Caracas, Septiembre de 2017
Su Santidad Papa Francisco
Bienvenido al norte de América del Sur
El pueblo venezolano, definido por su condición participativa, protagónica, multiétnica y pluricultural, en un gesto de auto reconocimiento y humildad, tiene que pedirle las más sinceras disculpas por el maltrato que le fuera infligido por parte de varios actores políticos que hoy rigen la vida del país, gobierno amalgamado con el Partido Socialista Unido de Venezuela, y cierta oposición articulada en la Mesa de la Unidad Democrática, que no se diferencia en esencia del primer citado. En lugar de agradecer y propiciar la participación del Vaticano en la difícil solución de nuestros problemas existenciales como Estado y Nación, lo han rechazado, criticado injustamente, hasta intentar someterlo al escarnio público; de este modo se procura desconocer su desempeño en favor de los pobres y oprimidos de la Tierra, así como su valiente defensa de la integridad de este Planeta, amenazado, en un momento crítico de nuestra existencia como género humano.
Ya es ampliamente conocido, a nivel mundial, el hecho de que el odio extendido e inducido por los dos actores citados, lejos de ceder se profundiza, negándose a cualquier forma de intercesión y mediación; se llega a proyectar odio más allá de nuestras fronteras. Lo que sí representa una novedad nada favorable, es el empeño de ambas cúpulas en querer solventar el odio generalizado con más odio, la violencia con una violencia aún mayor, la intolerancia con la persecución abierta, encaminada hacia la aniquilación de los otros y otras. Se ha llegado al colmo de impulsar leyes sobre el odio, lo que no es ninguna solución, y podría acarrear inquisiciones indeseables. Ambos actores persisten en exterminarse, pero no nos vamos a resignar a ese designio, ni nuestra indoblegable diáspora, ni los que tercamente nos quedamos en esta tierra de gracia.
En un escenario como éste, ningún gobierno está ni estará en condiciones de sostener un mínimo de gobernabilidad. Constituye además el mejor pretexto para que las grandes potencias con apetencias inconfesables se aprovechen de nuestra debilidad y conflictividad irresoluta, sacando ventaja de nuestro territorio y sus cuantiosos recursos. No es posible callar que los niños venezolanos están sufriendo desnutrición, nuestros enfermos padecen la precariedad de un servicio de salud casi inexistente, nuestros jóvenes se marchan de la Patria que los vió nacer, emigrando hacia lo desconocido, y en general los compatriotas cargan sobre sus espaldas las incertidumbres por la falta de empleos dignos, la precariedad de salarios, la angustia por perder la vida en cualquier rincón, y la ansiedad respecto de su futuro en cualquier orden de la vida.
Estos peligros no se pueden acallar con largas y amenazantes cadenas perpetuas presidenciales, ni con la restauración punitiva de la cadena perpetua, luego de haber sido nuestro país unos de los primeros en la abolición de la pena capital y en la regulación y humanización de los propios conflictos bélicos, por obra de nuestro brillante prócer Antonio José de Sucre, universalmente reconocido como pionero del Derecho Internacional Humanitario.
Sabemos la futilidad de invocar en este momento aciago el Amor Supremo entre los humanos y para con los otros seres y entes que juntos constituyen el globo terráqueo. Pero tenemos necesariamente que convivir, coexistir, reconocernos, respetarnos y explorar canales comunicativos por vía directa o indirecta: de otro modo, nunca seremos viables como país soberano. Expresamos a viva voz: Abajo los engaños, engañifas, trampas y trapisondas, que tanto utilizan los administradores del Estado. Nos toca actuar de modo transparente y de buena fe. Debemos exorcizarnos y retomar la espiritualidad cristiana, junto a la de otras religiones hermanas, incluyendo a las indígenas y afrovenezolanas.
Tenemos que cambiar de modelo civilizatorio, tal como lo plantea el Santo Padre. Queremos una paz verdadera y duradera, con pan suficiente y un país generador del buen vivir, en medio de una multidiversidad ecohumanista, sin falsas élites ni potencias insaciables con consorcios transnacionales que nos asfixian. En estas circunstancias le pedimos que no olvide al pueblo venezolano, que lo tenga presente en sus meditaciones, y que, en el momento oportuno, nos acompañe en la restauración del orden constitucional que hoy sufre una ruptura inmisericorde.
Estamos seguros que la mayoría de los venezolanos es decente y tiene una fe inquebrantable en el restablecimiento de las reglas de juego constitucionales. Estamos igualmente seguros que este pueblo ya no acepta más, las interpretaciones convencionales de exégetas que han desvirtuado el espíritu, propósito y razón de las normas que libremente nos dimos, y que son las únicas que podrán ser el fundamento por excelencia de la convivencia ciudadana, y el buen desenvolvimiento de nuestra sociedad, en la búsqueda incesante de un buen vivir.
Gracias, Francisco amigo por atender estas tribulaciones. Guardamos la esperanza de que siempre, a pesar de los pesares, estés con nosotros.
Plataforma en Defensa de la Constitución:
Esteban Emilio Mosonyi
Santiago Arconada
Cliver Alcalá Cordones
Gustavo Márquez
Gonzalo Gómez
Héctor Navarro
Ana Elisa Osorio
Oly Millán Campos
Freddy Gutiérrez Trejo
Juan García Viloria