…¨…Nuestros asuntos están en la situación más penosa, ruinosa y deplorable que hayan estado desde el inicio de la guerra. Por lo que he visto, oído, y en parte sé, tengo que decir que la holgazanería, disipación y despilfarro se han apoderado de todo. La especulación y una red insaciable de riqueza, las disputas partidistas y los enfrentamientos personales son las máximas ocupaciones del momento, mientras que la ruina económica, la moneda depreciada y la falta de crédito no son sino consideraciones secundarias…¨…
George Washington. (Diciembre 1778)
Sobre la tasa de cambio venezolana opina y actúa deliberadamente todo el mundo, excepto el gobierno bolivariano perdido en la espesura de su propia ignorancia y mediocridad, por aquel explosivo dictum de ¨la economía estúpido¨…
A principios del 2013 se tenía una tasa de 6,30 bolívares por dólar, pero posteriormente una inteligencia interesada la subió nada menos que legalmente a cerca de 200 bolívares por dólar, esto es, casi 32 veces la anterior. Cambio brutal que marcó la ruta de lo que estamos viviendo actualmente en Venezuela, como precios relativos que han pulverizado por un lado, la capacidad de compra del trabajador, y facilitado, por el otro, el engordamiento de quienes han acumulado divisas extranjeras, específicamente una minoría de personas que se han enriquecido a costa del empobrecimiento de una mayoría que depende de sus ingresos en bolívares, esto es casi un 90% de la población del país.
Riqueza por un lado, y pobreza por el otro, cuando quién genera las divisas es el sector público, el de hidrocarburos, dado que el sector empresarial capitalista se ha convertido en una máquina infernal de extracción de divisas, exportando unos tres mil millones al año, y solicitando nada menos que 10 veces más, 30 mil millones de dólares cada año, total poca cosa para su extremado engolosinamiento. Tremendo negocio especulativo del comprar barato y vender caro, al ser la divisa extranjera la mercancía más apetecible del mercado.
Pero el exabrupto no termina aquí con la creación de un mecanismo que cambia de nombre con el tiempo (SICAD, SIMADI, DICOM, etc) pero cuya espuma sube a diario al colocarse la tasa de cambio por encima de los 600 bolívares por dólar, respecto al 6,30, y pronto de seguir la enloquecida tendencia a casi 100 veces la inicial ya mencionada de 6,30 bolívares por dólar.
¿Qué economía puede establecer un cálculo económico con tales variaciones en el tiempo, y tal disparidad en sus relaciones? Pues simplemente, ninguna…
A lo cual como desgracia, se agrega la irresponsabilidad de un gobierno que crea dinero en bolívares, acompañando niveles de inflación nunca vistos, aunque traten de no publicar las cifras y ocultar lo que todo ser humano sabe, que el Rey está desnudo…
Ni dólares ni bolívares, alcanzando el ápice del cinismo, hablando de un país inexistente a diario, en vez de tomar medidas que disminuyan el clima de desesperación de cualquier ciudadano trabajador para alcanzar los bienes y servicios primarios a su disposición.
Esquizofrenia entre lo que se dice permanentemente y lo que se siente en el bolsillo de la gente y de su ánimo, bajo aquel dicho de que ¨amor con hambre no dura¨, y ninguna guerra se gana con el estómago de los soldados sin alimento material.
El dislate cambiario, no cesa al escuchar a los supuestos voceros del gobierno en su afán de esconder la cabeza bajo la tierra, a modo del avestruz, cuando ya la economía se encuentra artificialmente dolarizada, contraponiéndose al salario de los trabajadores, exprimido al máximo, aliñado con una escasez haciendo su agosto y operando a su libre albedrío.
En la economía existen los precios relativos de las mercancías, y en nuestro caso el más importante es la tasa de cambio, como relación técnica entre bolívares y dólares, pero que en el caso venezolano, en particular, se presenta como vínculo político dado que lo genera, sobre todo, la exportación petrolera, cada día ella más mermada al no poder subir la producción y tampoco los precios, sujetos estos a los vaivenes del mercado internacional, en un mundo del Medio Oriente agredido por el imperio gringo y por los gobiernos autoritarios personalistas de la región.
De no atacar el problema cambiario por sus raíces, afirmamos de manera radical, seguirán los desajustes, la fuga de divisas, la corrupción burocrática y por supuesto, los dislates conocidos por un gobierno incapaz de ver más allá de sus propias narices. Por supuesto, no se trata de un tema aislado, que debe manejarse en el contexto de una política económica y social global, que primero proteja el nivel de vida, el ingreso de los trabajadores y los logros de la política social incluyente que se inició en 1999 con el Comandante Chávez.
Se debe seguir continuando la superación del modelo rentista petrolero, y no precisamente a través del incomprensible Decreto sobre el ¨Arco minero del Orinoco¨, pero sí mirando a la producción comunal y social, a base de los productores libres asociados, asignando las divisas disponibles a las prioridades de los seres humanos y a las necesidades productivas internas, evitando y controlando las fugas y la acción de los sectores especulativos, particularmente el financiero y los provenientes de una burguesía netamente extractivista.
La vía posible para una construcción socialista pasa necesariamente, por el ejercicio de una planificación genuinamente democrática, dejando la improvisación que nos está llevando al precipicio, y al debilitamiento del legado conseguido durante el gobierno del Comandante Chávez. Para ello, repetimos una vez más, se requiere de manera inmediata y necesaria en un contexto global, el resistir, consolidando lo avanzado, refundiendo el Estado, la República, el gobierno, el pueblo y la Fuerza Armada Bolivariana, junto a las organizaciones políticas y sociales revolucionarias, bajo un liderazgo político colectivo que surja de las bases populares y no de la cúpula política, por demás deslegitimada, después de la significativa derrota electoral del 6 de diciembre de 2015; y en particular, se debe tomar en cuenta como un aspecto fundamental, una nueva política y un nuevo régimen cambiario, que supere este dislate en que nos encontramos.