¿Retrogradar? / Carta abierta a Elías Jaua

Estimado Elías:

En tu artículo “Llegó el 2018” publicado en Aporrea el 8-1-2018 (https://www.aporrea.org/actualidad/a257530.html) utilizaste el término “retrogradamos”, del verbo retrogradar. Se me instaló una extraña desazón que tuvo capacidad de paralizarme. La idea que expresabas cuando utilizaste la palabra generadora de mi molestia era: “Cada proceso electoral es una encrucijada donde decidimos si seguimos con el proyecto de independencia e igualdad social contenido en el Plan de la Patria o si retrogradamos a la subordinación neocolonial (y) su régimen de exclusión social y cultural.”

Gente amiga a quien comenté esa extraña y creciente indignación que me producía tu texto me instó a no darle importancia y a que no le prestara tanta atención. Remarcaron que tu artículo había tenido poquísimas visitas y me aconsejaron que destinara mis esfuerzos críticos a objetivos políticos más relevantes. Seguí sintiendo que no. Que en tu artículo de salutación por el año nuevo había claves que era necesario desmenuzar, como por ejemplo, ¿qué fue lo que me paralizó de esa manera? Me paralizó el cinismo. Esa es una clave que quienes nos oponemos, desde el proceso bolivariano, a la pesadilla autoritaria del gobierno de Maduro/Cabello/Padrino, no hemos logrado desentrañar. Decir por ejemplo: Nicolás Maduro Conductor de Victorias es el paroxismo del cinismo si el objetivo que se persigue es la construcción de una sociedad justa, libre, soberana y plena, pero si lo que se persigue es la destrucción del legado de Chávez, entonces todo cambia y puede ser que sí, que quien o quiénes hubieran querido acabar con la idea de proceso bolivariano de cambios no habrían tenido mejor instrumento que el gobierno de Maduro/Cabello/Padrino el cual, en esa dirección, está a punto de conseguir una clamorosa victoria.

Por eso te escribo esta carta, porque necesito ir algo atrás en el tiempo para contestar de la manera que recomendaba quien fuera digno Presidente de la Asamblea Nacional durante el Golpe de Estado de abril 2002 y gobernador del Edo. Guárico fallecido en el cumplimiento de su deber, Willian Lara: “La política se hace con neuronas, no con hormonas.”

En tu artículo antes citado haces mención de un proceso de visita, intercambio  y escucha a grupos y comunidades en diferentes partes del país a finales del año pasado y principios de éste. Eso me hizo evocar la última vez que tú y yo, junto a otros, escuchamos al pueblo organizado. Fue el 13 de abril de 2002.  Desde la noche del jueves 11 de abril en que se consumó el Golpe de Estado habíamos estado  en mi casa, ubicada en el barrio Santa Ana de Carapita, parroquia de Antímano.  Pasado el mediodía del sábado 13, tras la declaración de María Gabriela Chávez en uno de los poquísimos medios de comunicación social que rompía el silencio impuesto por el Golpe de Estado, Radio Fe y Alegría, diciendo que su papá, el Presidente Chávez, no había renunciado, recibiste una enigmática llamada de alguien a quien no identificaste dando la instrucción: ¡A Miraflores!

¿Por dónde nos iríamos? Montados en el jeep de Edgardo que yo manejaba, íbamos Juan Carlos, Manuel, Anselmo, Víctor  y tú. Desechamos la ruta obvia, bajar a la Intercomunal de Antímano y tomar la Autopista Francisco Fajardo hasta el Distribuidor Baralt, para subir por esa avenida hasta los predios de Miraflores, porque, totalmente ignorantes como éramos de la situación a causa del bloqueo informativo absoluto, supusimos que podría estar interceptada por patrullas militares golpistas. Y, atendiendo a la propuesta de Manuel, nos fuimos por la ruta que permitiese el contacto y la comunicación con las Mesas Técnicas de Agua cuyos números telefónicos obraban en su poder. Subimos hasta la carretera de El Junquito y bajamos  por la vía de Catia. Siguiendo las indicaciones telefónicas que nos daba el pueblo organizado sobre el estado de la ruta que habíamos tomado, llegamos. A las 2:35 pm te entregamos a la Guardia de Honor que protegía la entrada a Miraflores y lo demás es historia. Es propicia la ocasión para comentar que Diosdado Cabello  no debiera estar hablando de gente que se esconde, pues él, siendo en ese momento  Vicepresidente Ejecutivo de la República,  nunca informó de cuánta tierra puso de por medio en ese trance histórico para llegar a Miraflores pasadas las 8 de la noche. La verdad es que no demostró mucha confianza en los poderes creadores del pueblo. A diferencia de ti que participaste y lo disfrutaste a plenitud, él parece que nunca supo del descomunal cacerolazo, hecho convocador de la histórica jornada del sábado 13 de abril de 2002, que se realizó el viernes 12  en los sectores del oeste y suroeste de Caracas. Él llegó a mesa puesta y servida.

