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El término "mutación" procede de las ciencias naturales y señala las diferencias morfológicas de una misma especie fósil (mutante) proveniente de capas sucesivas. Algunos autores la han utilizado para designar pequeños cambios morfológicos. Otros le han dado el sentido de "salto" o "heterogénesis", es decir, la transformación violenta de un ser viviente en un lapso de corta duración. Es así como invade el léxico filosófico, sociológico y político. Aunque en el orden de los hechos sociales las rupturas y los cambios nunca son tan completos y radicales, ya que al afectar la totalidad social permanecen y sobreviven sus continuidades. En la lucha por el poder que vive (y sufre) el país empiezan a definirse ciertas mutaciones sociales y políticas que expresan sorpresivos cambios y en un protagonismo exacerbado aparecen los mutantes.
Desde las más incipientes formas de organización social, hasta la sociedad contemporánea, las jerarquías sociales y el status han movilizado al individuo en torno a las diabólicas aureolas del poder. Imponiéndose una dinámica que deja a un lado intereses colectivos y proyectos de transformación social. En la conducta del individuo como expresión total de su existencia, es donde va a repercutir directamente el poder o, por el contrario, es la conducta del hombre la que determina la forma, estilo, uso y abuso del poder. En esa complejidad dialéctica se desarrollan mutaciones socio-políticas y aparecen los mutantes. Se desconfigura la izquierda y la derecha y prevalece la confusión.
Un individuo no llega al éxtasis de poder por predestinación bíblica, ni por el determinismo filosófico que niega la influencia personal y otorga los determinantes a la fuerza de los motivos. Son las circunstancias sociales, políticas y económicas lo que define su ascenso al poder. Quienes no entienden esto, al llegar al poder experimentan un cambio parecido al de los fanáticos religiosos ante las revelaciones de sus creencias. Ciertos dirigentes empiezan a vivir una dilusiva realidad, su psiquis experimenta la incoercibilidad emocional al creer tener el clímax de sus realizaciones personales, profesionales, políticas y sociales. Viven y piensan en función del cargo o status, su atención se centra en la defensa de su posición. Construyen un discurso florido con una carga de mentiras y fantasías que expresan con palabras rebuscadas. Comienzan un prólogo de vivencias que gracias al consorcio de la adulancia humana y bajo la seducción de perversos mecanismos políticos se convierten en esclavos de necesidades intrascendentes y lucen orgullosamente acartonados, almidonados y con trajes a la moda. Esta mutación política los lleva a la perversión.
La rivalidad por las posiciones de poder los aferra a la idea de la perdurabilidad de éste. Sus amigos, familiares y seguidores comienzan a notar un cambio de actitud, interpretaciones absurdas sobre hechos triviales. El mutante entra en un mundo alienado que lo aleja de su verdadera identidad, se deleita en un consumismo asociado a la "filosofía moral del dólar" mientras pregona sacrificios colectivos. No ejercita profundas y sinceras relaciones humanas y finalmente su "YO" se viste con ropaje ajeno y en su extravagante conducta pretende imitar grandes personajes de la historia de la humanidad o modelar algún personaje público que admira.
En el espinoso escenario político nacional comienzan a aparecer muchos mutantes con su carga de arrogancia política que atropella cualquier gesto crítico, destruye disidencias, celebra la adulancia y realiza oscuros negocios. Se convierten en acusadores y jueces. Por estas razones, en el país escasean dirigentes políticos que modelen arquetipos de valores sociales y refuercen patrones culturales de logro, esfuerzo, trabajo, honestidad, solidaridad y convivencia democrática. Comienza a prevalecer la idea de que al poder no se llega por méritos sociales, intelectuales o éticos sino por astucia, manipulación política, palanca y compadrazgo. Allí está el caldo de cultivo de mutaciones políticas perversas que producen tantos mutantes en torno al poder…
En esta hora aciaga, cuando el país sucumbe a la incertidumbre social, política y económica; los mutantes comienzan a sentir la transitoriedad del poder y al tomar conciencia de su situación entran en un estado de irracionalidad que los lleva a la desesperación y, aunque tarde, perciben que"del ejercicio del poder puede derivar sufrimiento, indignidad e infelicidad. Puede haber también sufrimiento, indignidad e infelicidad en ausencia de su ejercicio".
Siempre habrá un horizonte de negocios turbios y oscuros acuerdos políticos para los mutantes en torno al poder…