La Constitución de 1999 fue antecedida de debates importantes que pudieran resumirse en dos tendencias: la primera asociada a la reducción de las potestades del Estado y la apertura al libre contrato como principios rectores de las relaciones en la República. Esta idea tenía una enorme influencia del pacto social de los Estados Unidos de América, que rige el universo de comunicaciones entre los ciudadanos y de éstos con el estado. La segunda, que fue prevaleciente en nuestras discusiones, estuvo orientada por la búsqueda de modos de democratización mayores que significaran un protagonismo y participación efectiva de la sociedad en los asuntos públicos. Hubo influencia de los preceptos contenidos en las Constituciones de Querétaro en Méjico, Francia, Colombia, y sobre todo, de los estudios previos de la realidad en nuestra República.
Se mantuvo el rango de alta jerarquía del derecho al trabajo, de la seguridad social, de la educación, de la cultura, y de la salud, y se puso un énfasis especial en los derechos humanos, que no estaban contenidos expresamente en la Constitución de 1961. Se definió una atención especial a las culturas populares constitutivas de la venezolanidad, y garantías de jubilaciones y pensiones a los cultores. La verdad sea dicha, lo que se ha hecho hasta ahora, es la promoción de las culturas europeas mediante fondos cuantiosos que administran sus "maestros", mientras que nuestros propios creadores y artistas viven casi en la mendicidad.
Otra idea novedosa e importante fue la organización de cinco poderes, manteniendo los tradicionales: legislativo, ejecutivo y judicial, y levantando el poder electoral y el poder ciudadano. Se entendió que los tradicionales preservaban la integración de los estados nacionales como actualmente se desenvuelven la mayoría de las repúblicas, y los nuevos, con sus autonomías, profundizaban la democracia participativa y protagónica postulada en el preámbulo de la Carta Fundamental. Importa resaltar la creación de la Sala Constitucional, semejante a las cortes constitucionales de otros países que debería estar integrada por ciudadanos con una independencia de criterio indudable, y cuyas sentencias fuesen inobjetables. A este respecto, dejo al lector la evaluación y la aprobación o aplazamiento de estos magistrados.
Por otro lado, nuestra idea fue establecer claramente las reglas de juego que debían ser cumplidas por todos, con el propósito de re-crear una sociedad en la que todo ciudadano se sintiera seguro, en su realización personal, y toda la sociedad se sintiera en movimiento para alcanzar grados superiores de civilización. En este sentido, hubo originalmente un camino que se comenzó a recorrer y, tanto el estado como las personas que hacían vida dentro de él, cargaron con ilusiones e iniciaron una marcha resuelta. Vale poner de relieve que determinamos un reconocimiento a nuestros ancestros los indígenas y las culturas propias de su desenvolvimiento. Afirmamos que indígenas y quienes no lo son, creyeron casi religiosamente en la Constitución como base de la revitalización venezolana, y aún más, en el humanismo plasmado en nuestras normas rectoras.
Desafortunadamente, si hacemos una evaluación, hoy el ciudadano siente el peso de un estado burocrático que lo asfixia, con la paradoja que el mismo está ausente, cuando corresponde, y cada trámite ante cualquier organismo público se convierte en una verdadero vía crucis. Hoy, el espíritu de cualquier cristiano común y corriente se siente sublevado ante la lesión gravísima que ha recibido la sociedad. La corrupción, el daño inmisericorde a la naturaleza, como el caso absurdo del Arco Minero del Orinoco como agresión a la vida, y el despojo a su derecho a evaluar la gestión de sus autoridades, constituyen una afrenta imperdonable. Cada vez los nuevos ricos, aunque con pocas luces, se hacen más ricos de modo inconmensurable, la clase media casi no existe y los pobres se hacen más pobres.
La victimización se hace aún más grave, cuando la lesión se hace en nombre de los pobres, de un socialismo inexistente, de una izquierda que no es tal, y de una constitución convertida en un librito de bolsillo exhibido de acuerdo a la ocasión. Es una verdadera tragedia cuando los ciudadanos en su desenvolvimiento cotidiano no tienen reglas de juego, y cuando éstas se invocan es para causarle un perjuicio. Esa ausencia de ciudadanía ha provocado que la sociedad en su conjunto navegue como barco sin rumbo, con niveles altísimos de incertidumbre que se han traducido en que se la reconozca internacionalmente como una sociedad atrasada.
En circunstancias como las descritas, se tiene la tentación de responsabilizar a la Constitución como causante de todos los males. No es así. El espíritu, propósito y razón de nuestra Carta Magna ha sido violentado. Por estos tiempos no cabe la menor duda que la mayoría de los administradores locales, regionales y nacionales del estado, integran unas bandas que, cada una tiene su espacio de operaciones y actúa procurando no entrar en el espacio de la otra banda. La similitud entre ellas es que se han olvidado del servicio público como el fin que debe cumplir cada funcionario de alta o baja jerarquía, y un afán de lucro incontrolable que hace viable cualquier saqueo de fondos que le pertenecen a los venezolanos. Esta conducta ha permeado sin distinción las capas de la sociedad e incluso la conducta de los ciudadanos. Hasta el Contralor ha admitido sin rubor que puede haber un nepotismo bueno. Claro, el de él en el ejercicio de su cargo. ¡Qué barbaridad!
A pesar de tantos pesares, la subordinación a la Constitución, a los preceptos que la conforman, a las interpretaciones sin tergiversación, y al reclamo constante para que sea cumplida sin giros ni maromas, hace que tengamos esperanzas fundadas en convertir nuestro Pacto Social en letra viva. Sólo con una confianza en esas sencillas reglas de juego, podemos reivindicar los motivos que nos llevaron en 1999 a edificar un sueño de país contenido en el libro por excelencia de los venezolanos. La razón de ser de nuestras acciones constituyentes fue entender al pueblo como protagonista de su destino en participación efectiva, en sinergia constante entre Venezuela y los venezolanos, pues sólo así se impediría que esta tierra fuese marchitada, y la Patria estuviese en realización continua.
Patria no es palabra hueca y usada como cantaleta banal de politicastros. Patria son los niños expresando alegría, son los adolescentes estudiando e inventando, enfermos que mitigan sus dolores siendo consentidos, viejos trasmitiendo sabiduría, lagos con agua fresca que se pueda beber, es olor a tierra mojada, es selva amazónica con vida que no se agrede, mares que no sufren contaminación, alturas con nieves perpetuas que siempre queremos alcanzar. Es marcha incesante de pueblo hacia estadios de felicidad. Repugna la conducta de dirigentes tramposos que actúan a contracorriente de esos valores que conforman esa voz. La Patria se expresa en los lechos por donde fluyen como ríos claros y crecidos, los ciudadanos haciendo República y realizando en franca democratización su destino.