En aquellos momentos, como en los actuales, escuchar al pueblo era y es cuestión de vida o muerte. Pero escuchar selectivamente puede sesgar la realidad, por eso hago pública mi opinión, porque compartiendo elementos de los comentarios que tú seleccionas para tu artículo, como los que se refieren a la corrupción desbordada, no llego a las mismas conclusiones.

Cuando las futuras generaciones de historiadores y sociólogos estudien el neocolonialismo del siglo XXI en América Latina, el documento histórico que se colocará como paradigma de la abyección neocolonial será el decreto presidencial 2248 del 24 de febrero de 2016 referido al mal llamado Arco Minero del Orinoco. Nada representa de modo tan descarnado la profundización de la inserción subordinada y colonial de Venezuela en la división internacional del trabajo y de la naturaleza como ese mamotreto jurídico con el que se entrega a las transnacionales de la minería y, en particular, a la Bolsa de Toronto, el 12% del territorio nacional. Tu premisa inicial es falsa, pues no se puede retrogradar a ser colonia cuando se es más colonia que nunca antes en el pasado. Nunca antes en el pasado tuvimos tanta producción petrolera hipotecada, lo que es una forma de ser colonia no sólo en el presente sino también en el futuro.

Sin embargo, como te dije al inicio,  quiero detenerme en el verbo que utilizaste, retrogradar, que significa retroceder, ir hacia atrás, pues me parece que la clave para quebrar el discurso político del cinismo, que es el discurso del gobierno de Maduro/Cabello/Padrino, está en caracterizar la situación nacional utilizando ese verbo como instrumento de análisis.

Cuando el Fiscal de la presunta Constituyente, Tarek William Saab, acusó en forma reiterada a Rafael Ramírez, Ex Vicepresidente de la República para el Área Económica, ex Ministro de Energía y Petróleo, ex presidente de PDVSA, ex embajador  ante la ONU y el Consejo de Seguridad de dicho organismo y, por supuesto, hijo de Chávez como el que más, de haber hecho de PDVSA un pozo de corrupción para su provecho, el antedicho ciudadano contestó, no al Dr. Saab, sino al presidente Nicolás Maduro, que su administración, a diferencia de la de él, había sido auditada por prestigiosas empresas internacionales, en cambio él, o sea el Presidente Maduro, no tenía como explicar la asignación de divisas preferenciales.

Elías, como ya lo he dicho en otra oportunidad, esto nos pasó  a todas y todos y ya no puede despasarnos. El uno le dijo al otro ladrón, y el otro, para contestar al uno le dijo: Y tú más.

Tú has debido sentirte muy confirmado en tu denuncia del 16-10-2016  cuando decías: “La corrupción corporativizada amenaza  la vida de la revolución…” (https://www.aporrea.org/ideologia/a235633.html), y fíjate que no dijiste “generalizada”, que hubiese sido una manera de no decir nada, sino “corporativizada”, esto es, relativa a corporaciones corruptas. Nunca dijiste cuáles corporaciones podían ser, pero no era difícil imaginarlas: la petrolera, la militar, la financiera, la administradora de divisas, la especializada en contrabando de extracción, en fin. Lo que no es posible, que es lo que a mi modo de ver haces tú, es fingir que no pasara que Mongo le dio a Borondongo, y que Borondongo respondió amenazando con denunciar a todos los corruptos sostenedores de Mongo, como en su momento y hora Luis Piñerúa Ordaz dijo que él tenía una lista de corruptos, y que muy pronto la enseñaría.

El mensaje que desde la cabeza del Estado Nacional se envió y se envía al país pareciera ser: “¡A robar, a robar, que el mundo se va a acabar!”

Y de robadera se trata el asunto. Verás Elías, si tuviéramos en caja los más de 350.000.000.000,00 de$, que por la medida chiquita, la más timorata, la más inocente, se llevaron de lo que nos pertenecía a todas y todos, nada de esto estuviera pasando. Nada de esta tétrica ternura que tienen los niños y las niñas del Hospital JM de Los Ríos, manifestando diariamente en la calle por su derecho a la Salud. Nada de esa desesperanza en la mirada de los bachilleres que son admitidos a universidades sin profesores. Nada de esa angustia de estar en la cola desde hace dos horas y que al cajero se le acabe el efectivo y que no tengas ni para el pasaje. Nada de nada.

