Ante aquel sangriento 27 de febrero de 1989, el Dr. Rafael Caldera sentenció que: "La vitrina de la democracia en América Latina la rompieron a puñetazos, a pedradas y a palos, los hambrientos de los barrios de Caracas" y sugirió escuchar la voz del pueblo. Reconoció, este artífice del pacto de "Punto Fijo", que el modelo económico, político y social plasmado en la "moribunda" constitución de 1961 estaba agotado. Aquel 27 de febrero, sin una clara dirección política, el pueblo activó un Proceso Constituyente.
10 años más tarde, dándole organización y contenido político a ese Proceso Constituyente, el Presidente Hugo Chávez convocó una consulta popular para que el pueblo venezolano, soberanamente, decidiera sobre la pertinencia histórica de conformar o no una Asamblea Nacional Constituyente. El pueblo, como ardorosa expresión del Poder Constituyente, convocó la ANC de 1999.
El escenario constituyente de 1999, expresaba un inmenso entusiasmo colectivo para la refundación institucional e inmensas expectativas de cambio político y transformación social. La ANC de 1999, democráticamente elegida por voluntad popular, logró el apoyo de amplios sectores sociales y se pronunció sobre los principios e instituciones que debían diseñarse para la construcción de una nueva república dado el agotamiento del viejo y decadente modelo "puntofijista". El pueblo, hecho poder constituyente, creó las bases para la refundación de la república. Nació la V República.
El 15 de diciembre de 1999, en libérrima consulta popular, se aprobó la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela que contempla un inédito modelo político, económico, social y cultural basado en la Democracia Participativa y Protagónica en armonía con un Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia.
El proyecto de país esbozado en la Constitución Bolivariana de 1999 no ha sido desarrollado plenamente. No hay duda de su vigencia histórica. Lo que se evidencia agotado es el burocratismo, la corrupción, la ineficiencia, la dramática simplificación de la realidad que termina en aplazamientos de decisiones trascendentes y el pragmatismo arrogante que delata la ausencia de prudencia en el ejercicio de gobierno.
El Poder Constituyente no ha logrado desarrollar la institucionalidad vinculada a la articulación del Poder Popular porque ha tropezado con un inmenso obstáculo: Una burocracia ineficiente que se apoderó de las instituciones y se resiste a cualquier síntoma de cambio político y transformación social aunque mantenga una retórica engañosa cual "monstruo amable". Una casta burocrática que no tolera la critica oportuna y necesaria. El Presidente Chávez configuró las 10 leyes del Poder Popular y murió clamando por el impulso de la Comuna como embrión organizativo del Estado Comunal. Ese legado ha sido ignorado.
El escenario constituyente de 2017 cada día se torna más turbio. No se trata de estar en contra o a favor de esta convocatoria, es algo más complejo. Sin detenernos en interpretaciones legales, debemos manifestar que la convocatoria a una ANC, en esta coyuntura, luce inoportuna e innecesaria porque el Proyecto de país esbozado en la Constitución Bolivariana no está agotado. Ha sido maltratado y desvirtuada su esencia transformadora. No necesitamos otro proyecto y los ajustes para fortalecerlo no requieren una constituyente en tan difícil coyuntura política. Necesitamos corregir políticas económicas e imponer una nueva valoración del trabajo sobre el capital para atender de manera eficiente los grandes problemas del país.
Un modelo post rentista no requiere una constituyente, sus bases están en la Constitución Bolivariana de 1999 y la crisis económica y política que vive el país, debemos interpretarla partiendo de la crisis global del capitalismo y la lucha por la apropiación de los recursos energéticos matizada con la ineficiencia y la corrupción de una burocracia que vive en la ostentación y el dispendio. La crisis de violencia nacional requiere la urgente búsqueda de un nuevo consenso nacional que rompa con la polarización.
La única salida es el diálogo nacional como deber con criterio amplio, democrático, transparente y diáfano con participación de amplios sectores políticos y sociales. Un dialogo nacional que comience con la reunificación del chavismo. Un dialogo nacional que no lo puede garantizar una ANC que no encuentra consenso mínimo. El pretendido diálogo reducido a dos sectores de la vida política nacional, sólo sirve para reproducir la viciosa polarización. El diálogo como deber tiene carácter nacional. Esa polarización, que en algún momento fue estratégica, hoy resulta inconveniente al país.
La convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente ha tropezado con mucha resistencia. Resistencia razonada y argumentada en algunos casos y mediatizada en otros. No logra consenso nacional, ni provoca entusiasmo colectivo y corremos el riesgo de desvirtuar los postulados de la Constitución de 1999. Corremos el riesgo de quitarle legitimidad a la Constitución Bolivariana. Un eminente constitucionalista, muy entusiasmado y en defensa de la convocatoria a la ANC, argumentó que habían muchos elementos de la Constitución de 1961 que podían rescatarse. ¿Retorno al pasado? Se requiere dejar a un lado tanta arrogancia política para darle un gran impulso al proyecto de país contenido en la Constitución Bolivariana.
El país reclama con urgencia la atención a los grandes problemas nacionales. La inflación, la especulación y la parálisis productiva exigen un inmenso esfuerzo colectivo. La paz y la concordia para retomar el camino de la producción y buscar un nuevo consenso social para darle impulso a políticas institucionales de emergencia. Si hoy, todos defienden la Constitución Bolivariana, utilicemos esa ventaja para tomar decisiones de consenso. Dentro de la Constitución todo, fuera de ella nada. La Constituyente no garantiza la paz porque puede convertirse en el dialogo de un solo sector político.
La espiral de violencia que impulsa con vehemencia una oposición irracional y criminal. El asedio internacional contra la Patria impulsado desde el Departamento de Estado norteamericano. La dolorosa cadena de muertes y la destrucción de bienes públicos y privados están agudizando un desaliento nacional que no se resuelve con una Constituyente convocada en un escenario tan peligroso. Esa convocatoria no tiene nada de astucia política. La audacia política que el país reclama pasa por la convocatoria a un DIÁLOGO AMPLIO, DEMOCRÁTICO, TRANSPARENTE Y RESPETUOSO que aísle a los mercenarios de la violencia y frene esta dolorosa cadena de muertes innecesarias.