La responsabilidad fundamental
que se le exige al escritor:
escribir cuando tiene algo que decir,
cuando se considera necesario decirlo
y cuando es más fuerte la necesidad
que los miedos adyacentes.
Orlando Araujo
Es que acaso nos encontramos de nuevo ante las dos fases de la violencia en Venezuela como la califico Orlando Araujo, la violencia feudal, por un lado, y la otra, la violencia imperialista.
No bastó acaso, su lúcido ensayo para que estemos a finales del cuarto lustro del inicio del tercer siglo y principios del tercer milenio, en una situación de crisis tan aguda que ese enfrentamiento violento adquiere nuevos ribetes y proporciones, casi trágicas.
La del imperio continua igual o in crescendo, con la llegada de un trompetero a la Casa Blanca, declarando que primero son ellos los del imperio, a nombre de una política que espanta hasta los más conservadores del Partido Republicano, en sus tropelías y anuncios que reflejan, en parte, la debilidad y la peligrosidad de un imperio que ya no puede ocultar su crisis interna, poniendo muros ya derribados en otros continentes, con amenazas que ya no tienen la capacidad de poner de espaldas a la pared a otra potencias que superan a USA en su potencial económico, y cultural, como son los vientos que llegan del Lejano Oriente, donde se concentra en pocos países, solo para nombrar dos la China y la India, donde habitan cerca de unos tres mil millones de seres humanos que decidieron su plena independencia. La India, separada del Imperio en retroceso, anacrónico, el inglés, y la China milenaria, con su propia idiosincrasia, ambos países que a mitad del Siglo XX decidieron cada uno a su manera la búsqueda de nuevos rumbos, de allí el nacimiento, en la de los llamados BRICS, donde las siglas del imperio norteamericano no aparecen incluidas. Pero claro, cuando el más poderoso país del globo, los EEUU, ya no son los únicos a dictar su sentencia lo que los hace cada vez más peligrosos, y amenazantes en este hemisferio por aquella maldita doctrina de ¨América para los americanos¨.
Y es que los tiempos han cambiado, nadie puede dudar de la crisis estructural de la lógica del metabolismo del capital, así lo disfracen o lo bailen con el son que deseen, o con el sonsonete de la llamada ¨globalización¨, y los EEUU que se encuentran en el medio de la tormenta amenazante para el resto del universo, y en particular para sus propios habitantes que llegan hasta sentir un clima xenófobo y violento en su interior. De allí de ese gobierno, de los intereses que los gobiernan a su vez, continúa la doctrina de intervenir cuándo y cómo les venga en gana para ello y como muestra la intervención militar, económica, mediática, en el Medio Oriente: en Irak, en Libia, en Siria, y en cuanto se les oponga a sus designios de manejar a su antojo, con las grandes compañías de hidrocarburos, hoy cuando hasta sus máximos dirigentes ocupan puestos de importancia en el gobierno de la Casa Blanca.
De allí como corolario necesario, la búsqueda y operación de cualquier tipo en países como Venezuela con sus grandes reservas de hidrocarburos, a todo dar para ser fiel suministro a las necesidades de la economía norteamericana y a su aparato de violencia mundial, sin dejar de lado la expropiación del resto de los recursos minerales estratégicos que se encuentran, mayormente, al sur del majestuoso Orinoco.
Motivos todos ellos suficientes para tener en Venezuela a un gobierno, y unos aliados sumisos a sus intereses imperiales, sin mucho cuento ni tampoco mucha retórica, dado que hay que eliminar los vestigios del esfuerzo realizado a partir del gobierno que se inauguró en Venezuela a partir de diciembre de 1998.
A quién le queda duda de esa fuente permanente de violencia imperialista, como la definió Orlando Araujo, en su seminal estudio a finales de los años sesenta.
La otra cara de la moneda, en el caso de la violencia en Venezuela, es la que Araujo denomina la violencia feudal. Y esa tiene suficientes raíces y protectores en la actualidad, representada por quienes pretenden a base de una ofensiva que lleva el tinte del fascismo de otros países, y de lo que ha ocurrido al sur del continente, o en países vecinos, como lo llegó a afirmar un dirigente de las luchas en la vecina Colombia, que dicha violencia venía desde la muerte de Antonio José de Sucre, el Gran Mariscal de Ayacucho, en Berruecos, y no solamente del asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán.
Es que acaso que los sectores económicos poderosos en Venezuela, a la sombra del rentismo petrolero, y con raíces que vienen desde la Colonia misma, no se encuentran involucrados de manera cínica e irresponsable con la violencia activa que vive el país, de manera continuada, como ocurrió durante el gobierno del Comandante Chávez, con el Golpe de Estado del 2002, y luego con el sabotaje petrolero de ese mismo año y de principios del 2003. O con las posteriores guarimbas del año 2014, o la feroz ofensiva de este mismo año 2017. Se necesita ser ciego y sordo para no ver ni escuchar el estruendo de la violencia desatada, por un lado, y por otro, como parte de un gobierno que a partir de la muerte del Comandante Chávez el 5 de marzo de 2013, no ha sabido y menos ha podido orientar las acciones revolucionarias que permitan superar el agravamiento de una crisis de hegemonía, y de la construcción de un nuevo bloque hegemónico que sea capaz de resistir y radicalizar el proceso iniciado con el gobierno el 3 de febrero de 1999, tal de poder derrotar también esa violencia que sigue teniendo, como lo definió acertadamente, el gran escritor venezolano, Orlando Araujo hace ya casi medio siglo en su obra ¨Venezuela violenta¨.