Hay hechos relevantes en el devenir de los pueblos que se convierten en parte-aguas de su destino.
Fue el 13 de diciembre de 1994, día histórico para los pueblos latinoamericanos y caribeños, cuando el Comandante Fidel Castro, Presidente Constitucional de la República de Cuba, y el entonces Teniente Coronel, recién salido de la Cárcel de Yare, Hugo Chávez Frías, se encontrarían por vez primera. El escenario fue el Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana.
Desde ese día se inició una sincera amistad y un profundo compromiso político entre dos gigantes. Ambos, profesantes de quimeras por la redención humana.
Fidel se había aquilatado con la experiencia de la Revolución Cubana, desde aquellos años en que la Sierra Maestra le dio trinchera, y cuando se lanzara a la histórica tarea de liberar su patria de la oprobiosa tiranía pro-imperialista de Fulgencio Batista, para convertirla en paradigma de independencia y soberanía, de justicia e igualdad.
Chávez decidió hacer lo propio en la Venezuela de sus sueños. Porque no es otra cosa lo que deja al descubierto su juramento ante el "Samán de Güere", junto a sus compañeros de quijotescos andares.
Lo que se propone el líder bolivariano con la insurgencia del heroico 4 de febrero de 1992 queda plasmado en sus innumerables discursos y proclamas: un verdadero legado político, filosófico y ético para Venezuela y otros pueblos del mundo.
Fidel, el Maestro; Chávez, el Alumno aventajado. Desde su encuentro inicial establecieron una profunda hermandad solidaria. Inquebrantable, indestructible. Y nada es más imperecedero en las relaciones humanas que compartir los sueños para lograr la justicia social, la igualdad y la redención de los pueblos.
Fidel y Chávez colocaron en un plano superior el pensamiento nuestroamericano. Sus infatigables quehaceres impactan las luchas por la liberación, más allá de los confines regionales.
Su relación dio impulso a una nueva era revolucionaria. La utopía se hace realidad. Aviva un nuevo despertar del pueblo latinoamericano y caribeño que emana de lo más profundo de sus heroicas epopeyas por la libertad.
Ya Cuba no estaba sola.
La premonición de Fidel se hacía realidad:
"Venezuela es la patria de El Libertador, donde se concibió la idea de la unión de los pueblos de América. Luego, Venezuela debe ser el país líder de la unión de los pueblos de América: los cubanos respaldamos a nuestros hermanos de Venezuela", dijo Fidel, el 23 de enero de 1959, en su visita a Caracas.
Al andar se forja el camino… Fidel y Chávez, al transitar los senderos de la Revolución, imaginaron, y al mismo tiempo forjaron, una alianza estratégica de profundas repercusiones en el ámbito hemisférico e, incluso, a nivel planetario. Uno de los frutos más señeros de esa humanista heredad fue la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
La idea del socialismo alcanzó una nueva dimensión. Se le dio un nuevo rostro y un nuevo imaginario que reivindicó sus fundamentos emancipadores. Al socialismo del siglo XXI había que reimpulsarlo como alternativa al inhumano capitalismo, renovando su ideario democrático, participativo y popular, como fundamento para la emancipación de la especie.
Y a la lucha por ese ideario entregaron sus vidas.
¿Cuándo comenzó esa amistad? Ya lo sabemos ¿Pero cuándo terminaría? Nunca. Es una amistad que comulga en ideas redentoras y no tiene fin.
El legado ideológico, político y ético que han dejado Fidel y Chávez sobrepasa el tiempo presente y el espacio histórico. No hay lugar en el mundo en donde no se hable de estos apóstoles del bien común.
Cuba y Venezuela, dos pequeños países en la inconmensurable cartografía planetaria, irrigan su impronta libertaria y justiciera en los confines de la tierra.
Este 25 de noviembre, día en que conmemoramos el primer aniversario de la siembra del Comandante Eterno Fidel Castro, podemos proclamar que su luz, como la de Chávez, ilumina la lucha de nuestros pueblos por alcanzar su libertad y su felicidad.