Al principio fue la Plataforma por una Auditoría Pública y Ciudadana quien impulsó la noción de desfalco, pero ha sido el Fiscal de la presunta Constituyente, el Dr. Saab, quien lo ha elevado a  categoría política. Estamos ante un descomunal desfalco Elías, un desfalco del tamaño de una década de las importaciones no-petroleras de Venezuela.

Lamentablemente, el desfalco del que yo te hablo no es solo algo que pasó, puntual y focalizadamente en espacios gubernamentales, sino algo que sigue pasando aceleradamente. Si vas un sábado por la mañana a la Plaza Pérez Bonalde en Catia, verás al desfalco en pleno desarrollo, verás piquetes de la Policía Nacional Bolivariana y también efectivos de la GNB, concentrados en la revisión de sus teléfonos celulares, leyendo y escribiendo mensajes mientras en la plaza  y el Boulevard los alimentos de la dieta básica, arroz, azúcar, harina de maíz, aceite, pasta, que son importados por el gobierno con dólar preferencial, son vendidos por “bachaqueros permisados para bachaquear” a precio de Dólartoday. El mensaje que uno recibe al observar la escena en su  conjunto, la gente forzada por el hambre a comprar a precios inalcanzables, la impunidad del bachaqueo y de los bachaqueros a los ojos de los cuerpos de seguridad cuya tarea es que eso que pasa ante sus ojos, no pase, los afiches del Che Guevara y del Presidente Chávez que cuelgan en una tela medio rota, es como que si se quisiera decir: Esto es lo que hay y lo que habrá. Gobierno en modo desfalco. Gobierno restregando desfalco para que se entienda quién es el que manda y cómo. El mercado de la Plaza Pérez Bonalde no es coyuntural en el gobierno de Maduro/Cabello/Padrino, es estructural. Y el pobre poeta, sin brazos ni manos para poder taparse la nariz.

Aquí es donde aplica el análisis que el verbo retrogradar nos permite hacer. En el plano cuantitativo, es mucho lo que todavía podemos retrogradar, lo que podemos perder,  si no activamos toda la fuerza del Estado venezolano en la recuperación de los fondos desfalcados; pero en el plano cualitativo, del hecho de ser gobernados por grupos delincuenciales cuyo objetivo principal es la preservación de un botín, grupos delincuenciales cuyos jefes dirimen violentamente sus áreas de dominio utilizando para ello al aparato del Estado, grupos delincuenciales que no vacilarían en arrojar a Venezuela a una Guerra Civil con la sola excusa de esconder los millones desfalcados, de ese hecho como digo, no hay retrogradación posible, Elías. Ese es un hecho de conciencia, un llegadero al que llegamos hace tiempo.

Ahora bien ¿qué es retrogradar en las próximas elecciones presidenciales?

Permíteme hacer, antes de intentar contestar  esa pregunta, una toma de posición necesaria y nada sencilla. Voy a votar en las próximas elecciones presidenciales, del 20 de mayo o del día del año 2018 que sea, no porque sean constitucionales, en tanto en cuanto hoy por hoy, en Venezuela, nada es constitucional, sino en la medida en que son la oportunidad política inmediata, concreta y vinculante, en que la conciencia de un pueblo que necesita expresarse, que necesita manifestar que esta merengada de corrupción capitalista clásica con estalinismo puro y duro, no puede seguir dañando el presente e inviabilizando el futuro de la nación, lo pueda hacer, que además coincide con el lapso para las elecciones presidenciales que está pautado en la CRVB, y que en términos de condiciones electorales, estando muy consciente de que este es el CNE que proclamó al Gen. Justo Noguera Pietri como gobernador del Edo. Bolívar sabiendo que Andrés Velásquez había ganado las elecciones por cuatrocientos votos, como lo dice la totalidad de las actas de todas las mesas que, obrando en poder de ese candidato y su partido, confirman que en octubre de 2017 el Plan República mató votos a punta de actas al mejor estilo de Isidro Morales Paúl; muy consciente de que este es el CNE que le quitó límpida y transparentemente a Ángel Prado y al PPT la alcaldía del municipio Simón Planas en el Edo. Lara, el pasado mes de diciembre de 2017, en el más descarado pisoteo que se haya visto de la voluntad electoral de un pueblo (por cierto, en ese municipio el PPT va a tener que tragar grueso  en las presidenciales al pedir votos para la fuerza política que le robó la alcaldía a Ángel Prado, al pueblo de Simón Planas y a ellos), muy consciente de que no se toca ni con el pétalo de una flor el abuso de los medios de comunicación del Estado en pro de la candidatura oficialista, muy consciente de todo lo anterior, creo simplemente que si la gente no va a votar el 20 de mayo, Nicolás Maduro saca 15 millones de votos de esos  del 30 de julio de 2017, pero que si la gente sale abrumadoramente a votar, Nicolás Maduro pierde las elecciones de un modo tan contundente  que maniobras como las del Edo. Bolívar no sean posibles, nunca antes mejor dicho: No tengan lugar. Solo la participación le quita el espacio al fraude y en vencer ese reto se juega la paz de la Republica Bolivariana de Venezuela.

