Hace casi dos años, el miércoles 30 de julio de 2014, fui al PDVAL de Guatire. El sitio estaba abarrotado de gente, las cajas colapsadas, la cola de la caja de tercera edad y discapacitados era la más gigantesca de todas, decenas de rostros seniles a punto de desfallecer, cuerpos que más parecían apilados en una especie demencial de cámara de concentración nazi, que gente esperando para pagar por sus alimentos. Un infierno dantesco por todo el lugar, sin posibilidad ninguna de abastecerse de los artículos más elementales. Sofoco, empujones, miradas de ojos desorbitados, actitud hostil generalizada. Una vaina más arrecha que el Metro de Plaza Venezuela a las seis de la tarde.
Un hedor pastoso por todo el lugar. El piso encharcado con una capa asquerosa de mugre como la agüita esa que rezuma de los camiones de basura. Cuando ya había superado el mareo y las ganas de vomitar, y mis propias gotas de sudor se combinaban con la podredumbre universal de aquel submundo surrealista, de vaina me caigo a coñazos con un poco de gente porque insistí en que mi madre de 82 años de edad –a quien yo iba acompañando- pasara primero para pagar. A nadie le importaba, sobre todo a los más jóvenes y fuertes, quienes vociferaban al mejor estilo de una turba enfurecida justo antes de linchar a un hijo de puta. Fue algo bastante primitivo y salvaje.
Agarré la deprimente mercancía que traía en las manos –porque para conseguir un carrito había que pelearse como hienas por la carroña- y la lancé en el piso a los pies de uno de esos vigilantes que ponen ahí como si uno estuviera visitando a un preso, espetándole a todo el mundo que se fueran a lavar ese culo; tomé a mi madre y salí de aquella vaina como el carajo que se está ahogando y al fin alcanza la superficie para respirar.
Fue entonces que pude ver con claridad todo este peo. La experiencia fue tan patética y absurda, que finalmente comprendí la realidad que afrontamos como sociedad. Comprendí la magnitud inconcebible que encierra la palabra “improductividad” cuando se refiere a Venezuela.
La cruda verdad, la que a nadie le gusta reconocer, porque es más cómodo creer que la culpa del peo es de cualquier otro menos de uno mismo, la realidad profunda y contundente de nuestro país, de la totalidad de todos nosotros, sus habitantes, es la siguiente:
1. Una burguesía importadora parasitaria improductiva.
2. Una burocracia corrupta parasitaria improductiva.
3. Una masa de personas particulares (bachaqueros, buhoneros, contrabandistas, raspa cupos y hasta becarios), parasitarias improductivas.
4. Una masa de empleados públicos ineficientes (parasitarios) improductivos.
5. Una masa de empleados privados ineficientes (parasitarios) improductivos.
6. Un montón de pequeñas y medianas empresas, ni rentistas ni parasitarias, empujadas por miles de trabas a una forzosa improductividad.
7. Un conjunto de empresas transnacionales y nacionales de gran capital, algo productivas, pero rentistas (centradas en la captación de la renta petrolera) y con escasa o nula competitividad internacional (razón por la cual no exportan).
8. Una masa de personas particulares de talento y capacidad innovadora, sin oportunidades para desarrollarse, por lo que también son improductivas.
9. Una gran cantidad de personas con capacidad de liderazgo, emergentes de sus comunidades, que son excluidas de todo espacio de poder político real, razón por la cual también son improductivas.
10. Una enorme cantidad de personas particulares (ancianos, estudiantes, niños y adolescentes, discapacitados, etc.) económicamente dependientes de otros, bien sea por su edad, por su salud o cualquier otra razón legítima, por lo cual también son improductivas.
11. Un conjunto de empresas públicas y mixtas de gran capital, algunas productivas y otras no, con muchas dificultades gerenciales y estructuras de costos abultadas, propicias para la corrupción, y con escasa o nula competitividad internacional (razón por la cual no exportan).
12. Terratenientes privados con grandes extensiones de tierra improductivas.
13. Tierras fértiles en manos del Estado o de comunidades organizadas que también son improductivas.
14. Una masa de consejos comunales pendientes de que les bajen los recursos (parasitarios), improductivos.
15. Un montón de micro y pequeñas empresas del sector servicios, así como cooperativas de todo tipo, con muy poca calidad, capacidad de respuesta e innovación, y elevados precios al consumidor, por lo que también son parasitarias e improductivas.
16. Un flujo incesante de inmigrantes, legales y principalmente ilegales, que vienen a ubicarse en cualquiera de las categorías poblacionales anteriores, por lo que también son parasitarios improductivos.
17. Una industria petrolera pública de alta rentabilidad y productividad (la excepción de la regla, la gallinita de los huevos de oro, el maná que cae del cielo).
Aparte de PDVSA, en el lado productivo solamente puede hablarse en todos los casos señalados de “excepciones a la regla”. Eso es todo. A conciencia: ¿Quién produce realmente en este país?
Vista la película anterior, es evidente que Venezuela es un país IMPRODUCTIVO que vive casi exclusivamente de su industria petrolera (PARASITARIO, RENTISTA).
Es imposible que con esa estructuración de la población en roles improductivos, el país pueda lograr niveles de productividad que posibiliten su desarrollo humano sostenible. Así de simple.
El peo es de todos.