De la tragedia shakesperiana a la comedia burlesca criolla, en un salto que no tiene en cuenta ni el tiempo histórico, ni los espacios físicos, donde la putrefacción de los residuos orgánicos terminan contaminando el ambiente, donde en relativos pocos meses hemos pasado del cultivo de un sueño y una esperanza, a vivir un incubo que se asemeja al infierno dantesco.
Consecuencias del aumento de una violencia que no le pertenece por antonomasia a la historia y al gentilicio del pueblo venezolano, importada de otras latitudes cercanas donde dicha violencia, como lo afirmó un líder de ese país, comenzó cuando asesinaron al Mariscal Antonio José de Sucre, en Berruecos, allá en 1830.
Violencia importada y cultivada gracias a problemas que espantan a cualquier ser humano que desea vivir en paz y en convivencia con los demás. Pero es que los anuncios de esa violencia también provienen del norte, de su política de ¨patio trasero¨ que no puede permitir que sus vecinos del sur no estén dispuestos a serle sumisos, ni meros esclavos de sus imperiales designios, máxime hoy cuando llegan hasta afirmar ¨USA first¨, como muestra de un proteccionismo, que choca con la mal llamada ¨globalización¨ que llena páginas enteras de papel, en una muestra de debilidad, mezclada con una peligrosa prepotencia, capaz de hacer volar a la humanidad entera con sus cerca ocho mil millones de seres humanos, cuya mayoría también quisiera vivir en santa paz…
Violencia urbana, en un país donde un 90% se encuentra en el norte costero, en unas diez ciudades mayores capitales de estado, donde por más que pudo hacerse desde 1999 hasta el 2012, dicho sueño hoy se ha convertido en una pesada pesadilla, incendiaria, como la pretenden los viejos amos del valle, las autoridades del clero, los grandes propietarios, al lado de una boliburguesía enriquecida a nombre de principios inconfesables; en un volver la página a lo ya vivido y conocido desde 1958, cuando se desvanecieron las esperanzas, una vez más desde los tiempos de la Independencia, cuando nos arropó el llamado Pacto de Punto Fijo, y el discurso ¨chillón¨ y prepotente del máximo líder de ese proceso.
Pero lo que observamos hoy y aquí, a cuatro años de un gobierno que se declara con pomposidad y cinismo, hasta socialista, siguiendo el legado de las rebeliones militares del año 1992, o la explosión social de febrero de 1989, a nombre del pueblo, de sus aspiraciones; que no ha sido ni más ni menos, que un gobierno irresponsable e incompetente, para conducir los asuntos económicos de un país, para ello basta señalar como muestra: las tasas de inflación nunca vistas en Venezuela, el duro desabastecimiento de medicinas y alimentos de primera necesidad, con el complemento, junto a la picardía criolla, del fenómeno de la corrupción, del nepotismo, de la impunidad y de la inseguridad ciudadana. De un gobierno que ha ¨administrado la escasez con escasez de criterios¨.
Mezcla explosiva, de la violencia por un lado, y la incompetencia e irresponsabilidad por el otro, que producen ese mal olor, de materias orgánicas en estado de putrefacción, del ¨algo huele mal en Venezuela¨. Olores que no pueden ser dispersados por más ¨potes de humo¨ que pretendan colocar en sus pantallas los medios oficiales, por un lado, o las medias verdades de los medios de comunicación del mundo en cuanto a lo que ocurre en el país. Medias verdades repetidas hasta la saciedad, que no terminan de elucidar la realidad de las cosas, como la sienten las venezolanas y los venezolanos de hoy, por más adornos y discursos vacuos que se pretendan emitir.
Asumir la crisis sin ambages, de frente a la cruda realidad es cuando menos una condición necesaria, y en ello el gobierno actual no puede evadir sus competencias y responsabilidades, sin seguir pretendiendo estirar la cuerda, que ya sabemos por donde se revienta, y no dudamos, que es a través de la producción de miseria y muerte, como la estamos observando a diario.
Afirmamos que no es a través de la posición asumida por el Príncipe Hamlet, cuya tristeza le embargó al decir Quisiera que mi cuerpo se desintegrara en lágrimas", al saber que su madre había subido al "tálamo incestuoso"; que vamos a resolver los problemas que nos atañen a los venezolanos, sin la presencia de interferencias extranjeras; se trata, más bien, como lo dice el refrán popular, de ¨tomar el toro por los cachos¨, y que cada quién asuma su responsabilidad, para tratar de superar el laberinto en que nos encontramos.