El planteamiento inicial o abrebocas, que se supone todos conocemos, ya sea por efecto directo del hecho delictivo, o por referencia de un tercero, ya por la lectura de un medio, o la escucha en radio y la vista directa en la tv; el trabajo del estado en sus diferentes niveles en proporcionar la seguridad; la acción materializada del individuo que cumple funciones como agente al servicio del pueblo en la materia tratada, nos lleva a la necesaria acción de conocer y comparar en el tiempo y el espacio los resultados obtenidos en un periodo base y tomando en consideración necesaria e indispensable, las estadísticas oficiales amen de enfrentarlas con aquellas que son manejadas por organismos privados y que funcionan gracias al apoyo monetario de organizaciones que de una u otra manera tienen que ver con el problema, con las probables soluciones y por supuesto, con los resultados, teniendo como norte el efecto económico y político deseado.
Un tercer elemento, el hombre delincuente, el de baja ralea, el de sentido medio y el de cuello blanco, es decir, desde el choro de barrio hasta el banquero encumbrado, cada uno en sus modalidades, se desarrolla producto de la inexistencia del estado en materia educativa, o de la fuerte educación televisiva hacia el consumismo y aparte, entre en juego, la disponibilidad o no de dinero para hacerse de los gustos que llenan el ego del individuo pero también sus manos de sangre o sus bolsillos de dinero. En Venezuela, es atípica la delincuencia teniendo altos niveles de inclusión a la educación pero que esta ha sido impactada por la importación del hecho delictivo de la mano y el dinero de la oposición política criolla de la mano de los sultanes de la violencia en Colombia, principalmente.
En verdad, este tema como el de la guerra de esta época, es complejo. Es difícil aceptar que un país con poder mundial, desee el mal vivir de otro pueblo, en este caso Venezuela. Pero es necesario aceptar a la vez que el fenómeno es mundial, con excepciones muy particulares como las que se suceden en países de desarrollo avanzado, aquellos que hace 5 siglos llegaron a estas tierras y se llevaron el moro y el oro y solo dejaron la religión y la biblia, opios del pueblo
Hoy, esas grandes ciudades imperiales viven y manejan la población bajo sistemas de control de seguridad total, desde las comunicaciones personales, su andar en las calles y su traslado de un lugar a otro, así como del extranjero que entra legalmente, a través de sofisticados sistemas satelitales que hoy hasta permiten al propio individuo controlar su casa desde un lugar remoto a ella. Y al principio y al final ello se refleja en el desarrollo de una gran industria que se convierte en la tercera del mundo en dividendos producto de la comercialización de esa tecnología, que aunque no llega a todo el mundo en toda su extensión, si lo hace con sucedáneos que si pueden pagar o se obligan a obtener el resto de países del tercer mundo, sobre todo porque hasta victimas de aplicación de acciones sicológicas para subvertir el orden interno de los mismos.
Como en la salud, con los virus, son obligados a comprar en grandes cantidades el antídoto, en materia de seguridad se obliga a obtener armas, municiones, trajes, químicos, vehículos, protectores, equipos de comunicación y cuanto invento crean las grandes corporaciones del ramo.
En nuestros feudos no llegaremos a compararnos con una calle de Boston en la que a minutos de un atentado ya conocen al o a los individuos que delinquen, o en un bus ingles en pleno centro de Londres donde ocurre un atentado, o en la Francia, la de la emergencia económica, bajo el fuego terrorista en un periódico o en una sala de teatro.
En fin, estamos obligados, como país bloqueado desde la llegada de la revolución, a buscar alternativas y ponerlas en práctica a objeto de combatir el delito y al delincuente, cambiando no al hombre pero si el sistema. Trabajando con el mismo pero con supervisión y control directa en cada nivel de la estructura policial y la militar que es activada para contrarrestar el mal. Actuando con disciplina en toda la vertiente, bajaremos los índices de inseguridad y la percepción de seguridad será llevada a términos porcentuales considerados como normales, porque se controla a acción delictual y la del represor del mismo, que hasta ahora tiene las dos caras.