La existencia, vivir contigo mismo de acuerdo con la realidad, sin despreciar a nadie, en cada uno habita un ser único y particular, que está de alguna forma integrado con todo, en una unidad sin dualismos, en intersubjetividad. Aprendemos al entender que somos lenguaje, comprendemos los propósitos, por tanto, las acciones humanas, sólo se requiere conectarnos interiormente con el entorno desde la empatía y conocer. Sin temor debemos conducinos fuera del desamor, de lo que genera desapego, desasosiego, tenciones emocionales, odio y violencia; sin comunicarnos adecuadamente, ubicados, presentes, cada quien y cada cual en su centro de gravedad, ahí donde anida su corazón, su conciencia, el darse cuenta siempre, lo que hace la diferencia entre lo bueno y lo que no lo es; entre actuar de forma correcta, y no de manera errática, atados a un eje sobre el cual giramos por una eternidad, o atreverse a romper esquemas y liberar amarras que elabora la mente, una lógica y razón que nos aleja de nuestra espiral de la vida, de nuestro ascenso trascendente.
Hipócrates decía: Que tu alimento sea tu medicamento. Y es que somos nutricionistas natos, medramos naturalmente, aunque también depredamos sin conocimiento de causa, por lo que siempre se ha dicho que, antes de que el tiempo fuera, estamos; pero debemos regresar a la fuente, aprender a revertir los enunciados, leer en el ser, cómo curarnos, recuperarnos en una dimensión holística. En general nos alimentamos con ideas, de modo que todo en la vida tenga un fin, como si la existencia no fuera motivo suficiente, donde estar, ser y querer son uno. ¿Consumidores? Qué nutre al espíritu, el alma, a la mente, al cuerpo, sólo la materia, desechando el conjunto, pre juicios y no búsqueda del sendero de la naturaleza y revertir los excesos. Nos decidiremos por las ciencias y sus químicas que todo lo saturan y anulan con ardides, pero sin arte ni oficio, intoxicándonos con toda indolencia, que contamina agua, tierra, aire, a todo el planeta entero, al universo, al cosmos, a la interrelación que existe a partir de la misma singularidad. Pensemos diferente sin dejar de comunicarnos, a veces en voz baja, practicando el silencio cuando no hay nada que decir, ayuda a centrarnos, a reconfigurarnos; tranquilos, dejemos que nos piquen los mosquitos, todo es vida, como enseñan los chamanes. Acaso Gandhi y la sal no lograron en simbiosis expulsar a los ingleses de la India; sino cómo hacemos para revertir en nuestro mundo de cosas, las contrariedades en los ciclos y su justificación causal.
El mundo sigue de cabeza, de espaldas al futuro, si algo cura, no es rentable, por lo tanto, se desecha y crean más fármacos, para elevar las tasas de ganancia y mantenerlas al tope, para lo cual se cronifican las enfermedades. La OMS y la ONU juzgan que más del 80% de los grandes laboratorios médicos y de fármacos, pertenecen a organizaciones tramposas, y que el 20% de los gobiernos y sus políticas públicas, apenas si regulan materias en campos de la economía, de la salud, y normas sanitarias; pocos países tienen derecho a veto sobre los responsables de los grandes males enseñoreados sobre las dos terceras partes de la población mundial. Y quiénes los eligen, a banqueros, magnates, que se colocan por sobre las cabezas de las naciones, el soberano pueblo, de los estados, sus instituciones y sus leyes; de los gobiernos, designados por delegación de la mayoría, decidido democráticamente. Rosnfiel, exsecretario de defensa de Rigan y Bush, legalizó el aspartamo, molécula edulcorante, que le vendió a Monsanto y Cargil, procesadores y productores de transgénicos. Al consumir alimentos y bebidas con estos elementos, al poco tiempo hay evidencia de daños en órganos, riñones, hígado, pulmones, en infantes y adolescentes, con perjuicios en un gran número de la población ignorante de tales manipulaciones dirigidas por estas industrias.
El control sobre los pueblos y las masas, en una sociedad de clases, de los de arriba, los del medio y los de abajo. Las transnacionales, corporaciones, consorcios, que dirigen los bancos federales, desde donde se transfieren inmensas fortunas entre ellos mismos, en sus juegos de roles, para campañas amañadas, fraudulentas, de candidatos tarifados, que lo mismo da ser demócratas o republicanos, gobierno u oposición, pertenecen todos al mismo bando, compran y venden conciencia, no hay dignidad, ni ética, ni moral, impulsos y represiones más débiles entre estadistas que entre políticos. En la actualidad asistimos a las consecuencias que arrojan crisis de valores y caos por sus decisiones y propósitos, que en nada aportan a las soluciones globales. Aprenderemos de los errores o herraremos sin aprender, se anulan terapias, las quimios impagables para los asalariados, para los pobres ni se diga, condenados de por vida al sufrimiento y la extinción. Otros se abrogan el poder de decidir quien vive y quien muere, el control sobre las mentes y los cuerpos enfermos, que padecen los pacientes y sus familias extendidas. Enfermar es un negocio rentable y de continuo consumo, estar sanos no reporta ganancias, lo dicho un Nobel. Como medidas alternativas, pero teniendo que romper con una evolución muy lenta, los homeópatas aportan sus saberes contra una avalancha dogmática, que viendo en peligro el mercado, vetan patentes y permisos para remedios ancestrales con plantas regeneradoras, que regulan los sistemas inmunes; ni se somete a un referéndum vinculante en la toma de decisiones, donde participar y se protagonistas va en beneficio de todos. Si compartiéramos lo que sabemos entre todas las culturas y nos uniéramos en una sociedad planetaria, globalizando la abundancia para disminuir las carencias humanas, otra sería nuestra historia.