Pues no sé qué creer. Más bien no sé que decirles a mis amigos en twitter o en Facebook, que todos los días le piden a Dios, que haga un milagro para cambiar la situación en Venezuela. Políticamente y estoy claro, y seré uno de los 10 millones que sufragaré el 20 de mayo de 2018, porque no estoy esperando la orden de Santos, ni de ningún otro presidente para ejercer mi derecho, y sobre todo para hacerlo cumplir a través del voto. Pero saben, tengo amigos y colegas que aún esperan ¡un milagro!, apuestan por la ONU o siguen afanosamente a Almagro para ver qué luz les encienden para ellos abrigar una salida de lo que llaman crisis humanitaria y que yo llamo crisis de valores. ¿Por qué crisis de valores? Pues porque creo firmemente que este país cambiará cuando la generación del 60, 70 y 80, les enseñen a sus hijos a quererse ellos mismos y querer al país. Querer al país no apostar al fracaso de la economía, querer al país no es hablar gamelote en Redes Sociales, ¡Yo no veo a los chilenos decir que sus productos son de mala calidad, como si veo a los venezolanos denigrando de los hecho en Venezuela, no todos lo hacen; pero si una mayoría consciente que cree que destruyendo lo nuestro hará que EEUU, traiga lo bueno. Pretender que Colombia y su congreso aspiran una mejor Venezuela, es como creer que el vecino de tu casa levantó una pared un metro más adentro de lo que le corresponde porque quiere cuidar nuestros intereses. Yo creo en los colombianos, eso sí (…) en los que no creo es en su gobierno al igual que admiro el pueblo estadounidense, pero ¿quién en su sano juicio cree en el Departamento de Estado?, parece mentira pero hay gente en este país que no cree en los pueblos de Latinoamérica pero alaban las acciones del presidente norteamericano.
Yo no espero la suerte de un duende irlandés, o la providencia del mago de oz, mucho menos en la sabiduría de Madam Sasú, yo creo en el venezolano; en el agricultor, el conuquero, creo en las instituciones del Estado y sobre todo creo mi nación, en su cultura, en su estirpe oriental, llanera, andina o centroccidental. Yo no le pido a Dios que cambie de gobierno, le pido a dios que de luz a los venezolanos para que entiendan que la única vía para solventar nuestros problemas está en nuestras manos, no en las manos de otros, ¡es cómodo pedir para que te hagan las cosas! Si Bolívar hubiese pensado así, tal vez no fuésemos una república, sino que seguiríamos siendo colonia, camino del que nos salvamos gracias a él, pero gracias a nosotros mismos vamos de nuevo a ese terrible camino. Yo no espero que Chazán venga y arregle el país, mi país lo arreglo yo.