Al igual que las serpientes que se comen a sus madres al nacer, los autodenominados "hijos de Chávez" actualmente en el poder, a la muerte de éste casi que de manera inmediata comenzaron a desmontar todo lo verdaderamente sustantivo de lo que fue su paso por la historia de este país. Sólo conservaron para sí la imagen, el nombre, su liderazgo, su discurso, sus símbolos y como al Cid Campeador lo han venido manteniendo a cuestas de su caballo, para usufructuarse inmerecidamente de su trabajo y del amor que sin hipocresía e íntegramente le dispensó su pueblo a él y él a su pueblo. Milagrosamente convertido en pajarito, por el ahora presidente Nicolás Maduro, Chávez yace seguro que revolcándose en su tumba, impotente e incapaz de detener al barbarazo que designó como su sucesor y que como en aquel merengue de Wilfrido Vargas "….acabooooo con tooooo…".Con el falaz argumento de la guerra económica hace rato que nos tienen comiendo cable, como ni siquiera pasó en tiempos del infausto paro petrolero del 2002 cuando la importación de comida si acaso significó un negocio para algún avispao, no amerito de esa infamia denominada CLAP, para que los venezolanos saliéramos adelante bajo un liderazgo que predicaba con el ejemplo. Seguimos asistiendo inexplicablemente a la OEA a la que denunciamos como el ministerio de las colonias de los EEUU. Ya nos botaron del Mercosur y hoy por hoy no nos quieren ni siquiera en aquellos foros regionales que en el pasado fundamos tales como la UNASUR y la CELAC, gracias a una política exterior histérica, errática y altisonante que si no tiene enemigos visibles se los inventa entre sus aliados, como sucedió con el gobierno del Uruguay a quien acusamos a voz en cuello de conspirar contra Venezuela, pero sin ninguna prueba. Mientras los venezolanos agonizan en las colas sea para comprar medicinas o una simple hogaza de pan, a la dirigencia revolucionaria en boca de uno de sus más connotados voceros, el inefable diputado Pedro Carreño, sólo se le ocurre decir que van a entrenar y a equipar militarmente a los militantes del PSUV, para defender la revolución y propinarle una derrota contundente a quien ose a mancillar con su huella insolente, el sagrado suelo de la patria. Claro que viniendo esa afirmación de quien nos aseguró siendo ministro del interior que Vladimiro Montesinos había sido asesinado en la Base Naval de El Callao en Perú, pero que luego apareció vivito y coleando en las calles de Caracas, el cumplimiento de esa promesa luce improbable. Esos malos hijos son los mismos que evaporaron en pocos meses 25 mil millones de dólares de la renta petrolera en asignaciones de divisas a empresas de maletín y que ahora nos dicen que hay que apretarse el cinturón, invitándonos a luchar contra la corrupción, mientras siguen dilapidando lo poco que queda entre ensayo y DICOM, perdón, entre ensayo y error quise decir. Son quienes denuncian por todos lados y por todos los medios al imperialismo, al neoliberalismo y a sus lacayos, a la par que al contrario de lo que hizo Chávez, hoy por hoy subastan con el Arco Minero nuestras riquezas auríferas, diamantíferas, minerales, forestales e hídricas a empresas trasnacionales a través de ese bodrio denominado ministerio de minería ecológica, comprometiendo el futuro y el porvenir de estas y de las nuevas generaciones. Son los mismos que cuando estudiaban en la universidad reivindicaban el derecho a protestar contra el gobierno y que ahora reprimen a quienes protestan contra ellos. Sin el menor rubor van a Ginebra a decir que nuestro régimen penitenciario es una maravilla y que el gobierno nacional garantiza la plena vigencia de los derechos humanos en Venezuela, mientras en San Juan de los Morros desentierran cadáveres de presos asesinados y enterrados en una fosa común, sin que nadie diga la responsabilidad es mía. Habiendo liquidado con sus expropiaciones y erradas políticas el aparato productivo nacional, son los mismos que celebran las exposiciones en el Poliedro de Caracas mostrando los logros de la denominada "Venezuela Potencia", mientras en los anaqueles de los comercios no hay ni harina, ni arroz, ni pasta, ni mantequilla, ni aceite, ni jabón, ni crema dental y mucho menos azúcar, esa que producen por millones de toneladas nuestros "camaradas" cubanos y que bien podrían estarnos cambiando por el petróleo venezolano que de manera puntual e ininterrumpida les llega en nuestros barcos a sus puertos, sin paga y sin intereses. Son los mismos que ayer condenaban los Teatros de Operaciones de la IV República y que denunciaban la inconstitucionalidad de la justicia militar aplicada a ciudadanos comunes, pero que hoy ni siquiera se inmutan cuando a cientos de venezolanos se les somete a juicios militares siendo civiles. Ahora resulta que la Fiscal General de la República está loca, porque denunció la ruptura del orden constitucional. Esos hijos malucos son quienes perdieron las elecciones parlamentarias y que por vía de unas sentencias espurias convirtieron al máximo tribunal del país, en el santuario donde diariamente se mancilla la justicia, se mata por asfixia mecánica a la democracia y se liquida la institucionalidad del país. Ellos que siempre se frotaron las manos y celebraron las numerosas elecciones que ganó Chávez – esto que quede claro - son quienes ahora se niegan a realizarlas. Ellos que ayer se rasgaban las vestiduras defendiendo el derecho del pueblo a participar en los asuntos públicos, son quienes ahorra entienden que la democracia es participativa y protagónica porque ellos son los protagonistas y porque vienen a participarnos que ya decidieron que para convocar ese esperpento que han denominado asamblea nacional constituyente, no es necesario consultar al pueblo. Son los mismos que se la pasan con la constitución en la mano, denominándola como "la niña", pero que a su conveniencia la sacan ahora del inventario de cosas que constituyen el legado de Chávez, para enterrarla con Chávez y violarla diaria y sistemáticamente en nombre de Chávez ¿Qué paradoja, verdad? Pues déjenme decirles que ni el Dr. Escarrá ni lo pausado de su verbo, les permitirá que sigan haciendo lo que les da la gana. Hagan su constituyente. Hagan su constitución. Ya nosotros nos encargaremos de decirles cuando nos toque votar en referendo aprobatorio el engendro que salga de ahí, que no nos los calamos más y que esa vaina no va, porque aquí quien manda es el pueblo y más ná.