Debate feminista: De este lado de la trinchera

"Instrúyanse, porque necesitaremos de toda nuestra inteligencia;

Conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo;

Organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza".

Antonio Gramsci

El fin de semana amanecí con la horrible y dolorosa noticia de una chica violada en Brasil por 30 hombres. No podía creerlo. Me pasé media mañana llorando, desconsolada, intentando ponerme en su lugar, pero sin querer hacerlo. Intentando desde la otra orilla que su dolor fuera menos dolor. A medio día tuve que dejar de llorar, hubiera resultado raro explicarle a mis compañer@s que una pena enorme me recorría el cuerpo por una mujer que ni siquiera conocía. Aún así, no ha dejado de dolerme el alma desde entonces y un escalofrío me recorre el cuerpo cada vez que lo recuerdo.

Por suerte, los días siguientes a enterarme de la noticia pude reconfortarme con mi madre y las que a día de hoy son mis hermanas, al menos, con muchas de ellas. Mujeres con las que tengo un vínculo especial y fuerte, con las que me siento libre y segura. De una forma u otra, el feminismo parte de nuestras vidas, de nuestra forma de ver el mundo, de estar en el mundo. Es el hilo conductor de nuestra relación. Unas tienen formación teórica, otras, pura intuición. Algunas de ellas están organizadas, algunas tienen formación en género, otras, aprenden de su día a día, como si de intuición se tratase. Pero todas tenemos clara una cosa: la importancia de las redes de mujeres. Redes que te sostienen cuando caes, que te dan fuerza para aguantar duras realidades, que te dan el cariño necesario, que te llevan a reflexionar, a crecer, a vivir.

Esas redes, esos lazos, nos ayudan a empoderarnos colectivamente, a desenmascarar todo gesto de machismo con el que nos vamos encontrando y a luchar para que desaparezca. Son fundamentales para construir un mundo más justo, en el que las mujeres, algún día, seamos libres de violencias.

Pero eso no basta. Y no basta porque el problema lo tenemos nosotras pero no es nuestro. Porque empoderarse no es tener el poder. Porque mientras éste sea visto como una forma de explotación de una parte del mundo sobre otra, alguien sufrirá las consecuencias. Y por mucho que nos empoderemos (que repito, creo que es algo fundamental), media humanidad no va a abandonar sus privilegios así como así.

Hablando con varias compañeras, nos dábamos cuenta de que nosotras, como mujeres, como colectivo, nos hemos mirado, pensado, repensado. Hemos puesto encima de la mesa los problemas, las soluciones, las consecuencias. Hemos caído, nos hemos levantado. Hemos conseguido derechos y los hemos vuelto a perder. Hemos luchado, callado, gritado, organizado. Nos han asesinado, violado, atacado. Hemos sido madres, putas, sumisas, mujeres, trabajadoras… Pero aún así, seguimos sin ser parte protagonistas de la película del mundo, seguimos teniendo el papel secundario, con todo lo que ello implica.

Llegamos a la conclusión, por tanto, de que ahora os toca a vosotros, hombres, pensaros, miraros, analizaros y romper con esos privilegios que obtenéis desde que venís al mundo. Quizá es hora de que por justicia, por honradez, por principios políticos o, simplemente por humanidad, vosotros, hombres, reunáis el valor y la humildad para cambiar, a nuestro lado, este sistema que nos oprime con tanta violencia. Quizá es el día en que os dejéis coger de la mano, y sin que tengamos que regañaros como a niños, o poner delante vuestra las soluciones, podáis escucharnos sinceramente y ayudarnos a poner todas las medidas posibles.

Sabemos que esto no es cuestión de un día ni de dos. Si no de, al menos, una generación. Que hasta que el hombre nuevo y la mujer nueva de Guevara no lleguen, no podremos hablar de cambio. Pero para ello hay que poner mimbres y hay que hacerlo en todos los aspectos de nuestras vidas; desde lo macro (legislando contra las empresas que explotan, contra los salarios diferenciales y de miseria; creando nuevas formas de educar además de nuevas leyes educativas; prohibiendo la publicidad sexista en todos los medios…) a lo micro (tono de voz, ocupación del espacio físico, asumir que somos de una determinada manera…), pasando por todo un espectro de cuestiones tanto materiales, como simbólicas y, por supuesto, estructurales.

De las redes de mujeres he aprendido también a ser generosa. Estamos cansadas de la situación que nos inunda cada día, pero lo cierto es que debemos encontrar soluciones. Y éstas pasan por empoderarnos, sí, pero también por reclamar a quienes tenemos al lado que se instruyan, se conmuevan y se organicen no sólo por su liberación, sino también por la nuestra

No puedo decir que confíe en todos los hombres para dar este paso. Igual que no creo que todas las mujeres sean feministas. Igual que no creo que haya mujeres que quieran liberar a todas las mujeres del papel subordinado que ocupamos, porque más allá del interés de género hay un interés de clase que no desaparece. Y aunque que sigo pensando que las protagonistas de nuestra liberación debemos ser nosotras mismas, también creo que debemos elegir bien los aliados. Y creo que, vosotros, a los que llamamos compañeros, con los que compartimos cada día miles de historias, debéis también acompañarnos en la ruptura de nuestras cadenas. No para ponéroslas, sino para acabar con ellas.

*Lorena Garron, historiadora, antropóloga y feminsta, forma parte del Consejo Asesor de VIENTO SUR



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