En la India las tradiciones sagradas dicen que estamos viviendo el final de la época más oscura de la humanidad donde cada vez será más difícil distinguir lo verdadero de lo falso. Donde no se podrá distinguir una soga de una serpiente. Nada más verdadero en el ejercicio del periodismo en la Venezuela actual y en el mundo. La oposición nos ha acostumbrado a no sorprendernos en eso de manejar lo ficticio como real. A pesar de ello, el periodismo bolivariano aún no afina su maquinaria hacia una verdadera artillería del pensamiento como nos convocara hace 200 años nuestro Libertador Simón Bolívar. En el día del Periodista, en el Congreso de la Patria, el Presidente de la República Nicolás Maduro hizo varios anuncios que con toda seguridad mejorará ese ejercicio de buscar la verdad, los hechos, para orientar, educar, informar en un momento de verdadera confrontación mundial en la arena de la comunicación donde la verdad siempre sale perdiendo y de agresiones contra nuestro país.
Un periodismo que debe dejar de ser pacato, jugarse por entero, desde nuestras posiciones éticas, de principios. Que se mueva dentro de las contradicciones propias de una sociedad capitalista en tránsito hacia el socialismo, donde un sector de la sociedad venezolana aún no entiende ni está de acuerdo con esta realidad. Y dice: "Pero yo no voté por el socialismo". Y yo digo: "Yo tampoco nunca voté por el capitalismo". Ninguna sociedad del mundo occidental le ha dicho a la población, vamos a elegir entre el capitalismo y el socialismo. Solamente sus candidatos, ofrecen y ofrecen para luego hacer exactamente lo contrario. Caso CAP en su segundo breve mandato, caso Macri en Argentina.
Un periodismo conectado al mismo tiempo con el poder que le es inherente y el sentir de los sectores que participan activamente en una sociedad, especialmente los trabajadores de donde surge la riqueza, también con los sectores empresariales que miran a la patria no como una mercancía para exprimir, sino realmente como una raíz de la cual nos nutrimos para servirle, así como a los sectores más humildes, quienes viven las consecuencias más duras de estas contradicciones entre capital y trabajo.
Un periodismo atrevido, creativo que no tema hablar de las colas, de la especulación permanente, del acaparamiento, de la corrupción, de las injusticias y errores, no como un cliché o consigna sino como hechos concretos que hay que reseñar, describir, interpretar de una manera que estimule la reflexión y la comprensión de ellos. No sólo en documentales especiales, una vez a la semana, sino dentro de los mismo informativos y espacios de opinión, echando mano a todos los géneros, que recreen desde varios puntos de vista esas situaciones para extraer de ellas las respuestas que andamos buscando, para conocer su verdadera naturaleza.
Para ello el periodista necesita enamorarse de su profesión, y además del manejo de las nuevas tecnologías, anhelar leer literatura, identificarse con el conocimiento de la historia, ser un investigador nato de los hechos políticos, económicos y sociales, saber algo de ciencia, ecología, espiritualidad. Es decir, cultivarse intelectualmente, tener una cultura general, no sólo porque su profesión lo requiere, sino porque eso lo hace una persona más feliz. Se dice que el periodista debe conocer un poquito de todo, lo cual no es nada malo que no seamos especialista sino precisamente los intermediarios entre los expertos y la población en general. Ahora bien, jamás podremos hacer bien esta función, sino manejamos los temas a los cuales le estamos dando tratamiento periodístico.
En fin el periodista venezolano debe saber que trabaja en el ojo del huracán, que la paz depende literalmente de nosotros, no exageramos. Que vivimos un tiempo histórico donde somos nosotros uno de sus principales hacedores, de hecho lo registramos todos los días. Que también parafraseando al Che, el periodista debe siempre estar inspirado por profundos sentimientos de amor. Todo lo demás se da por añadidura. Hoy aprovecho para rendir homenaje a los 28 años de graduada de periodista en la Universidad de La Habana. Un regalo de la vida.