Hablar de la mayor o menor popularidad de Maduro en relación con la de Chávez, es una comparación tentadora; pero inútil y sin sentido. El filósofo español Ortega Y Gasset afirmaba que "el hombre es él y sus circunstancias", lo cual creo que aplica en este caso. Chávez y Maduro son dos venezolanos de una misma época y un mismo pueblo; pero, rodeados y condicionados o determinados por circunstancias socio-culturales muy distintas. Esquemáticamente, estas diferencias se podrían formular a través de las siguientes referencias que distinguen a uno del otro: vida campestre-llanera / vida urbana-capitalina; gusto preferencial por el joropo y la música llanera /gusto por la salsa y el rock; pasión por la vida militar / pasión por la vida civil; formación académica-militar/ formación empírica-civil-popular; y así muchas otras.
Chávez y Maduro compartieron las mismas circunstancias de lucha que les tocó vivir desde el 4 de febrero de 1992 hasta el día de la siembra eterna del comandante; pero, asumiendo roles diferentes dentro de una misma idea estratégica profundamente compartida, es decir, desde el momento en que se encontraron en el cuartel San Carlos, tuvieron comunión de propósitos y fines supremos a favor de una revolución propia para Venezuela: uno en función de líder principal e indiscutible y el otro como su mejor discípulo y aliado, y ambos en ejercicio pleno de sus capacidades y lealtad compartida. Esto es lo más importante porque define la profunda identidad política, estratégica, ética, moral en una relación de maestro sabio y discípulo avanzado. Esa identidad vital y estratégica entre estos dos hombres, es tal que las trampas, los ataques, los asedios y las amenazas del enemigo imperialista y la burguesía interna han sido y son iguales para los dos, aunque varían en el tiempo y sus proporciones.
Así mismo, el reconocimiento, la aceptación y el amor del pueblo, también podemos decir que hoy es igual. Con Chávez surgió el fenómeno político-socio-cultural-movilizador-dinamizador del pueblo chavista, reconocido como la Marea Roja que consagró el estado de victoria invicta en el que se mantuvo el comandante. Después de la Marea roja del cierre de campaña de Chávez en octubre de 2012, pasaron casi 4 años hasta que la Marea Roja reapareció con Maduro el 1 de septiembre de 2016, para desmontar el inicio de la ofensiva de la derecha fascista con su fallida "Madre de todas las marchas". Y nuevamente, en el cierre de campaña de la Constituyente el pasado jueves 27 de julio, hace su acostumbrada gala la Marea Roja, como fuerza premonitoria del triunfo del domingo 30 de julio que se cumplió impecablemente con un nuevo record de 8.089.320 votantes que acumula la tradición política-electoral del chavismo.
Todo esto y mucho más que podríamos sistematizar con mayor amplitud, demuestra que hay una identidad dinámica, dialéctica y dialógica entre los dos líderes que se retroalimenta con el sentir y la conciencia política popular que cada vez más predomina en Venezuela, América y el Caribe, amén de los pueblos de Asia y África. No hay un Maduro más popular que Chávez, ni a la inversa. Lo que realmente se ha dado entre ambos líderes es una relación de complementariedad y respeto mutuo en dos tiempos enlazados por la continuidad en el marco de la construcción de uno solo y mismo proyecto político de país. El primero, de subordinación y lealtad de Nicolás Maduro como Canciller de la República al mandato del Chávez como presidente y jefe de Estado; y el segundo, de continuación y también de lealtad de Maduro como nuevo Presidente y jefe de Estado, al legado doctrinario y la obra social del comandante eterno. Esa es la realidad histórica en la relación de estos dos grandes líderes que han venido marcando el rumbo histórico de nuestra patria, acompañada, por supuesto, de las mismas intrigas, conspiraciones, asedios, amenazas y ataques de los enemigos de siempre.