Tengo además otro argumento. El llamado abstencionista de las direcciones de AD, Primero Justicia, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo se inscribe en el guión que parte del principio según el cual Venezuela solo puede ser resuelta desde afuera y, en ese escenario, la abstención  funciona como alfombra roja a cualquier tipo de injerencia externa, desde la económica hasta la militar. Este es el barranco que desemboca en la Guerra Civil  por la que suspiran María Corina Machado y Diosdado Cabello. La Guerra Civil que resuelva definitivamente sus problemas. Ahogar en sangre al sueño bolivariano de emancipación, a las ganas de rebelarse, a la voluntad de no ir para donde diga el capitalismo neoliberal en estado salvaje, en el caso de ella; y, en el de él, plomo parejo para esconder el desfalco y hasta para ponerlo a producir en gastos militares. No es de extrañar que la propaganda abstencionista en Lechería, municipio opositor por excelencia del Edo. Anzoátegui, las pintas que dicen “Respeta a los muertos. No votes” o “Centro de votación abierto, centro quemado” las realizan grupos bajo la responsabilidad del PSUV como es del conocimiento público. Así también, ya vimos como el complejo industrial militar de Estados Unidos dio la orden de empezar a gastar misiles, inventando excusas, ataques químicos no confirmados es la preferida. El artero y asesino reciente ataque a Siria nos da la pauta.

Nada aleja más a Venezuela de una espantosa Guerra Civil que una participación del 80% del electorado. Nada expresa de forma más contundente el rechazo a cualquier forma de violencia que una oceánica participación electoral.

Añado a lo antes dicho que me encuentro entre quienes creen que después del 20 de mayo viene el 21. Que ni el mundo ni las trampas se acaban el 20 de mayo. Que es pertinente estar preparados para que, tras la derrota electoral de Maduro, la presunta Asamblea Nacional Constituyente salga diciendo que como la gente votó coaccionada por la “guerra económica”, que entonces no valen. Pero entonces estaremos en mejores condiciones de seguir luchando para restituir la vigencia de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y, desde ahí, articular la fuerza del pueblo para enfrentar los embates de la debacle económica que se avecina.

Hecha esta toma de posición en torno a las elecciones voy a intentar reflexionar sobre qué puede entenderse por retrogradar en ellas.

De entrada me parece pertinente pensar en la diversidad de las motivaciones para votar contra Maduro. La motivación de la oposición clásica, la que viene marchando desde el 11 de abril de 2002, la conocemos y no tiene mucho sentido describirla, sin embargo la motivación del pueblo bolivariano para votar contra Maduro es todo un tratado de politología.

