La lucha por la libertad
es una lucha de nunca acabar.
Eduardo Galeano
En la fase descendente de la lógica del metabolismo del capital, luego del fracaso del ¨Estado del bienestar¨ que tuvo sus efectos con posterioridad a la finalización de la Segunda Guerra Mundial, al menos en algunos países llamados del capitalismo avanzado, reapareció con la llegada de la crisis estructural del sistema del capital a finales de los sesenta, la aplicación de las más rígidas y autoritarias políticas neoliberales en las figuras de Margaret Thatcher en Inglaterra, y Ronald Reagan en Norteamérica. Se trataba de una necesidad para que la acumulación y extracción de plustrabajo se hiciese más apetecible para las grandes corporaciones de la bienvenida y cacareada ¨globalización¨.
La derrota del nazifascismo con la guerra mundial aminoró los efectos de lo que ha resurgido a medio siglo de distancia, en los países del continente europeo y el norte de América, hasta llevar a la cabeza de sus gobiernos, no solo los que vienen de una experiencia socialdemócrata, sino también los de más rancia estirpe conservadora, alimentada por los fenómenos de migración masiva de los países del Medio Oriente y los del fraccionamiento del continente africano, para no mencionar los procesos migratorios latinoamericanos hacia la gran potencia del norte, ahora amenazados con el cierre de un Muro de separación a la Trump.
En nuestra Venezuela de hoy y aquí, luego de la experiencia desde 1998 hasta el 2012, el fenómeno que aparece y nos atrevemos a calificar de socialdemocratizante con un tinte fascista, dada la represión cada vez más abierta a quienes se oponen a la voluntad y la pretensión de seguir ordeñando la teta del rentismo petrolero, acompañado de un vergonzoso proceso de prostitución institucional, desmantelando no solo el aparato formal del Estado, sino entregando a las empresas transnacionales la riqueza natural del país.
El cinismo se expresa a tal nivel, por parte de quienes han llegado a ocupar el aparato administrativo del Estado, con el uso de consignas contra el imperio gringo, el desvergonzado uso del legado del Comandante Chávez, con la guindilla de la torta acerca del discurso de un socialismo solo utilizable para beneficio de una camarilla que disfruta de la mermada renta, sobre la miseria de las condiciones de vida de la mayoría de la población asalariada, cuya calidad de vida ha involucionado en el último lustro de manera alarmante, y con la pretensión de una nueva farsa electoral del próximo 20 de mayo, que ha permitido descubrir la maraña de manipulaciones y pactos con clara tendencia socialdemocratizante, pulverizando a través de una represión individualizada a quienes se le opongan a sus deseos continuistas.
De lo que se trata, es de un cínico maquillaje de las formas de dominación de esta tendencia tal de mantenerse en el poder del Estado, a nombre de los trabajadores en general.
Ello se parece a la expresión que una vez utilizó Marx, para referirse a la sociedad burguesa de su tiempo, solo que ahora, pensamos, aplicable a otro contexto, el de la Venezuela actual, cuando afirmó ¨que era como el brujo que ya no puede seguir controlando los poderes del mundo interior que ha invocado con sus conjuros¨. Todo ello mientras callan calculadamente, la incorregible realidad de las relaciones de poder, que pretenden mantener en el tiempo, utilizando, entre otras, la farsa electoral.
Tres tendencias se sobreponen si se quiere comprender lo que ocurre en Venezuela a finales de la segunda década del Siglo XXI, la primera precisamente la que nos afecta a los casi ocho mil millones de seres humanos que habitamos el planeta Tierra, donde el dominio de la lógica del capital requiere de manera necesaria y absoluta su necesaria acumulación, que para perpetuarse en su dominio pone en peligro la supervivencia humana.
La segunda tendencia, ya explícitamente declarada que se corresponde con el llamado ¨colapso del capitalismo rentístico venezolano¨ confirmado en las últimas décadas y aceleradamente presente ante el desgobierno actual, que para su mantenimiento y pretensiones futuras despoja al país de sus recursos naturales en un proceso de subasta denigrante.
Finalmente, la crisis de hegemonía que se acentúa en el día a día, y una de cuyas manifestaciones es precisamente esa faceta conjunta de la represión fascistoide, junto a la degeneración socialdemócrata señalada a través de componendas, pactos efímeros, concesiones a sectores para que convaliden la farsa electoral continuada, como la próxima del 20 de mayo, una más en la cadena ya conocida.
Esta desnaturalización que no es nueva de aquellos ideales que surgieron de la Revolución francesa del Siglo XVIII, durante la fase ascendente del metabolismo de la lógica del capital, hoy se han hecho presentes de manera patética y manipulada por las nuevas personificaciones, de un sector de la sociedad que mantiene esa doble identidad, la de su proveniencia, como neta impostura política, hasta que den los recursos de la renta y puedan alimentar sus ambiciones de mantenerse en esa juerga politiquera, hasta donde el pueblo vuelva a retomar el camino que emprendió a partir de 1998, derrotando la vieja IV República socialdemócrata, que reaparece ahora con nuevos disfraces al interior de un proceso que concluye con la siembra de quién lo liderizó, desde su famosa afrenta del famoso ¨Por ahora!¨, del 4 de febrero de 1992. Amanecerá y veremos…