No sé si el tema que empiezo a desarrollar en esta nueva entrega tenga que ver con mi edad, o es mi estado de emoción que me induce a escribir tramas que giran alrededor de nuestra vida, o por el contrario influido por el triste escenario que estamos viviendo hoy los venezolanos, sobre todo los más pobres, los más desposeídos, los más vulnerables, entre los cuales nos encontramos, como miles de otros compatriotas.
Desde pequeño mi querida madre siempre me insinuó que tenía que prepararme, es decir, que debía estudiar, hacerme de una carrera profesional para así enfrentar o hacer más llevadera la vida, porque si bien era cierto que muchos profesionales vivían bien en el país, en aquel tiempo, otros estaban pasando "roncha", a pesar de ostentar un título, con ti más aquellos que no tuvieron la oportunidad o no quisieron prepararse, me repetía mamá cada vez que podía.
Mi esfuerzo para lograr esa meta nunca dejó de tener sus altibajos. Aún cuando nos formamos solos en la cuarta república, donde el asedio del imperio era menos notable o visible que hoy en día, las amarguras, los sinsabores, los desvelos e incluso los temores siempre estuvieron a nuestro asecho, casi todo el tiempo que nos llevó sacar una profesión.
Al rememorar esos días aciagos, en donde nos tocó hacer grandes esfuerzos y sacrificios, que incluían privarnos de las bondades que muchos podían en aquel entonces disfrutar, sobre todo los fines de semana, recuerdo a un colega periodista, que fue mi jefe, cuando en el país mandaban los gobiernos de AD y Copei, entre los años 80 y 90.
Ese colega, que por cierto tengo años sin saber de él, me decía, a pesar que ganaba un sueldo tres o cuatro veces mejor al que en aquel entonces yo devengaba, que su salario no le alcanzaba para nada, pero además llegó a preguntarme cómo hacía yo para vivir, aún estando casado y con una hija, con un sueldito muy por debajo del suyo.
Ese colega para complementar agregaba que lo bueno de todo era que él siempre me veía arregladito, claro está sin saber que el esposo de otra colega periodista, a quien estimo mucho, llegó a regalarme en varias ocasiones algunos trajes que ya no usaba, debido a su ganancia de peso.
El tema da pie para pensar que antes se podía vivir con muy poco o con un salario mínimo, cosa que hoy es imposible de igualar, pero en aquellos años atrás se desconocía también la extrema pobreza que rondaba en los barrios del país, porque así se encargaron de ocultarlo los gobiernos de turno, de la cuarta república.
Imposible negar que hoy estemos mal…es la queja diaria que se escucha en cualquier región del país que se visite…se dice igualmente que todo es producto de una guerra económica y que la crisis es totalmente inducida, diseñada y alentada por el imperio, pero hay quienes también alegan que todo es producto de una mala gestión, de la corrupción y del mal gobierno que tenemos.
En nuestro caso creemos de hecho que todo parte ciertamente del primer episodio, cuando la ultraderecha venezolana comenzó a desconocer el resultado electoral que eligió al presidente Nicolás Maduro, de allí en adelante el país no ha tenido sosiego ante la arremetida y los planes perversos que aúpan el colapso de la nación.
Tampoco podemos desconocer que el germen de la corrupción se ha desatado en todas sus manifestaciones a lo largo y ancho del país, sobre todo en el seno de la propia Fanb, sin que se haga lo justamente necesario para adecentarla.
A diario se escucha decir que son militares los que están metidos en la rosca de la distribución de los Clap, de la harina para hacer pan e igualmente en el contrabando, por demás desproporcionado, de extracción de gasolina, de ganado, de azúcar y de la propia harina PAN para hacer arepas.
Pero además hay militares con bajos rangos (capitanes y coroneles) que poseen fincas y haciendas, hasta con más de mil hectáreas, que no se entiende cómo hicieron para adquirirlas con un humilde sueldo, allá en los llanos.
La distribución de cemento, cabilla y la propia colocación de carne de res, en los tradicionales mercados, también se nos asegura es controlada por quienes se han infiltrado en el glorioso ejército venezolano.
Si bien es cierto que el gobierno ha comenzado a emprender acciones válidas para contrarrestar los hechos de corrupción, no es menos cierto también que igualmente muchos miembros de las policías estadales se están beneficiando del producto robado por los delincuentes, que en el caso de Yaracuy mantienen contra la "espada y la pared" a los comerciantes, a los productores del campo y al sector turístico.
El país siente que las afamadas Organizaciones para la Liberación del Pueblo (OLP) se quedaron solo en promesas. No se aplica el principio para lo cual fueron creadas. En todas las comunidades se conocen los nombres y apellidos de los antisociales que mantienen azotadas a las poblaciones, pero igual andan libres haciendo de las suyas. Se nos dice que hay que atraparlos infraganti. Semejante absurdo.
Conocemos el caso de una ganadera de acá de Yaracuy que está a punto de irse a la quiebra, debido a los constantes hurtos y robos de ganado vacuno y de caballos que se han cometido en su propiedad, aledaña a la población de Guama, desde hace mucho tiempo.
En nuestro caso vamos por el mismo camino. Nuestra humilde granja, en Guarabaito, en el municipio Sucre, no ha podido ser desarrollada como hemos deseado debido a la actuación de los antisociales que operan en esa zona despiadadamente.
Cuatro hurtos se han cometido en perjuicio de nuestra propiedad, y para rematar un grupo armado nos mantuvo secuestrado hasta altas horas de la madrugada y nada se ha hecho. Ese día arrasaron con todo. Denuncias van y vienen, pero nada pasa.
El gobierno, en definitiva, está llamado a corregir lo que haya que corregir, basta ya de tantas promesas que no se cumplen, basta de tantas improvisaciones, pues de lo contrario el colapso total nos arropará de manera irremediable, y eso sería no solo nefasto para el sector productivo del país y de la propia nación, sino también rondaría en perjuicio de las nuevas generaciones, que de seguro sabrán reclamarnos en su momento oportuno.
*Periodista