Una de las razones por las cuales el gobierno no dio el paso de la unificación cambiaria se debe al impacto inflacionario que le atribuye a esta medida. A pesar de haberse registrado una inflación de 305% en alimentos -uno de los sectores largamente protegido con la asignación de dólares preferenciales-, el gobierno no termina de comprender que la inflación atribuida a una tasa de cambio superior ya fue absorbida, no sólo porque muchas importaciones previstas a la tasa de Cencoex migraron a Simadi y paralelo, sino porque la mayoría de los importadores, al tanto de la escasez de divisas, comenzaron a calcular a dólar paralelo el precio de los productos importados con el dólar preferencial, anulando así el efecto antiinflacionario que el gobierno busca con el dólar preferencial.
Cencoex, Sicad y Simadi terminaron siendo la repetición de un complicado régimen cambiario que dificultó sobremanera el acceso a la divisa oficial y trasladó la demanda insatisfecha al mercado paralelo. La brecha cambiaria se amplía cada vez más y la diferencia supera por más de cien veces los precios de la divisa entre la tasa de cambio más barata y la más cara. Semejante brecha es un incentivo perverso a la corrupción y atiza una demanda artificial que entorpece la administración racional de las divisas.
Unificar las múltiples tasas de cambio en una sola le permitiría al gobierno erradicar la especulación cambiaria y corregir las graves distorsiones que impiden calcular un precio justo para los productos de primera necesidad. Una tasa única de cambio sería menor que el dólar paralelo y ayudaría a desacelerar el ritmo inflacionario. De allí que el sobre los precios de la unificación cambiaria sea muy relativo, toda vez que al erradicar la práctica especulativa más bien se lograría sincerar el tipo de cambio al que realmente se está importando y este sería el único que se aplicaría a la hora de fijar los PVP.
Con la unificación se eliminarían los incentivos a los especuladores cambiarios que desfalcan al país a través de empresas de maletín, al sobrefacturar y no importar todos los productos para los cuales se le asignan los dólares preferenciales. Asimismo, se eliminaría el negocio de los traficantes y contrabandistas que amasan jugosas fortunas comprando mercancías a precios subsidiados para después revenderlas en el mercado informal o en la frontera a través del contrabando de extracción.
Para conjurar la amenaza inflacionaria que se le atribuye a la unificación cambiaria, ésta hay que complementarla con una reforma fiscal que erradique el financiamiento monetario del déficit fiscal con emisiones de dinero sin respaldo por parte del BCV. Está más que comprobado que esta práctica erosiona el poder de compra del bolívar y genera una creciente inflación que disuelve el poder de compra de los salarios. La unificación cambiaria, en un contexto de disciplina fiscal y monetaria, despejará la incertidumbre sobre la tasa de cambio futura y ayudará a superar un engorroso régimen de cambios múltiples que ha dificultado el acceso a las divisas y reforzado las presiones sobre el mercado paralelo, estimulando la especulación y la corrupción.
El gobierno todavía tiene al alcance de la mano un conjunto de medidas fiscales, cambiarias, monetarias y de precios para enderezar el rumbo de la economía. Se trata de corregir las desviaciones y errores de una política económica que luce totalmente agotada y está generando un malestar social cada vez mayor.
Lo antipopular no es tomar las medidas necesarias para estabilizar la economía sino mantener la inacción que agrava esos flagelos que azotan a la población. Para superar esta problemática no hace falta aplicar un programa de ajuste estructural antipopular, al estilo de los programas de shock del FMI y del BM, que recrudecen los flagelos del desempleo, la pobreza y la exclusión social.
El creciente descontento de una población azotada por la escasez, acaparamiento, especulación e inflación ya pasó factura en las parlamentarias del 6-D, en las que el gobierno perdió la mayoría en la AN. Y el costo político puede ser aún mayor si no se detiene el acelerado deterioro de la economía y se agrava el malestar social, toda vez que el chavismo puede resultar barrido en las próximas elecciones de gobernadores y alcaldes, muchos de los cuales ven cada vez más remotas sus posibilidades de reelección.