Que una comunidad aprenda el método de historiar su entorno vital y sobre una base teórica sólida, socialice el conocimiento de su identidad, es un gran paso hacia el reconocimiento de sus fortalezas productivas, de movilización, de voluntad de ser y hacer para la acción y la transformación social, para el buen vivir, para la felicidad, es mucho decir y hacer.
Los historiadores tradicionales nos acostumbraron a desentendernos de nosotros mismos y nos hicieron aprender que quienes hacían la historia o la escribían eran seres erúditos, solo sabios de la pluma y de la interpretación historiográfica, del método "cuasi alquimista" de hacer conocer lo que sucede a los seres humanos sobre un territorio en un tiempo determinado, cuando estos eran representados por gobiernos, mandatarios y evocativos, solo para contemplarlos, pero nunca para preguntarse ¿porque hoy estamos o somos así?
José de Austria, militar activo durante la independencia y autor en "Bosquejo de la historia militar de Venezuela" (1855) escribió: "pueblos que salían de la esclavitud más abyecta, en la más total ignorancia y que, por consiguiente, no estaban en la actitud de ejercer con prudencia y acierto plenamente sus derechos bajo tal sistema. Carecían, naturalmente, de los conocimientos y virtudes políticas que caracterizan el verdadero republicanismo".
El salto cualitativo de un programa discreto, modesto si se quiere y cuyo nombre explica todo: "El pueblo cuenta su historia"; se levanta con vitalidad popular democrática cuando se une a otros militantes del poder popular como Antonio Trujillo, avalados por un equipo silencioso, que apoyo primero Luis Alberto Crespo, en la Casa de Bello y luego Pedro Calzadilla en el Centro Nacional de Historia, le dieron musculatura y energía a ese proyecto que hoy es programa y que se contagió mágicamente en todo el territorio nacional a través de la Red de Historia Memoria y Patrimonio.
Antonio Trujillo, cronista vital y Humberto González, pedagogo por pasión y matemático como razón, unieron esfuerzos en las aguas cristalinas de la creación popular para impulsar el hoy programa, otrora idea, sueño, quimera y que hoy los lleva más allá de la utopía a replantearse ¿qué utilidad puede ofrecer el que las comunidades escriban su historia?
Trujillo lo dice en palabras apasionadas de una felicidad superior que brotan como un volcán de bríos lumínicos y con una suerte de éxtasis apasionado evoca a Mateos "no solo de pan vive el hombre, hemos logrado una victoria popular, esto es algo magnífico" cuando hace cuenta de los centenares de cronistas que desde Caracas, Miranda, Zulia, Trujillo, Aragua, Guárico, Táchira y otros estados que han completado el Diplomado de Cronistas Comunales. Y en la antesala de la graduación de sus pupilos, ya programan la extensión territorial de aquello que fue una utopía hace más de una década en el "Pueblo cuenta su historia".