de sirena de la oposición siguen zumbando en sus oídos, aumentándoles la esperanza de que ellos sí representan el cambio.
Nuestra consigna equivocada de "no volveran", ahora la espetan para callar a un chavista que les recuerda que las elecciones ya pasaron. Otro lo contradice en voz alta, "si ahora es cuando empieza la cosa", como es natural pues cuando los opositores votaron por la MUD fue para sacar a Maduro. Falta ahora que lo logren. Es decir, como decía nuestro Alí Primera, la inocencia no mata al pueblo pero tampoco lo salva… y añado yo, ni a sus dirigentes. Era impresionante la seguridad que teníamos en nuestro triunfo, todos los números nos daban, pero no éramos capaces de poner el oído en el piso para escuchar el run run del tsunami que se nos avecinaba.
Entre las colas sabrosas, las burlas a la oposición porque sus marchas eran escualidas, el autoengaño de creer que nuestras concentraciones llenas de trabajadores de la administración pública representaban el sentir del pueblo, creer que la imposición de candidatos no tendría consecuencias, también estuvimos obnubilados por nuestros propios cantos de sirena que nos distrajeron del objetivo principal: llegarle a los más amplios sectores del pueblo con soluciones concretas contra la especulación y acaparamiento, sobre todo en materia de alimentación y medicina. Tuvimos que calarnos leer a Julio Borges en su columna de Ûltimas Noticias que el chavismo no había sabido estar en sintonía con el corazón del pueblo.
La oposición había logrado no sólo copiar nuestra música en su campaña electoral, sino revertir nuestra conexión histórica con el pueblo a su favor. Por supuesto con todos los asesores del mundo, pero lo lograron por ahora. Solamente basta conocer las cuatro leyes que se proponen traer a la discusión de la Asamblea Nacional para saber que van por lo bajito, todavía endulzando al pueblo, haciéndoles creer que van por sus intereses, para cuando estén más descuidados, clavarles la daga por la espalda.
Como le dije a una joven de unos 16 años que despotricaba de Maduro en una cola para comprar un pernil subsidiado por el estado y que reconocía haber votado por la MUD. "Si ustedes no pierden las pensiones y las conquistas que hemos logrado en todos estos años es porque el chavismo saldrá a la calle a defenderlas".
Será que podremos recordar conceptos clásicos de la revolución que nos saquen del rango emocional para ubicarnos en el rango histórico que merece el momento que vivimos. Ramos Allup sencillamente tiene conciencia de la clase a la que representa, como la tenía Betancourt. Esos intereses los hacen justificar cualquier medio para alcanzar sus fines, no comer bazofia, no perder tiempo, comprender la realidad, moverse rápido, no caer en menudencias, conocer al pueblo. Esta espiral ascendente nos hace repetir errores pero también aciertos, si somos sagaces y sabemos cuáles son los intereses que defendemos. Y conocemos nuestros enemigos históricos. Siempre en condiciones superiores.