Chávez supo dónde poner los puños y donde poner los pies y, además, lo demasiado importante, sabía caminar el ring

Estimo que luego de Simón Bolivar El Libertador, el Comandante Hugo Chávez está, salvo coordenadas de tiempo, a la par de Antonio José de Sucre.

Me faltan disposición y, precisamente, solaz, para escarbar el archivo de mi cabeza y demostrar lo dicho, obviamente en conjunción con el apoyo de uno que otro de mis secuaces del "Club de los Pobres" (social y deportivo).

El Comandante Chávez parecía tener un ojo interno con el que él miraba en gran perspectiva el porvenir, pero, también, el presente y el pasado de nuestra Patria Venezuela.

Chávez tuvo en vida física una rara virtud poco resaltada, la de pensar bien estando en movimiento; Chávez es -valga decirlo en presente histórico- a mi modo de ver, un especial prototipo del propio Zoon politikón del que Aristóteles hizo una consideración cuasi axiomática.

Chávez siempre supo donde poner los puños y donde poner los pies, a la vez que caminaba el ring con exacta maestría; él era como unos mil Cassius Clay en uno solo, "picando como una abeja y volando como una mariposa" inofensiva; Chávez alzó su vuelo de gigante, es cierto, pero dejó sembrada su imborrable impronta en el más fértil terreno habido y por haber, el corazón y la consciencia del pueblo trabajador; y, que nadie olvide que del corazón a la cabeza y/o viceversa, apenas hay un pasito.

¡Por si acaso!



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Guillermo Guzmán


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