El pueblo bolivariano que insurgió con Chávez el 6 de diciembre de 1998 para derrotar a la sociedad de cómplices en la corrupción que habían construido AD y Copei a lo largo de cuarenta años, tiene que encontrar la forma política de decir, en las elecciones presidenciales, ahogado como está en una corrupción infinitamente mayor que la que salió a enfrentar, que esta pesadilla de país no se perpetró ni con su beneplácito, ni con su consentimiento, ni con su conocimiento, ni siguiendo sus decisiones, ni mucho menos en su nombre. El pueblo bolivariano que el 13 de abril de 2002 realizó la epopeya inmensa de desbaratar un Golpe de Estado, colocándose masivamente en la posición que establece el Art. 333 de la Constitución Bolivariana, tiene que encontrar en estas elecciones presidenciales la manera de decir que el hecho de que el ejército forjador de libertades haya retrogradado a ejército forjador de fortunas mal habidas, no es algo de lo que se lo pueda acusar, no es algo en lo que se tenga responsabilidad, como no  tiene responsabilidad en que un camión de plátanos que sale de El Vigía hacia Caracas pase pagando peaje en todas y cada una de las alcabalas. El pueblo bolivariano que en el 2004 derrotó la brutal manipulación mediática para ratificar al presidente Chávez en el Referéndum Revocatorio, tiene que encontrar la manera de expresar que este calvario de pacientes seropositivos sin retrovirales, niños con cáncer sin tratamiento, pacientes renales sin diálisis, pero sobretodo niños y niñas con desnutrición generacional, no es el resultado de su voluntad de cambiar las cosas, sino del más pavoroso desfalco del tesoro público que haya conocido la historia republicana. Desfalco en el que no tuvo arte ni parte. El pueblo bolivariano que en el 2006 premió la gestión de gobierno del presidente Chávez aumentado su votación en términos absolutos y relativos tiene, en estas elecciones presidenciales, la responsabilidad de deslindarse de ese destrozo institucional, en el que en diciembre del año pasado la GNB intercepta en la carretera Machiques-Colón a tres camionetas del SEBIN cargando más de media tonelada de cocaína y el Ministro del Interior Justicia y Paz, responsable institucional de ese hecho, ni se toma la molestia de declarar al país qué fue lo que pasó, no va preso ni por saber, ni por no saber, como es la ley en estos casos, y  sigue tan campante dando índices de la disminución de la criminalidad. En fin, el pueblo bolivariano que en 2013, siguiendo el llamado del presidente Chávez, llevó a Nicolás Maduro Moros a la presidencia de la República tiene, en estas elecciones presidenciales, la impostergable tarea de afirmar que no convalida este tiempo de corruptelas y malversaciones, en las que una Edmée Betancourt, en ese entonces presidenta del Banco Central de Venezuela, denuncia que empresas de maletín  se llevaron 22.500 millones de $ y la que sale botada es ella, en las que un Jorge Giordani devela cómo le están dando palo a la piñata de las divisas preferenciales y el que sale botado es él. El pueblo bolivariano tiene en estas elecciones presidenciales la difícil tarea de impedir que el legado político de Chávez termine de pulverizarse por un gobierno que lo pone de escaparate para tapar su inmensa corrupción.

Retrogradar sería, sin duda, convalidar con su voto, con el del pueblo bolivariano, al gobierno que nos ha puesto en el futuro a una generación de muchachas y muchachos  con daño cerebral por desnutrición. Retrogradar sería convalidar con su voto,  con el del pueblo bolivariano, la gigantesca operación política llevada a cabo por el gobierno de Maduro/Cabello/Padrino para transformar la esperanza en decepción, en desencanto, en frustración, en miseria desatada, en pobreza extrema.

Retrogradar Elías, sería como lo que hiciste tú en estos días cuando, como Ministro de Educación, declarabas sobre los niños de la calle admitiendo no sólo su existencia sino su eclosión, y decías que quien viese un niño de la calle que se comunicara inmediatamente con tu ministerio para darle a ese niño una beca. Tú no crees en eso Elías. Tú eres un sociólogo que sabe que el complejísimo problema de los niños de la calle no sólo no se resuelve con becas, sino que una política de ese tipo generaría muchos más niños de la calle buscando su beca, pero retrogradar es justamente eso. Afirmar lo que no se cree. Retrogradar sería votar por alguien y por algo en lo que no se cree.

Para terminar quiero hacer una precisión histórica sobre tus pasadas posiciones abstencionistas. En tu última intervención en el programa dominical “Diálogo con…” del periodista Carlos Croes, para criticar al abstencionismo dijiste erróneamente que la consigna  atribuida a Chávez “Por ahora por ninguno” fue lanzada en 1992, cuando las elecciones municipales de diciembre de ese año. Eso es falso Elías. En 1992 Chávez no hizo ninguna oposición a que el pueblo de Caracas votara por Aristóbulo Istúriz y lo llevara a la Alcaldía del Municipio Libertador, segunda plaza en importancia electoral en Venezuela, como tampoco se opuso a que en 1993 el pueblo votara por Andrés Velásquez pues ésas estaban siendo las manifestaciones de la victoria política que había parido la derrota militar del 4 de febrero. Tres años más tarde, en 1995, estando Chávez ya en libertad por el indulto presidencial de Caldera y teniendo que tomar posición frente a las elecciones municipales de diciembre de ese año, decidió calibrar su poder con esa consigna y logró eficientísimamente que en Caracas se abstuviera el 85% de los votantes que eran los votos de Aristóbulo. Menos del 15 % del electorado lleva a Antonio Ledezma a la Alcaldía, interrumpiendo los tres años en los que el movimiento popular caraqueño llegó a sus máximos históricos de poder, con la más eficiente, transparente y honesta de las gestiones municipales que jamás tuvo Caracas. Gestión que quedó para la historia como la prueba de que se podía gobernar sin robar.

Afectuosamente,

Santiago



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Santiago Arconada


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